CIUDAD DEL VATICANO, domingo 25 de enero de 2009 (ZENIT.org).- El Papa aseguró hoy que el “horizonte de la unidad plena” permanece “abierto ante nosotros”, y que se trata de una tarea “ardua, pero entusiasmante para los cristianos que quieren vivir en sintonía” con unidad querida por Cristo.
El Papa lanzó este mensaje positivo en su homilía a la celebración ecuménica que ha tenido lugar esta tarde el la Basílica de San Pablo Extramuros para concluir la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, aunque advirtió que conseguir la unidad plena “no es posible con las fuerzas humanas”.
Esta tradicional celebración, que ha reunido en la basílica paulina a los miembros de la Curia vaticana y a los representantes de otras confesiones cristianas presentes en Roma para el rezo de Vísperas, coincide este año con la Fiesta de la Conversión de San Pablo, así como con el 50 aniversario del anuncio, por parte del Papa Juan XXIII, de la convocatoria del Concilio Vaticano II.
El Papa se refirió al Concilio precisamente como “una contribución fundamental al ecumenismo, condensado en el Decreto Unitatis redintegratio”.
“La actitud de conversión interior en Cristo, de renovación espiritual, de caridad acrecentada ante los demás cristianos ha dado lugar a una nueva situación en las relaciones ecuménicas”, explicó.
El Papa en este sentido agradeció al Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos “el servicio que hace a la causa de la unidad de todos los discípulos del Señor”, y les indicó dos líneas de trabajo de ahora en adelante: “valorar lo que se ha conseguido”, y “encontrar nuevos caminos para continuar las relaciones en el contexto actual”.
“Este Dios, que es el Creador y es capaz de resucitar a los muertos, es también capaz de reconducir a la unidad el pueblo dividido en dos”, explicó.
Necesidad de la conversión
Recordando tanto el lema de la Semana de la Unidad de este año, “que sean uno en tu mano” (tomado del profeta Ezequiel), como la propia fiesta de la Conversión de san Pablo, el Papa insistió en que la unidad plena depende de la conversión interior de los cristianos.
“Esta conversión es un don de Cristo resucitado, como sucedió para san Pablo”, que fue “alcanzado por Cristo”, aclaró.
La conversión “implica dos dimensiones. En el primer paso se conocen y se reconocen a la luz de Cristo las culpas, y este reconocimiento se convierte en dolor y arrepentimiento, deseo de un nuevo comienzo. En el segundo paso se reconoce que este nuevo camino no puede venir de nosotros mismos”, explicó el Papa.
Además, esta conversión de Pablo “no fue un paso de la inmoralidad a la moralidad, de una fe equivocada a una fe correcta, sino que fue el ser conquistado por el amor de Cristo: la renuncia a la propia perfección, fue la humildad de quien se pone sin reserva al servicio de Cristo para los hermanos”.
“Sólo en esta renuncia a nosotros mismos, en esta conformidad con Cristo estamos unidos también entre nosotros, nos convertimos en “uno” en Cristo. Es la comunión con Cristo la que nos da la unidad”, afirmó.
La conversión de san Pablo, explicó el Papa a los presentes, “nos ofrece el modelo y nos indica el camino para ir hacia la unidad plena. La unidad de hecho requiere una conversión: de la división a la comunión, de la unidad herida a la unidad curada y plena”.
“El mismo Señor, que llamó a Saulo en el camino de Damasco, se dirige a los miembros de su Iglesia -que es una y santa – y llamando a cada uno por su nombre pregunta: ¿por qué me has dividido? ¿por qué has herido la unidad de mi cuerpo?”, añadió.
En este sentido también recordó las palabras de la Unitatis redintegratio, y añadió que “ecumenismo verdadero no puede haber sin conversión interior; porque el deseo de la unidad nace y madura en la renovación de la mente, de la abnegación de sí mismo y de la libérrima efusión de la caridad”
“El Concilio Vaticano II nos ha advertido que el santo propósito de reconciliar a todos los cristianos en la unidad de la Iglesia de Cristo, una y única, supera las fuerzas y las dotes humanas”, recordó el Papa, pidiendo la intercesión de san Pablo para el futuro del ecumenismo.
“Confiando en la oración del Señor Jesucristo, y animados por los significativos pasos dados por el movimiento ecuménico, invocamos con fe al Espíritu Santo para que siga iluminando y guiando nuestro camino”, concluyó.
[Por Inma Álvarez]