QUERÉTARO, lunes, 19 de enero de 2009 (ZENIT.org-El Observador). «Si queremos ser fermentos de una nueva cultura, hemos de comenzar por abrir el corazón a la pujante acción del Espíritu de Jesucristo», señaló el Secretario de Estado de Su Santidad, el cardenal Tarsicio Bertone, en un encuentro inédito con intelectuales y representantes del mundo de la cultura mexicana, en la ciudad de Querétaro.
En el encuentro, realizado en el Teatro de la República, lugar donde se promulgó la Constitución de 1917 –de marcado tinte laicista–, el cardenal Bertone invitó a los asistentes a reflexionar acerca de la presencia de la Iglesia y de los católicos en la vida pública del país y de su papel en la configuración de la cultura mexicana.
Aseguró que su presencia en el encuentro obedece al fin de «alentar a todos aquellos que se esfuerzan decididamente en tender puentes entra la fe y la razón, en alentar el diálogo franco y cordial entre la fe y la ciencia, en entablar relaciones fluidas y fructíferas entre la fe y la cultura».
Al inicio de su discurso recordó las palabras de Juan Pablo II: «¡Sí! ¡El futuro del hombre depende de la cultura! ¡Sí! ¡La paz del mundo depende de la primacía del Espíritu! ¡Sí! ¡El porvenir pacífico de la humanidad depende del amor!»
Señaló que para la Iglesia, la cultura es una realidad vital, urgente y necesaria, ya que, «el vínculo del Evangelio con el hombre es efectivamente creador de cultura en su mismo fundamento». La cultura, continuó, es lo que permite al hombre ser más hombre, por tanto «toda expresión que no contribuye a la plena humanidad de la persona, no es auténticamente cultura».
Cultura del ser y cultura del tener
Afirmó, al sustentar el fundamento de la cultura, que ésta se sitúa en el orden del ser y no del tener. Por tanto si la cultura se sitúa en relación al hombre y al ser, necesariamente ha de estar ligada a la cuestión de la verdad.
Hizo énfasis en que en el mundo occidental la primacía del ser sobre el obrar «ha sido siempre una evidencia pacíficamente compartida» y en la que descansa el conjunto del orden social.
Sin embargo, reconoció, este orden se ha trastocado por la afirmación del primado de la acción sobre el ser, que aparece con todo el brillo seductor de la eficiencia, la energía y la acción. Esta concepción, explicó, ha dado lugar a la ideologías de los regímenes totalitarios de inspiración marxista así como en algunas concepciones del mercado.
Ante esta cultura de la acción, el cardenal Bertone presentó lo que el papa Benedicto XVI ha llamado «la cultura de la Palabra», que requiere «la actitud de la acogida, la disposición interior a la escucha».
Esta cultura de la Palabra, subrayó, «se nutre de la Palabra que Dios ha dirigido a los hombres y que a su vez se sirve de la palabra humana, materializada en todas sus ricas y diversas expresiones, dando lugar a las maravillosas manifestaciones de la cultura», como la reflexión filosófica, pintura, música, etc.
Al ser una cultura de la Palabra, ésta es, al mismo tiempo, cultura del Logos, de la razón. Y tiene como exigencia de «contemplar el mundo antes de pretender transformarlo».
Por tanto, abundó, esta visión cristiana de la realidad «es una apuesta por un mundo de sentido frente al absurdo de un devenir irracional guiado solo por las fuerzas de la materia».
El Secretario de Estado de Su Santidad ponderó: «esta paideia cristiana dio lugar en México a una nueva síntesis cultural, que ha marcado su identidad», barroca o mestiza, como «la aportación específica a la cultura universal que México comparte con los pueblos latinoamericanos», y que comporta «la novedad del encuentro, el producto de la transformación de las culturas, que no son ya ni plenamente europeas ni puramente indígenas».
El gran divorcio entre cultura popular y las élites
Más adelante señaló que «siendo ésta la gran riqueza cultural de América, no puede por menos de sorprender ‘el gran divorcio’ entre la cultura popular, que hemos calificado como la gran síntesis barroca y mestiza, con la cultura de las élites y las minorías dirigentes. Es paradójica la escisión entre la cultura ilustrada de las élites, que viven mirando a Europa o Norteamérica, y la cultura barroca del pueblo».
Alertó que esta situación de escisión interna de las culturas americanas «constituye un factor de empobrecimiento, no sólo para la Iglesia, sino para el conjunto de la sociedad latinoamericana. Un pueblo privado de su identidad se ve permanentemente amenazado por nuevas formas de colonialismo cultural, que a la larga son fuente de tensiones».
Evangelizar la cultura
El cardenal Bertone dijo que la evangelización de la cultura es hoy más urgente que nunca: «Así como el primer anuncio de Evangelio fue, ante todo, un encuentro entre culturas, es necesario hoy un nuevo anuncio que tenga entre sus prioridades a la cultura».
Se dijo firmemente persuadido de que «mientras no iluminemos con el Evangelio el alma de la cultura, no podemos esperar la transformación tan anhelada de nuestros pueblos».
El cardenal Bertone reconoció que en este objetivo «juega a nuestro favor un fondo de religiosidad popular que la ola de secularismo todavía no ha logrado apagar».
Concluyó diciendo que «si queremos ser fermentos de una nueva cultura, hemos de comenzar por abrir el corazón a la pujante acción del Espíritu de Jesucristo que, divinizándolo, no lo despoja de lo humano, sino que lo enaltece, purificándolo y transformándolo».
Por Gilberto Hernández García