Los niños con trisomía están perdiendo el derecho a nacer

La Santa Sede rinde homenaje a Jérôme Lejeune

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ROMA, martes 17 de febrero de 2009 (ZENIT.org).- Cincuenta años después, el descubrimiento del profesor Lejeune ha revolucionado la atención a los niños con Trisomía 21, afirmó este martes el profesor Bruno Dallapiccola: «Algo importante ha cambiado en la historia», hubo una «victoria». Ahora, sin embargo, gracias a ese descubrimiento, los niños con trisomía nunca llegan a nacer.

«Las nuevas fronteras de la genética y el riesgo del eugenismo» es el tema del congreso organizado por la Academia Pontificia para la Vida, que se celebrará en le Vaticano los próximos viernes 20 y sábado 21 de febrero, con ocasión de la asamblea general anual de esta institución.

El congreso fue presentado en el Vaticano por el obispo Rino Fisichella, presidente de la Academia, por monseñor Ignacio Carrasco de Paula, canciller, y por el profesor Bruno Dallapiccola, profesor de genética médica en la Universidad de Roma «La Sapienza».

Durante la rueda de prensa de presentación, ZENIT preguntó sobre la relación entre el progreso científico y el progreso ético, partiendo del caso del descubrimiento de la Trisomía 21 por el profesor Jérôme Lejeune, hace 50 años. 

Lejeune (1926-1994) fue el médico genetista francés, quien descubrió que el síndrome de Down se debe a la presencia de un cromosoma de más. Recibió numerosos reconocimientos internacionales, pero nunca el Premio Nobel de Medicina, según algunos, a causa de sus posiciones éticas, en particular, su oposición al aborto. Juan Pablo II le nombró primer presidente de  la Academia Pontificia para la vida.

La posibilidad de diagnóstico ha acabado permitiendo técnicamente que se aborten los niños con síndrome de Down antes del nacimiento.

Monseñor Carrasco, que fue amigo del profesor Lejeune, como subrayó, afirmó que éste «nunca se arrepintió de su descubrimiento». «¡La ética es posible!», añadió, citando el ejemplo del hospital católico Gemelli de Roma, donde «se vive la ética».

«Los niños con trisomía allí vienen al mundo. Y gracias a la mejora de sus condiciones de vida, podemos resolver los problemas a los que deben enfrentarse», explicó.

El profesor Dallapiccola recordó también con entusiasmo que antes del descubrimiento del profesor Lejeune, los niños que sufrían de Trisomía 21, eran considerados, en italiano, niños afectados de «idiotez mongoloide», lo que significaba la peor enfermedad de la inteligencia.

Ahora, observó, cincuenta años después, «los niños con trisomía han conseguido alcanzar una autonomía jamás vista antes, gracias a los tratamientos de psicomotricidad, y pueden integrarse discretamente en la sociedad. Consiguen títulos. El descubrimiento del profesor Lejeune pudo permitir esta victoria», explicó.

No obstante, el profesor Dallapiccola no minimizó el hecho de que la «selección prenatal» hace que un niño sobre 2.000 portador de una enfermedad rara «no tenga derecho a nacer», y que el diagnóstico también ha conducido a la muerte de los embriones diagnosticados.

Con todo, destacó que, a pesar del diagnóstico, cada año él conoce a entre 10 y 20 familias que deciden proseguir el embarazo y acoger a un niño portador de Trisomía 21.

En 1963, el profesor Dallapiccola fue a visitar al profesor Lejeune en París. Desde entonces, corrobora, «algo importante cambió en la historia» y en la sociedad de cara a estos niños, y de ello «no hay que arrepentirse».

[Por Anita S. Bourdin, traducción del francés por Inma Álvarez]



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ZENIT Staff

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