SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, jueves, 26 marzo 2009 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha escrito monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de las Casas, México, tras los ataques mediáticos a Benedicto XVI al expresar la visión de la Iglesia sobre la lucha contra el sida.
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Nuevamente se desató una ola de críticas al Papa Benedicto XVI, por lo que expresó en su vuelo a África, sobre el combate al Sida sólo con preservativos. Quienes los están usando para evitar embarazos, o para protegerse de contagios, no toleran que alguien les mueva el tapete de su seguridad. Se lanzan inmisericordes contra quien les cuestiona su relativismo moral. Se burlan y hacen caricaturas, como un mecanismo de defensa. No aceptan principios básicos de ética sexual, mucho menos preceptos evangélicos; sus decisiones se legitiman por el ansia de placer sin freno, por lo que oferta la publicidad, que enriquece a las empresas fabricantes de condones, a las que importa el dinero, no tanto la salud pública.
JUZGAR
¿Qué dijo realmente el Papa? Cuando un periodista le preguntó sobre el Sida en África, y afirmó que «la postura de la Iglesia católica sobre el modo de luchar contra él es considerada a menudo no realista ni eficaz», así respondió: «Yo diría lo contrario: pienso que la realidad más eficiente, más presente en el frente de la lucha contra el Sida es precisamente la Iglesia católica, con sus movimientos, con sus diversas realidades. Pienso en la comunidad de San Egidio que hace tanto, visible e invisiblemente, en la lucha contra el Sida, en los Camilos, en todas las monjas que están a disposición de los enfermos… Diría que no se puede superar el problema del Sida sólo con eslóganes publicitarios. Si no está el alma, si no se ayuda a los africanos, no se puede solucionar este flagelo sólo distribuyendo profilácticos: al contrario, existe el riesgo de aumentar el problema. La solución puede encontrarse sólo en un doble empeño: el primero, una humanización de la sexualidad, es decir, una renovación espiritual y humana que traiga consigo una nueva forma de comportarse uno con el otro, y segundo, una verdadera amistad también y sobre todo hacia las personas que sufren, la disponibilidad incluso con sacrificios, con renuncias personales, a estar con los que sufren. Y estos son factores que ayudan y que traen progresos visibles. Por tanto, diría, esta doble fuerza nuestra de renovar al hombre interiormente, de dar fuerza espiritual y humana para un comportamiento justo hacia el propio cuerpo y hacia el prójimo, y esta capacidad de sufrir con los que sufren, de permanecer en los momentos de prueba. Me parece que ésta es la respuesta correcta, y que la Iglesia hace esto y ofrece así una contribución grandísima e importante. Agradecemos a todos los que lo hacen».
¿Por qué las reacciones tan virulentas contra el Papa? A los profetas nunca les ha ido bien, cuando advierten al pueblo sus pecados. Como dice la Biblia, a quienes practicaron «todas las abominables costumbres de los paganos, el Señor los exhortó continuamente por medio de sus mensajeros…; pero ellos se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus advertencias y se mofaron de sus profetas» (2 Cron 36, 14-16). Hasta que llegó la ruina.
Dice Jesús: «El que no cree, ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios. La causa de la condenación es ésta: habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se descubran» (Jn 3,18-20). Eso es lo que les pasa a los que rechazan a quien les muestra el camino de la luz.
ACTUAR
¿Qué hacer para combatir el Sida? Una más amplia difusión de preservativos no constituye el camino más eficaz. La Iglesia propone tres acciones: Educar, desde la niñez y la adolescencia, para ser responsables en el uso de la sexualidad, reafirmando el valor y la eficacia de la abstinencia y de la fidelidad conyugal. Seguir investigando medicamentos y tratamientos eficaces, rebajando su costo, para que lleguen al mayor número de enfermos. Dar asistencia humana y espiritual de los enfermos de sida, sin despreciarlos ni condenarlos. Son personas, hijos de Dios.
Si alguien no quiere contagiar ni ser contagiado, tenga fe en nuestra propuesta, controle su sexualidad, y vivirá sana y dignamente.