BOGOTÁ, miércoles, 11 febrero 2009 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje que ha emitido la presidencia del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), reunida en Bogotá los días 5 y 6 de febrero ante la crisis económica.
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1. La presidencia del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), reunida en Bogotá los días 5 y 6 de febrero con los obispos directivos de los departamentos y centros, y en el espíritu de la Misión Continental, manifiesta su preocupación y solidaridad ante la grave crisis actual. Al mismo tiempo, llama la atención sobre la responsabilidad que tenemos todos: gobernantes, políticos, empresarios, obreros, asociaciones civiles y comunidades religiosas de los diversos credos, en promover la humanización de las estructuras políticas, económicas y de desarrollo, para que estén al servicio del bien común, de la prioridad del trabajo sobre el capital y de la producción sobre las finanzas. Queremos recorrer juntos este camino de amenazas y oportunidades, apostando a los valores de la democracia, la participación y el diálogo.
2. «Nadie pone un remiendo de tela nueva en un vestido viejo, porque lo añadido hará encoger el vestido y el daño se hará mayor» (Mt 9, 16), palabras del Evangelio que recordó Benedicto XVI en su bendición de Año Nuevo. La referencia hace clara alusión a las medidas que hay que tomar ante la actual crisis económica global. Para el pontífice, esta crisis pone a prueba el futuro de la globalización. En realidad, la crisis actual no es el resultado de dificultades financieras inmediatas, sino que es una consecuencia del estado de salud ecológica del planeta y, sobre todo, de la crisis cultural y moral que vivimos, cuyos síntomas son evidentes desde hace tiempo en todo el mundo. (cf. Benedicto XVI, Homilía del 1 enero de 2009).
3. A la luz de la llamada del Papa, esta situación alarmante nos interpela doblemente: de una parte, nos compromete a expresar nuestra solidaridad en acciones y obras concretas, que facilite la búsqueda de soluciones a los problemas del desempleo, el hambre, la migración forzosa, el deterioro de la salud y la pérdida de calidad de vida de los pobres, que como siempre son las víctimas más afectadas de las crisis; por otra parte, nos estimula a empeñar los mejores esfuerzos de las universidades e institutos católicos, y de investigadores y agentes de pastoral social, para contribuir a la formulación de un nuevo modelo de desarrollo para América Latina y El Caribe, y de un sistema económico mundial mejor regulado, que elimine la pobreza y promueva la justicia y la solidaridad en nuestro Continente, tristemente el más inequitativo del planeta.
4. Los obispos de América Latina y El Caribe, reunidos en Aparecida, advirtieron que la globalización comporta el riesgo del fortalecimiento de los grandes monopolios y de convertir el lucro en valor supremo (cf. Documento de Aparecida, n. 60). De ahí la urgente necesidad de que la globalización deba regirse por la ética, poniendo todo al servicio de la persona humana creada a imagen y semejanza de Dios (Ibíd.). La actual crisis financiera ha puesto de manifiesto el afán excesivo de lucro por encima de la valoración del trabajo y del empleo, convirtiéndolo en un fin en sí mismo.
5. Esta inversión de valores pervierte las relaciones humanas sustituyéndolas por las transacciones financieras, que debieran estar al servicio de la producción y de la satisfacción de las necesidades humanas. Se ha hecho evidente que la globalización tal y como está configurada actualmente, no ha sido capaz de interpretar y reaccionar en función de valores objetivos, que se encuentran más allá del mercado y que constituyen lo más importante de la vida humana: la verdad, la justicia, el amor, y muy especialmente, la dignidad y los derechos de todos, aún de aquellos que viven al margen del propio mercado (cf. DA, n. 61). La economía internacional ha concentrado el poder y la riqueza en pocas manos, excluyendo a los desfavorecidos e incrementando la desigualdad (cf. DA, n. 62).
6. Esto lleva a considerar seriamente la necesidad de establecer las bases para un nuevo orden internacional, fundado en nuevas reglas de juego, que también tengan en cuenta los valores del Evangelio y la enseñanza social de la Iglesia, a fin de promover una globalización marcada por la solidaridad y la racionalidad, que haga de este Continente no solo el Continente de la esperanza, sino también del amor (cf. DA, n. 64). Para lograr este propósito, se hace indispensable la presencia y colaboración de todos los hombres y mujeres de buena voluntad, sin discriminación religiosa, cultural, política e ideológica.
7. Frente al anhelo de construir la paz, una vida más digna y plena para todos y abrir caminos de esperanza a los pobres y excluidos, queremos concluir, haciendo nuestras las preguntas de Benedicto XVI: «¿Cómo no pensar en tantas personas y familias afectadas por las dificultades y las incertidumbres que la actual crisis financiera y económica ha provocado a escala mundial? ¿Cómo no evocar la crisis alimentaria y el calentamiento climático, que dificultan todavía más el acceso a los alimentos y al agua a los habitantes de las regiones más pobres del planeta?» (Discurso a los Miembros del Cuerpo Diplomático, 8 de enero de 2009). Estos cuestionamientos hacen resonar hoy día con mayor vehemencia la dramática pregunta de Dios a Caín que nos afecta a todos, nos interpela y no nos puede dejar indiferentes: «¿dónde está tu hermano?» (Gen. 4, 9).
+ Raymundo Damasceno Assis
Arzobispo de Aparecida, Brasil
Presidente del CELAM
+ Baltazar Enrique Porras Cardozo
Arzobispo de Mérida, Venezuela
Primer Vicepresidente del CELAM
+ Andrés Stanovnik, OFM.Cap.
Arzobispo de Corrientes, Argentina
Segundo Vicepresidente del CELAM
+ Víctor Sánchez Espinosa
Arzobispo electo de Puebla-México
Secretario General del CELAM
+ Emilio Aranguren Echeverría
Obispo de Holguín, Cuba
Presidente del Comité Económico del CELAM