CIUDAD DE MÉXICO, domingo, 25 de enero de 2009 (ZENIT.org-El Observador).- El Encuentro Mundial de las Familias, celebrado del 14 al 18 de enero en la Ciudad de México, comienza ahora, pues las sociedades necesitan poder vivir sus propuestas, considera el superior general del movimiento apostólico Regnum Christi y de la congregación religiosa de los Legionarios de Cristo.
En esta entrevista, el padre Álvaro Corcuera L.C., uno de los ponentes en esa cumbre eclesial --a la que Benedicto XVI se unió a través de las nuevas tecnologías, y en la que participaron 30 cardenales y 200 obispos, así como decenas de miles de personas de casi 100 países--, hace un balance de las conclusiones.
--¿Cómo actúa Dios en ocasiones como es el caso de este Encuentro Mundial de Familias en México? ¿Qué frutos se pueden esperar?
--Padre Corcuera: Yo estoy convencido de que en estos días Dios ha actuado de manera profunda y ha dejado sembradas semillas de gracia en muchos corazones. El Encuentro ha terminado pero esas semillas poco a poco crecerán. El Papa nos recordaba en junio, en el puerto de Brindisi, que el estilo característico e inconfundible de Dios es que suele realizar las cosas más grandes de modo pobre y humilde; que su obra siempre es silenciosa y no espectacular, pero que esos gestos humildes y discretos, como los inicios de la Iglesia en Galilea, son de una gran fuerza de renovación. Cristo quiere reinar en el "pequeño y decisivo mundo que es el corazón del hombre" -en palabras del Papa- y en cada hogar. Este Encuentro Mundial de Familias ha sido como un Pentecostés, donde hemos pedido al Espíritu Santo que nos transforme. A su vez, creo que Él nos pide, en estos tiempos no fáciles, vivir como Jesucristo, con la urgencia de hacer el bien, en estado de misión, formando entre todos un solo corazón y una sola alma como los primeros cristianos.
--En su intervención durante el Congreso teológico en el Encuentro Mundial de las Familias ha querido hacer hincapié en la fe, la esperanza y la caridad como pilares de la vida cristiana y como desafío para las familias católicas ¿Por qué?
--Padre Corcuera: Si los cristianos queremos edificar la familia, no podemos perder de vista lo esencial de la vida cristiana, que es vivir de cara a Dios. Las virtudes teologales son la manera propiamente cristiana de relacionarnos con Dios, la espina dorsal que mantiene unida y en pie a la familia aunque falten otras realidades. Si faltan la fe, la esperanza y la caridad, la familia cristiana no sobrevivirá incluso en las mejores condiciones externas. Y la familia es el lugar espontáneo donde los niños aprenden a vivirlas con naturalidad y espontaneidad. Se aprende no desde la teoría, sino con el testimonio, que la fe no es cumplir unos mandatos por obligación, sino una respuesta viva al amor de Dios, donde la gratuidad del amor es un factor decisivo. Que Cristo no es una idea, sino el centro de nuestra vida y la respuesta a todos los problemas; que los sacramentos no son un evento social, sino una verdadera celebración de la presencia de Dios en nuestra vida, un encuentro con Él. En la familia se aprende a vivir la fe sin acostumbrarse, sino como algo vivo que se renueva y crece, que se comparte sin miedo, que une en el amor. En la familia, los hijos aprenden de los padres y de los hermanos mayores a hablar con Dios, a escucharle, a adherirse a su voluntad, a ir más allá del sufrimiento o la tristeza. Y en la familia se aprende el amor, lo que da sentido a todo y sin lo cual nada tiene sentido. Se aprende el perdón, la compasión, la paciencia, la justicia; se aprende a disculpar, a hablar bien, a pensar bien, a huir de la crítica y de todo aquello que puede hacer morir el alma. Al ver vivir así a sus padres, los niños se abren a las realidades últimas de la vida, y descubren el valor del tiempo de cara a la eternidad. En la familia es donde se comprende que Dios es Padre y que amarlo a Él es la mayor felicidad del hombre. La familia se convierte, aun en medio de las dificultades, en un paraíso en la tierra. Y este mundo necesita pequeños paraísos que irradien la fuerza transformadora del amor de Dios.
--Hablemos de la esperanza. Con todos los datos estadísticos y del paulatino deterioro de la familia, ¿cuál puede ser un fundamento de esperanza en esta realidad?
--Padre Corcuera: Benedicto XVI nos lo ha dicho con toda claridad al concluir el Encuentro: "La respuesta cristiana ante los desafíos consiste en reforzar la confianza en el Señor y el vigor que brota de la propia fe, la cual se nutre de la escucha atenta de la Palabra de Dios". Y también al terminar el Encuentro de 2006 en Valencia insistió en que si los esposos permanecen abiertos al Espíritu y piden su ayuda, él no dejará de comunicarles el amor de Dios Padre manifestado en Cristo, ayudando a los esposos a colaborar con él para reflejarlo y encarnarlo, y suscitando el anhelo del encuentro con Cristo. Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo: Él es el fundamento de nuestra esperanza. Los testimonios de las familias de todas partes del mundo que hemos compartido en este encuentro son muestra de que Dios actúa cuando sus hijos nos abrimos a su gracia, a pesar de nuestras limitaciones, debilidades y caídas. El es el ejemplo del Padre perfecto, del Hijo perfecto, del Hermano perfecto y del Amigo perfecto. Como Él es, así nos enseña a ser en el mundo. Es el Espíritu el que obra, y nosotros colaboramos con Él.
También es muy importante que en familia se viva la alegría, como una característica esencial a la virtud de la esperanza. Una auténtica alegría, que es como quien ya va reflejando la belleza del cielo en el hogar. Y, de esta virtud, en familia también se aprende a aprovechar el tiempo, porque se toma conciencia, sobre todo ante los eventos que se viven juntos, de la brevedad de nuestra vida y de que vale la pena aprovechar cada día de cara a la eternidad, cada día como el único día de nuestras vidas. Es ahí donde también la familia participa unida en el apostolado, siendo misioneros de la esperanza cristiana, porque van enseñando con sus palabras y ejemplo, que todo nos lleva al cielo, al abrazo eterno con Dios.
--¿Qué relación se da entre la familia y la felicidad personal? ¿Es insustituible la familia?
--Padre Corcuera: Somos felices cuando somos amados y amamos. La familia es el lugar privilegiado para experimentar ese amor profundo, el más parecido al amor de Dios, porque en la familia se nos ama sin condiciones, por quienes somos, no por lo que hacemos o tenemos; no se nos quiere por nuestras cualidades o capacidades ni se nos deja de querer por nuestras limitaciones y defectos. Esa incondicionalidad y gratuidad del amor, aunque no seamos capaces de amar siempre así, es un reflejo del amor de Dios. Se nos ve como Dios nos ve. Los padres son testigos privilegiados del valor infinito de la vida de los hijos. Ellos han participado en el milagro, pero saben que no son los artífices, que no todo ha estado en sus manos. Así vislumbran el don que es la vida, lo divino que hay en ella. La familia es el lugar propicio e insustituible según los planes de Dios para el encuentro con Cristo, porque está llamada a ser espejo del amor de Dios. La familia se convierte en un verdadero hogar, como en Nazaret, en donde se comparten las alegrías y las tristezas, y donde se puede decir que se forma la actitud de ser un solo cuerpo, una sola alma y un solo corazón. La base de esto se encuentra en la oración, y en particular, la oración en familia. Qué razón tenía el padre Peyton, cuando decía que "la familia que reza unida, permanece unida". También podemos decir que la familia es más feliz en la medida que se da y que aporta, como en la familia misionera. En este caso también podríamos decir que la familia que reza unida, y que unida hace el bien llevando el evangelio, permanece aún más unida.
--¿Qué pide Dios hoy al movimiento Regnum Christi que usted dirige para responder a los retos que afronta hoy la familia?
--Padre Corcuera: El Regnum Christi y la Legión de Cristo solo tienen sentido en la Iglesia y para la Iglesia, y Dios nos habla a través de nuestros pastores. El pasado mes de diciembre, el cardenal Franc Rodé, prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, visitó las obras del Regnum Christi en Chile y en Brasil, y durante la conferencia que dio en Santiago, dejó a las familias del Regnum Christi la consigna de hacer presente a Cristo siempre y en todo lugar. Y nos dijo: "Vivid vuestro carisma espiritual y apostólico en plenitud, creced para llegar a más personas, y formaos muy bien. El mundo de hoy requiere apóstoles que puedan guiar a sus hermanos en el bien y en la verdad". Días más tarde, en Brasilia, nos recordó que debemos ser siempre "hombres y mujeres alegres que transmitan a Cristo, alegría verdadera de cada ser humano". Eso es lo que nos pide Dios: compartir el don descubierto.
Es algo que vemos simplemente como servidores, con humildad, porque este don no es fruto de nuestras cualidades, sino que es algo recibido para el bien de los hombres, nuestros hermanos. Si valoramos este don, es porque creemos en que es un signo del amor de Dios, y que nos hace unirnos íntimamente a los demás grupos, movimientos y realidades de la Iglesia, en la misión común de llevar el amor de Dios. Nos hace aportar y aprender, para que a fin de cuentas, más hombres lleguen a descubrir la verdad más maravillosa de la vida: que Dios nos ama.