PARÍS, viernes, 26 febrero 2009 (ZENIT.org).- «Siempre se siente mucha angustia ante la idea de privarse de comida», constata Jean-Christophe Normand, animador de retiros, en esta entrevista sobre el ayuno.
Reconoce que en esta práctica «se encuentra en juego una auténtica conversión a nivel espiritual», aunque «los frutos son diferentes según las personas». «Lo que está claro es que el ayuno ofrece respuestas».
Jean-Christophe Normand es un laico, padre de familia, consultor en recursos humanos, asistente de dirección de empresas, quien anima retiros de iniciación al ayuno desde el año 2007.
Ha retomado el proyecto lanzado por el teólogo suizo, Harri Wettstein, que presentaba en el monasterio benedictino francés de la Pierre-qui-Vire la experiencia de un ayuno de seis días, según un método adaptado a nuestros días. Normand ofrece esta experiencia también en la abadía de San Guénolé de Landévennec en Bretaña.
ZENIT le ha entrevistado al comenzar esta Cuaresma en la que Benedicto XVI ha propuesto redescubrir el valor del ayuno, que «puede ayudarnos a mortificar nuestro egoísmo y a abrir el corazón al amor de Dios y del prójimo, primer y sumo mandamiento de la nueva ley y compendio de todo el Evangelio (Cf. Mensaje para la Cuaresma 2009).
Beneficios espirituales
Ante todo, explica que el ayuno es un terreno adaptado para permitir una «auténtica conversión a nivel espiritual».
«Las personas que acuden a nuestros retiros, a veces no creyentes, están en búsqueda. Una búsqueda que tomará cuerpo durante la semana y que a la que no siempre son capaces de dar un nombre. Ante la propuesta del cambio, el ayuno ofrece recursos para afrontar este paso».
«Para ayudarles, se proponen momentos de acompañamiento individual con un monje, aunque no se impone nada. Las personas que vienen tienen necesidad de ser guiadas. Durante el retiro, se realiza un trabajo considerable en cada persona y, en general, tienen necesidad de expresar lo que sienten».
«Este retiro ofrece también la oportunidad de seguir los oficios litúrgicos de los monjes benedictinos y la vida de su comunidad. Les proponemos tratar de vivir la liturgia y de entrar en ella, de ver cómo se desarrolla».
«El día en que nos despedimos hacemos un balance. Entonces, las personas logran poner un nombre a lo que han venido a buscar. Los frutos dependen de cada persona, pero lo cierto es que el ayuno ofrece respuestas».
Superar el miedo a la privación
A nivel psicológico, sigue diciendo Normand, el ayuno permite afrontar «el miedo a la privación».
«Es muy alentador darse cuenta de que es posible lograrlo. En último término, esto da una confianza personal muy fuerte: ¡mi cuerpo tiene recursos para vivir períodos de escasez!
A través del ayuno, percibimos también las disfunciones de nuestra alimentación. Hay personas que hacen excesos: esto permite tomar distancia, reencontrar una forma de higiene de vida, de bienestar.
Normand reconoce que el ayuno no es algo natural, pues «siempre provoca mucha angustia la idea de privarse de alimentación».
«Al ponernos en una posición de humildad, renunciamos a nuestro apetito de poder. Vamos a comprender lo que es realmente necesario en nuestras vidas y lo que no lo es. En este trabajo de introspección y de distanciamiento, se comprende lo que es excesivo en nuestras vidas».
Dimensión caritativa
Ahora bien, según el animador de los retiros, el ayuno no es algo egoísta. «Uno no ayuna para sí mismo –advierte–. El ayuno abre a los demás y a la vida de caridad. Por este motivo, proponemos sistemáticamente, al final del retiro, que hagan un don, que apoyen una obra».
«Vivimos de este modo plenamente los carismas asociados a la vida de Cristo –concluye–. Además de la alegría de un bienestar físico, experimentamos la alegría de estar en comunión con nuestros hermanos y hermanas».
Por Marine Soreau