CIUDAD DEL VATICANO, jueves 29 de enero de 2009 (ZENIT.org).- “El año de la astronomía representa hoy para la Santa Sede una importante ocasión de profundización y de diálogo”, afirma ña Santa Sede en un comunicado emitido esta mañana.

El comunicado se ha hecho público con ocasión de la presentación del Congreso Internacional “El caso de Galileo, una relectura histórica, filosófica y teológica", que se realizará en Florencia del 26 al 30 de mayo próximos, y de cuya organización hace parte el Consejo Pontificio para la Cultura.

La Organización de las Naciones Unidas proclamó el 2009 como el Año de la Astronomía para conmemorar los 400 años de los primeros descubrimientos astronómicos de Galileo Galilei.

La nota de prensa resalta que “existe un estrecho vínculo entre la contemplación del cielo estrellado y las religiones”, debido a que “en casi todas las culturas y civilizaciones, la observación del cielo está impregnada de un sentido profundamente religioso”.

“También la Biblia conserva las pistas de esta sabiduría antigua, que subraya la fuerza creativa de Dios desde las primeras páginas del Génesis hasta la adoración de los magos, pasando por la aventura personal de Abraham que veía en las estrellas del cielo la garantía segura de la promesa divina”, dice el comunicado.

El caso Galileo

Galileo fue el primer hombre en apuntar el telescopio al cielo. De esta manera amplió “los límites del conocimiento humano obligándonos a leer el libro de la naturaleza bajo una nueva luz”, dice la nota de prensa.

“Al principio se pensaba que la luna era una estrella brillante. Se pensaba que fuera uno de los planetas junto al sol. Cuando Galilei apuntó el telescopio hacia la luna vio una cosa inaudita, antes nunca vista. Se dio cuenta que en la Luna hay unos puntos luminosos y dijo: la Luna no es este cuerpo perfecto: tiene montañas, es otra tierra”, aseguró durante la rueda de prensa Paolo Rossi, profesor emérito de Historia de la Ciencia de la Universidad de Florencia, quien será uno de los interventores del congreso que se realizará en mayo.

Por su parte, monseñor Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo para la cultura, habló del camino de reflexión que ha hecho la Iglesia con el caso específico de Galileo.

Se refirió al Concilio Vaticano II, en cuya constitución Gaudium et spes dice que “son, a este respecto, de deplorar ciertas actitudes que, por no comprender bien el sentido de la legítima autonomía de la ciencia, se han dado algunas veces entre los propios cristianos; actitudes que, seguidas de agrias polémicas, indujeron a muchos a establecer una oposición entre la ciencia y la fe”.

Monseñor Ravasi dijo que el juicio de Galileo, “por un lado debe llevarnos siempre a la autocrítica del pasado, como la que ha hecho Juan Pablo II”, refiriéndose a la Jornada del Perdón realizada por Juan Pablo II durante el primer domingo de cuaresma del año 2000.

No obstante el prelado aseguró que no se puede caer en “quedarse en el tribunal de la historia, es necesario abrirse al futuro. Abrirse al diálogo recíproco conscientes de que tampoco la filosofía agota las respuestas”.

En 1616 Galileo fue procesado por sostener la teoría heliocéntrica, la cual que desconcertaba no sólo a los creyentes sino a la sociedad en general que durante siglos había crecido en un sistema de rotación solar y planetaria diferente.

Su teoría parecía contradecir a los textos de la Biblia que hablan de manera metafórica de la rotación de los astros y de la quietud de la tierra. Sin embargo, son muchas las leyendas negras que han surgido a raíz de este hecho. Galileo no fue encarcelado ni torturado y menos fue asesinado. Murió de muerte natural en 1642, en su casa, una villa en Arcetri, en las afueras de Florencia. Sobre estos temas se profundizará en el Congreso que se realizará en el mes de mayo.

[Por Carmen Elena Villa]