ROMA, lunes, 9 febrero 2009 (ZENIT.org).- La muerte de Eluana Englaro, la mujer italiana de 38 años, en estado vegetativo desde hace 17, fallecida en la noche de este lunes no tiene la última palabra, asegura el portavoz vaticano.
El padre Federico Lombardi S.I., director de la Oficina de Información de la Santa Sede, ha comentado el desenlace terreno de esta frágil vida, que tuvo lugar, mientras en el Senado de Italia se debatía un proyecto de ley para prohibir la suspensión de la nutrición e hidratación que mantenía a la joven a con vida.
El sacerdote ha recordado a Eluana como «una persona a la que hemos querido mucho y que en los últimos meses se ha convertido en parte de nuestra vida».
«Ahora, que Eluana está en la paz, esperamos que su caso, después de tantas discusiones, sea motivo para todos de una reflexión serena y de búsqueda responsable de los mejores caminos para acompañar a las personas más débiles, con amor y cuidadosa atención, con el debido respeto del derecho a la vida», afirma en una nota difundida a través de Radio Vaticano.
Citando las palabras que Benedicto XVI pronunció durante el Ángelus de este domingo, su portavoz mencionó especialmente a las personas que «no pueden valerse por sí mismas, sino que dependen totalmente de los demás».
«La muerte de Eluana nos deja necesariamente una sombra de tristeza por las circunstancias en las que ha tenido lugar», reconoce el padre Lombardi.
«Pero la muerte física no es nunca para el cristiano la última palabra. Por tanto, en nombre de Eluana, seguiremos buscando los caminos más eficaces para servir a la vida», concluye.
La muerte de Eluana tuvo lugar cuando cumplía el tercer día sin alimentos ni hidratación en la clínica «La Quiete» de la ciudad de Údine.
Los obispos italianos habían pedido repetidas veces que se le mantuviera en vida, pues no dependía de máquinas para vivir, sino únicamente del suministro de alimentación e hidratación.
Al hacerse pública la noticia de su muerte, la Conferencia Episcopal Italiana publicaba un comunicado para manifestar su «grandísimo dolor» y expresar la esperanza de que su muerte una «a quienes creen en la dignidad de la persona y el valor inviolable de la vida, sobre todo cuando es indefensa».
«Dirigimos un llamamiento a todos para que no desfallezca esta pasión por la vida humana, desde su concepción hasta su ocaso natural», concluyen los prelados italianos.