ROMA, jueves, 12 de marzo de 2009 (ZENIT.org).- Decir joven democracia africana es decirlo todo sobre el país que recibe el próximo 17 de marzo a Benedicto XVI. El último adjetivo evita paralelismos injustos o el juicio desde culturas diversas, que necesitaron siglos para obtener sus respectivos equilibrios políticos, rotos repetidamente sin ir más lejos en el siglo XX.
Camerún es un país estable políticamente, sin guerras, lo que se ha llamado «la excepción camerunesa» pero que, como casi todos los países africanos, debe mantener un frágil equilibrio entre todas las etnias, religiones y culturas que en él intentan convivir.
En lo religioso, el que haya tres grandes comunidades, casi a partes iguales, es también una garantía de diálogo. Ninguno predomina sobre los otros: 26,8 católicos; 30% de religiones tradicionales y 20-22% musulmanes. Otras religiones cristianas elevarían el índice de cristianos al 42%, pero no es un grupo homogéneo, como no lo es el de las religiones tradicionales. Los musulmanes fueron los últimos en llegar a una región colonizada por portugueses, alemanes, franceses e ingleses.
Esta joven república presidencial se constituyó en 1961, tras la reunificación de dos partes, una británica (meridional) y otra francesa, fruto de la derrota de Alemania en la primera guerra mundial, quien era la potencia colonizadora en esta parte de África. El Camerún alemán perdió en este trasiego una zona septentrional británica que pasó a Nigeria.
Los primeros evangelizadores católicos que se establecieron en Camerún eran alemanes y, entre ellos, destacan grandes misioneros, al mismo tiempo portadores de educación, trabajo, sanidad y progreso. Los misioneros alemanes y las primeras congregaciones religiosas establecidas en esa tierra son muy apreciados en la historia del país.
La República fue federal hasta 1972, en que se convirtió en un estado unitario. Existe el multipartidismo imperfecto, dado que el Reagrupamiento Democrático del Pueblo Camerunés (RDPC), en el Gobierno, predomina ampliamente. Sería una especie de PRI mexicano, para entendernos.
El presidente es elegido cada siete años y el país sólo ha tenido dos: el, digamos, «padre de la patria» Ahmadou Ahidjo, musulmán, primer presidente del Camerún independiente, veinte años de jefe de Estado, y el actual, Paul Biya, católico, que fue primer ministro en 1975 y sucedió a Ahidjo en 1982 en la jefatura del Estado.
La decisión más controvertida de este presidente en 2008 fue la de reformar la Constitución que, entre otras cosas, contempla la supresión del límite de los mandatos presidenciales consecutivos, consintiendo así a Biya, de 75 años y desde hace 27 en el poder, presentarse de nuevo a las elecciones de 2011.
La reforma se aprobó con 157 votos a favor, 5 en contra y 15 abstenciones. Los 15 diputados del principal partido de la oposición, el Frente Social Democrático (FSD), abandonaron el Parlamento en protesta. Partidos de oposición y asociaciones de la sociedad civil, criticaron el cambio de la Carta Magna de 1996. Entre ellos, los obispos del país se mostraron contrarios a la perpetuación del Presidente en el poder.
El país se prepara a marchas forzadas para una visita que, aunque pastoral, a nadie escapa que da prestigio al actual máximo mandatario. Esto podría derivar, según algunos analistas, en un anticipo de las elecciones a 2009.
Mientras tanto, en el país hierve la actividad y alegría popular ante la visita. En una rueda de prensa de 27 de febrero pasado, el arzobispo de Yaundé y presidente de la Conferencia Episcopal (CENC) Victor Tonye Bakot expresó su satisfacción por el desarrollo de los preparativos para acoger al Papa.
Una actuación que suscitó críticas, según la prensa local, es la destrucción de los puestos callejeros de Yaundé, de los que viven miles de personas. Las autoridades dicen que la ocasión merece que la ciudad se embellezca. A su juicio, los tenderetes son antiestéticos y los han demolido, pero aclararon que los propietarios no serían indemnizados.
Esta última decisión es la considerada negativa y, seguramente, aunque es verdad que todas las medidas de seguridad son pocas, ante tamaño despliegue de personalidades de toda África, no sería algo deseado por el ilustre visitante dejar sin trabajo a nadie.
«Hay algo en el aire, unan verdadera felicidad se sentirse camerunés, que se respira desde las alturas de la Basílica menor de Mvolyé, pasando por Yaundé, hasta la Plaza de San Pedro de Roma», escribía el 28 de octubre pasado Abui Mama en el diario local Camerun Tribune, a raíz del anuncio oficial del viaje.
Según Mama, desde entonces Camerún «se siente bien en su piel, lo que es más bien raro en el continente en estos tiempos». «En el seno de la ferviente comunidad católica –añade– y más allá, se lee en los rostros. Hay como un gozo compartido, portador de esperanza, que viene a dar gusto a la vida y a dar color a la cotidianeidad de todos aquellos que ‘tiran al diablo por la cola’, ya sea de verdad o en sentido figurado». El articulista indica que se siente en todos el deseo de mostrarse dignos del honor recibido.
Indica que el Papa es «mensajero de paz y de fraternidad» y estima «que la República es neutra; pero que las religiones tienen su lugar en la sociedad». Añade que, «para quienes se aventuran a hablar de religión sin el rigor necesario, Benedicto XVI conserva desde sus 81 años «una sólida tendencia ecuménica y quiere ser el pastor que reúne, en la encrucijada de las presiones de la modernidad y de las dulzuras de un arte de vivir arrimado a las fuentes del compromiso y la fe cristiana».
Aunque la razón de este viaje, como los dos de Juan Pablo II en 1985 y 1995, es religiosa, afirma, en el plano político, teniendo en cuenta que Benedicto XVI es también jefe de Estado, «Camerún, que comparte las mismas ideas de paz y fraternidad que el Vaticano, recoge así las consecuencias de una larga y excelente relación de amistad y de cooperación que liga a los dirigentes sucesivos de los dos estados».
Aludiendo a la excepción camerunesa, «la elección de Camerún, como primera etapa de la primera visita de Benedicto XVI a África, es también la prueba de que nuestro país cuenta en el tablero internacional, y no carece de aportaciones al encuentro de culturas y civilizaciones», concluye Abui Mama.
Por Nieves San Martín