La Iglesia en Argentina, en medio de un mercado de religiones

Entrevista con monseñor Enrique Eguía, obispo auxiliar de Buenos Aires y secretario de la Conferencia Episcopal Argentina

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves 12 de marzo de 2009 (ZENIT.org).- En un país con 2.500 cultos, la Iglesia católica en Argentina afronta nuevos desafíos, que están analizando sus obispos durante la visita «ad limina apostolorum» que realizan a la Santa Sede desde el pasado 7 de marzo.

Durante estos días han visitado diferentes dicasterios vaticanos donde han expuesto los esquemas de trabajo de sus diferentes diócesis y lo han enmarcado en el contexto de la Iglesia universal.

Argentina, un país con un 90 por ciento de población católica, tiene 70 diócesis con realidades y desafíos muy diversos. Mañana viernes y el sábado los obispos tendrán un encuentro con el Papa Benedicto XVI en el Aula Clementina del Vaticano.

ZENIT habló con monseñor Enrique Eguía, secretario de la Conferencia Episcopal Argentina y obispo auxiliar de Buenos Aires, a cerca de esta visita, los frutos que puede traer para el país y los principales desafíos pastorales en Argentina.

–A dos días de que culmine esta con el primer grupo de obispos argentinos, ¿cómo cree que ha sido esta experiencia?

–Monseñor Enrique Eguía: Los obispos están contentos. Hemos logrado cumplir con las actividades que no sólo son las institucionales o visitas a dicasterios sino que lo hemos visto como un camino de fe. Hemos tenido celebraciones en las basílicas mayores. Tuvimos la oportunidad de ir todos juntos a Asís. Todo eso le ha dado a la visita un marco espiritual y de fe muy grande. La gran expectativa es el encuentro que vamos a tener con el Papa mañana y el sábado.

¿Cuáles cree que pueden ser los frutos de esta visita para la actividad pastoral en Argentina?

–Monseñor Enrique Eguía: Primero una comunicación y acercamiento y conocimiento en los distintos organismos del Vaticano para que desde allí se conozca la vida y la actividad de la misión en Argentina, teniendo en cuenta que esta visita está precedida por los informes que hace cada diócesis –entre 50 y 200 páginas–. Esto permite un acercamiento muy fraterno para darnos a conocer y también entre nosotros poder saber con quién contamos para nuestra tarea evangelizadora.

–Sabemos que la constitución argentina abre cada vez más la puerta a leyes que permiten la manipulación en contra de la vida. ¿De qué manera a Iglesia en su país ayuda a difundir la mentalidad pro vida?

–Monseñor Enrique Eguía: Efectivamente nuestro país no escapa de esa tendencia mundial. Nosotros participamos y tenemos el 25 de marzo la jornada internacional de la vida. En eso hay muchas tareas y un trabajo pastoral muy grande y también va unido en el deseo de defender la vida en toda su concepción. Entendemos que se trata también de provocar una vida digna. Por eso la defensa de la vida la unimos con el trabajo de Cáritas y el trabajo social. Defenderla a lo largo de todos los puntos. También apunta a la tarea social y a la tarea que hace Cáritas, una institución muy bien considerada a través de la caridad organizada que permite ayudar a que todos tengan una vida digna. Defender la vida para nosotros implica a veces roces, pero nos obliga a presentar la posibilidad de la Iglesia difunda su mensaje evangelizador desde el momento de su concepción.

Ya que menciona a Cáritas, ¿cómo organiza esa institución la pastoral caritativa para responder a las necesidades concretas que hay en Argentina?

–Monseñor Enrique Eguía: En Argentina cada parroquia tiene organizada su Cáritas como institución fundamental de la Iglesia. Se ha venido trabajando con el lema «Cáritas somos todos», sin entender que el rostro de la Iglesia es la caridad. El mayor voluntariado de la Iglesia en Argentina está en torno a las tareas solidarias. Cada parroquia tiene una organización específica para la solidaridad. La creatividad y la gran cantidad de tareas que se hace en todo el país a nivel social y de caridad es muy grande y muy variada. Y después ha ido creciendo, animado por la invitación de Benedicto XVI, del que Cáritas no es sólo una ONG, es fundamentalmente el lugar donde el pobre se encuentra con el rostro de la Iglesia. Entonces hay grandes esfuerzos y una vinculación muy grande para también transmitir y regalar la fe a aquellos hermanos nuestros que vienen por necesidades humanas y materiales. Hay una linda combinación entre el crecimiento de la fe a través de la caridad y eso está como objetivo. El poder dejar bien en claro que Cáritas no es una institución más sino una institución del encuentro con Cristo en la caridad.

–¿Cuáles cree que son las principales características de la fe del pueblo argentino?

–Monseñor Enrique Eguía: Como en toda Latinoamérica, en nuestro país, se da el proceso de la religiosidad popular. Esto realmente es un don de Dios, hay una cultura naturalmente religiosa. Nosotros lo que decimos siempre es que la tarea evangelizadora es la de sostener la fe y acrecentarla. Hay un reto muy grande en Argentina que consiste en acrecentar y ayudar a crecer esa fe, que está en el corazón de nuestros pueblos. Por eso el gran desafió no es tanto presentar la fe a los no creyentes sino hacer crecer y madurar la fe de los creyentes para que se viva más plenamente. Es un don de Dios el poder trabajar a partir de grandes muchedumbres en torno a los santuarios. En Argentina hay muchos santuarios que congregan multitudes de gente en modo periódico. Esto permite una tarea pastoral permanente, porque la Iglesia lo que ofrece en cada experiencia de santuario es una cantidad de sacerdotes que acompañan esta experiencia confesando y celebrando misa. Es una maravilla ver cómo más de un millón de personas van en peregrinación al Luján una vez al año. A lo largo del camino tienen algún sacerdote para confesarse y crecer en la fe.

A casi tres años de haberse realizado la V conferencia general del episcopado latinoamericano y del Caribe en Aparecida, ¿cuál cree que han sido los frutos de este evento para la evangelización en su país?

–Monseñor Enrique Eguía: El camino se va dando poco a poco. Por un lado, se trata de descubrir la importancia de renovar de modo misionero la pastoral ordinaria; trabajar sobre lo cotidiano dándole una fuerte perspectiva misionera. Esto es importante para poder vincular con los planes pastorales diocesanos. Para que Aparecida no sea como algo nuevo que hay que agregar sino el camino ordinario de la Iglesia, desde los misioneros. Hay que pensar en cómo se trabajan los bautismos, la catequesis, la parroquia evangelizadora, y todas las tareas ordinarias pensarlas desde la perspectiva misionera. Eso puede ser la primera vertiente.

La segunda vertiente es la necesidad de tener de nuevo, de manera organizada y programática, misiones concretas, con objetivos y plazos para poder llegar a todos. Hay un doble camino: la renovación de la pastoral ordinaria y la necesidad de tener signos visibles con misiones programadas y con objetivos concretos. Así podemos responder al espíritu de Aparecida que va calando poco a poco. Lo que sí ha sido muy bien recibido es la identidad cristiana como discípulos y misioneros. Sobre esto se está trabajando en las parroquias. La vocación del cristiano es ser discípulo y ser misionero. Hay grandes expectativas y paso a paso se abren estos dos cauces.

En su país se han reconocido más de 2.500 cultos religiosos diferentes. ¿Cuál cree que es el principal desafío para la Iglesia en medio de este mercado de religiones?

–Monseñor Enrique Eguía: El desafío es permanente. Sobretodo en las zonas más populares. La Iglesia tiene que estar atenta a tener su capillita, una presencia de la comunidad católica. También nos preocupa el fenómeno del paseo que hace la gente que puede estar en la secta y que vuelve a la Iglesia y luego, por ejemplo, se va a una iglesia universal electrónica. Ahora el gran desafío es lograr que la gente tenga una experienci
a y que descubra que la plenitud de la fe se vive en la Iglesia católica. Pero mucha gente tiene la concepción de góndola de supermercado que cada día se toma del mismo producto un envase diferente. El gran desafío está ahí.

Por Carmen Elena Villa

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ZENIT Staff

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