Los restos de Santa Francisca Romana peregrinan por Roma

Una mujer que se santificó en la oración, el servicio a su familia y a los más necesitados

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ROMA, 27 de enero de 2009. (ZENIT.org) Los restos de Santa Francisca Romana durante este año están haciendo una peregrinación por la Ciudad Eterna, debido a la conmemoración de los 400 años de su canonización.

La santa ha recorrido iglesias como Santa Inés en Agonía, ubicada en la Piazza Navona, donde fue bautizada, Santa Cecilia en Trastevere, donde diariamente asistía a misa y a hacer oración, la parroquia Santa Francesca Romana ubicada en el sector Ardeatino de Roma y la capilla de la que fue su casa, hoy convertida en un hotel que lleva su nombre, ubicada en Vía Vascellari del barrio Trastevere.

“La santa de Roma”, como se le conoce, fundó en 1425 el monasterio Tor de Specchi, ubicado en la Vía Teatro Marcello, muy cerca al Foro Romano. Allí continúan su legado las hermanas Oblatas de Santa Francisca Romana, que han recibido durante este año cientos de peregrinos que vienen a conocer más sobre la ella, a visitar los lugares donde vivió, a hacer un momento de oración y a aprender de sus virtudes heroicas.

“La vida de Santa Francisca se actualiza en cada época. Esto nos lleva a una reflexión sobre la santidad y sobre aquello que la hace santa para poderla imitar dentro de nuestra pequeñez” , dijo a Zenit, Caterine, una de las postulantes de esta comunidad.

Una vida de oración y acción

Santa Francisca nació en 1384, siempre quiso consagrar su vida al Señor. Sin embargo, como pertenecía a una familia noble, sus padres la obligaron a casarse con Lorenzo Ponziani, perteneciente a una familia romana muy rica.

En aquella época la Ciudad Eterna había sido tomada por las tropas napolitanas, hecho que había traído profundas crisis económicas en las familias, así como enfermedades y muertes.

Pese a que siempre se entregaba en el servicio de su esposo y sus tres hijos, Santa Francisca sentía a menudo la nostalgia de la vida monástica. Fue así como descubrió que debería vivir intensamente la vida de oración y también ayudar al prójimo, debido a las circunstancias que tenía que enfrentar como mujer casada y en medio de la difícil situación que vivía su ciudad.

«Se desempeñó como esposa, como madre porque tuvo tres hijos pero no se olvidó de los pobres. Además se hizo pobre ella misma. El Señor la condujo por un camino que ella no hubiera imaginado nunca», comenta Caterina.

«Otras mujeres, casadas como ella comenzaron a enamorarse de la vida que llevaba y poco a poco se creó un grupo de diez amigas con quienes decidieron hacer oblación el 15 de agosto de 1425 y consagrarse en la iglesia Santa María Nuova. Luego vino la inspiración de reunir a las amigas en una nueva comunidad», asegura la joven Caterina, quien se prepara para hacer sus votos en esta comunidad.

No obstante, Francisca siguió viviendo con su esposo hasta 1436 a quien asistió y curó en las enfermedades que lo llevaron a la muerte.

Luego se trasladó al monasterio donde comenzó a ejercer como superiora. Al ingresar al Tor de Specchi, Santa Francisca subió de rodillas por una escalera que hasta ahora se conserva, y que es llamada por las hermanas, la escala santa.

Generalmente las obras de arte que retratan a “la santa de Roma” la muestran acompañada de su ángel de la guarda, a quien ella podía ver. Por eso las oblatas de Santa Francisca Romana le tienen especial devoción.

Santa Francisca murió el 9 de marzo de 1440. Durante tres días su cuerpo estuvo expuesto ante las multitudes que iban a verla a la iglesia Santa Maria Nova, donde fue enterrada. Cuenta la tradición que toda Roma se enteró de su muerte y que miles de personas la aclamaban como “Santa subito” (Santa pronto), pidiendo para que pronto fuese elevada a los altares.

Hoy cientos de fieles de todo Roma van a rezar ante sus restos mortales, que se encuentran en una urna de cristal, visibles para todos los peregrinos. Así se ha conmemorado este cuarto centenario con vigilias y oraciones en las diferentes iglesias que ha visitado. Este año jubilar concluirá el 29 de mayo próximo con una procesión en la que su cuerpo será trasladado desde el monasterio de Tor de Specchi hasta la iglesia Santa Maria Nova, donde yace su tumba.

“Ella nos ha transmitido el amor, el deber y la oración continua. Deseaba vivir la vida eremítica de los padres del desierto, pero amó tanto a su marido y a su familia porque su corazón era noble. En eso consiste su grandeza”, concluye Caterine.

Más información: www.tordespecchi.it

[Por Carmen Elena Villa]

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ZENIT Staff

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