México: Los cristos de Chiapas

El obispo de San Cristóbal de las Casas invita a abrir la mano a los que sufren

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SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, domingo 11 diciembre 2011 (ZENIT.org).- El obispo de San Cristóbal de las Casas comenta en este artículo la inuguración de la gigantesta escultura del llamado “Cristo de Chiapas” y llama a descubrir también a los otros cristos, los últimos, los pequeños, los que sufren.

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+ Felipe Arizmendi Esquivel

VER

Se ha inaugurado la estatua monumental del llamado Cristo de Chiapas.Mide 64 metros y está ubicado en la comunidad de Copoya, en una montaña desde donde se contempla la ciudad de Tuxtla Gutiérrez. Dicen que es uno de los más altos del mundo. Es un diseño muy bien logrado, porque integra en una cruz grandiosa a Cristo Resucitado, como un Buen Pastor que cuida no sólo a la ciudad capital, sino a todo nuestro Estado. Tendrá una capilla en que estará expuesto en forma permanente el Santísimo Sacramento, presencia viva del Señor Jesús, fuente de toda bendición.

Hay otros Cristos. Estuve dos días en Chapultepec, pequeña población de la selva de Ocosingo, en la Región Amador Hernández, con indígenas de unas veinte comunidades tseltales, todas ellas sin luz eléctrica. Para llegar, tuvieron que caminar entre dos y cinco horas, porque no hay carreteras. Es una misión atendida por dominicos. Para trasladarme allá, desde Ocosingo, tardé veinticinco minutos en avioneta; para el regreso, hice ocho horas, más dos a San Cristóbal. Son poblaciones en que se disfrutan las noches estrelladas y la sencillez de los pobres, pero duele comprobar su persistente marginación, a pesar de los esfuerzos por disminuirla.

Gocé mucho con otros Cristos en la misión jesuita de Bachajón. Unos cuatrocientos tseltales recibieron o renovaron diferentes cargos, como lectores y acólitos, ministras y ministros extraordinarios de la Comunión, “principales” que acompañan a diversos servidores, coordinadores de zonas pastorales, arregladores de problemas, y sobre todo una buena cantidad de jóvenes de ambos sexos, responsables de proclamar en tseltal la Palabra de Dios en las celebraciones de sus comunidades. ¡Con qué amor y disponibilidad se sacrifican por la vida del pueblo!

JUZGAR

No faltará quien critique la construcción del monumental Cristo de Chiapas, exigiendo que el dinero invertido mejor se destinara a los pobres. En efecto, sería una inversión sólo con fines de atraer turismo, si no nos proyectara a los demás, como indica el mismo signo de la cruz: tiene una dimensión vertical, que es la relación con Dios; pero también la horizontal, que es el amor al prójimo. Sin ésta, no sería la cruz de Cristo.

Dice el papa Benedicto XVI:“Gracias al encuentro con Cristo, a la comunión con él, la comunidad cristiana puede testimoniar la comunión, abriéndose al servicio, acogiendo a los pobres y a los últimos, reconociendo el rostro de Dios en los enfermos y en todos los necesitados, Os invito, por tanto, partiendo del contacto con el Señor en la oración cotidiana y sobre todo en la Eucaristía, a formar personas solidarias, abiertas y atentas a las situaciones de malestar espiritual y material”(2-VII-2011).

“En la comunión eucarística está incluido a la vez el ser amados y el amar a los otros; por lo cual, una Eucaristía que no comporte un ejercicio concreto del amor es fragmentaria en sí misma. Precisamente desde la comunión con el Señor, desde la Eucaristía, nace una nueva e intensa asunción de responsabilidades a todos los niveles de la vida comunitaria; nace, por lo tanto, un desarrollo social positivo, que sitúa en el centro a la persona pobre, enferma o necesitada. Nutrirse de Cristo es el camino para no permanecer ajenos e indiferentes ante la suerte de los hermanos, sino entrar en la misma lógica de amor y de donación del sacrificio en la cruz. Quien sabe arrodillarse ante la Eucaristía, quien recibe el cuerpo del Señor, no puede no estar atento a las situaciones indignas del hombre, y sabe inclinarse en primera persona hacia el necesitado, sabe partir el propio pan con el hambriento, compartir el agua con el sediento, vestir a quien está desnudo, visitar al enfermo y al preso. En cada persona sabrá ver al mismo Señor que no ha dudado en darse a sí mismo por nosotros y por nuestra salvación”(11-IX-2011).

ACTUAR

Que la cruz del Cristo de Chiapas nos lleve a abrir el corazón y las manos hacia los Cristos que cargan solitarios sus cruces. Que cada vez que veamos a la distancia su monumento, acortemos distancias con los que sufren. Entonces sí será una cruz resucitadora.

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ZENIT Staff

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