KINSHASA, jueves 15 diciembre 2011 (ZENIT.org).- «Los resultados de las votaciones del 28 de noviembre no se ajustan a la verdad ni a la justicia», dijo el cardenal arzobispo de Kinshasa Laurent Monsengwo Pasinya, en un comunicado de 12 de diciembre. El 9 de diciembre, el expresidente Joseph Kabila fue declarado ganador de las elecciones presidenciales. La Iglesia en la República Democrática del Congo (RDC) cuestiona los resultados, valiente postura que pone en el punto de mira a misioneros y eclesiásticos. El 6 de diciembre, un reconocido sacerdote de Kinshasa pidió una actitud profética a la Iglesia, similar a la del cardenal Sin en Filipinas, ante el régimen de Marcos.
Según las cifras dadas a conocer por la Comisión Electoral Nacional Independiente (CENI) –citadas por la agencia Fides–, Kabila obtuvo 8.830.994 votos, lo que representa el 48,95%, mientras que su principal oponente Etienne Tshisekedi, 5.864.775 votos, lo que representa el 32,33%.
Tshisekedi ha contestado los datos de la CENI, afirmando que según los datos en su poder, él es el legítimo jefe de Estado. Otros observadores independientes informaron de graves irregularidades y fraude electoral en varias zonas de la R.D. Congo.
El cardenal Monsengwo Pasinya dio un ejemplo comparando los datos con los totales parciales previamente publicados por la CENI el 9 de diciembre. “¿Cómo es que el 6 de diciembre, el señor Tshisekedi tenía 5.927.728 votos de un total de 17.329.137 votos emitidos, y luego obtuvo 5.863.745 votos, de un total de 18.144.154 votos?. Perdió 64.000 votos, mientras se sumaban 34.000 más…», comenta perplejo el cardenal.
El cardenal congoleño invita a la oposición a iniciar acciones legales y evitar el recurso a la violencia. “Dado que los resultados son preliminares y deben ser confirmados por el Tribunal Supremo, pedimos a los manifestantes la apelación, para recurrir a la vía correcta y dejar de lado la violencia. Dieciocho muertes por unas elecciones son demasiadas”.
Las elecciones se han dado en un clima de violencia que hace dudar de su credibilidad, con enfrentamientos que han causado muertos y heridos.
«En este contexto, la Iglesia tiene la obligación moral de ofrecer su ayuda a la justicia, para establecer la verdad de las urnas allí donde estaban nuestros observadores. Que la Corte Suprema sea consciente de la solicitud de todo el pueblo congoleño», concluye la declaración del cardenal Monsengwo Pasinya.
José Mpundu un sacerdote de la diócesis de Kinshasa, respetado en el país, muy coherente en su vida, según opinión entre los misioneros, había lanzado unos días antes, el 6 de diciembre, una llamada a la Iglesia para que interviniera en la reconducción del proceso, como hizo en su momento, arriesgando tanto, el cardenal Sin de Manila, en el caso del régimen de Marcos, en Filipinas.
Poco después, se produjo la ya citada arriba clara toma de postura del cardenal Monsengwo, del 13 de diciembre, que ha sido considerada en estos ambientes como “profética y valiente” y esta es la cara de la medalla, pero la cruz es que pone a la gente de Iglesia en el punto de mira del poder. Por eso es profética y valiente y tiene detrás una base eclesial que la apoya, sabiendo lo que arriesga.
“De momento, hay calma tensa. Demasiada calma, y demasiado tensa. Es como un viernes santo sentido en las calles y en el pueblo”, dice a ZENIT un misionero.
“Pidan por este pueblo tan castigado y tan ansioso de liberación. Las lecturas de Adviento aquí cobran una fuerza increíble. Es todo un desafío a nuestra esperanza que se apoya en una promesa que no fallará. Están siendo momentos muy duros, pero tambien de kairos”, dice este misionero que prefiere no identificarse por motivos obvios.
El padre José Mpundu en su carta abierta a la Iglesia católica, antes de la proclamación oficial de los resultados, expresaba temores luego confirmados.
Afirmaba que “las elecciones, de modo general, se han desarrollado bien según las normas universales, excepto algunas irregularidades observadas por aquí y por allá y los casos de violencia con muertes de personas, irregularidades que no pueden influir en los resultados de las urnas”. “Estas irregularidades –añadía–, explican unos y otros, hay que ponerlas en la cuenta de una mala preparación o de una negligencia o una falta de profesionalidad por parte de los agentes de la CENI”.
Contesta a quienes invitan a los candidatos y al pueblo “a aceptar el veredicto de las urnas”, con motivo de la proclamación de los resultados provisionales por el presidente de la CENI el 6 de diciembre. “Para mí, esta verdad del escrutinio del 28 de noviembre podría resumirse en estos términos: elecciones fallidas con una voluntad deliberada de engañar en un clima de violencia organizada”, afirma el padre Mpundu.
Durante los cinco años de legislatura, añade, “hemos visto en el presupuesto del Estado una partida concerniente a la preparación de los plazos electorales previstos por la constitución del país. Pero la creación de la CENI, que debía reemplazar a la CEI, se ha hecho tarde y se diría de modo precipitado, y bajo una cierta presión tanto exterior como interior”.
“La ley orgánica relativa a la CENI lleva los gérmenes de una debacle electoral que estamos a punto de vivir”, subraya de modo profético
“¿Cómo esperar tener una comisión nacional electoral independiente cuando esta integrada por los políticos que concurren a las elecciones y que la mayoría en el poder sea también mayoritaria en la junta directiva de esta institución? ¿Cómo confiar en una institución que no tiene de independiente más que el nombre?”, se pregunta.
Afirma que existe una “voluntad deliberada de engañar” que comenzó con la revisión de constitución, reduciendo el número de escrutinios a un solo turno. Una reforma que no ha sido objeto de referendum, realizada “en un clima de corrupción verificada”.
“Se ha hablado de duplicaciones, omisiones, envío de carnets de elector a niños, a policías y militares, así como a extranjeros”, cita la carta entre otras irregularidades del proceso electoral.
Ya en el periodo preelectoral, antes incluso de la campaña, “observamos escenas de violencia por parte de los dos campos: la mayoría y la oposición”, añade.
¿Que debería hacer la Iglesia en esta situación?, se pregunta el sacerdote.
La Iglesia que ha participado activamente en este proceso, implicándose desde el principio en un gran trabajo de educación cívica y electoral, seguido de la observación de las operaciones de escrutinio, desplegando a treinta mil observadores en todo el territorio nacional, por lo que “tiene el deber de velar por la proclamación de los verdaderos resultados”, afirma.
En cuanto a lo que se prepara, advierte que “podría desembocar en un baño de sangre”.
“Creemos que nuestra Iglesia podría inspirarse en lo que pasó en Filipinas, en el tiempo del presidente Marcos. En efecto, tras haber falseado las elecciones, el presidente Marcos se proclamó vencedor de las elecciones que le oponían a la señora Cori Aquino. Fue el cardenal Sin, de feliz memoria, quien se armó de coraje profético para proclamar, desde Radio Veritas [la emisora católica en el país asiático] los verdaderos resultados de las elecciones. Tras esta proclamación, los estadounidenses enviaron un helicóptero para recoger a Marcos y le condujeron a Estados Unidos, donde se exilió”.
“¿Los obispos de la Conferencia Episcopal Nacional de Congo (CENCO), tendrán el mismo valor profético que animó al cardenal Sin?”, se preguntaba el sacerdote.
Y al menos uno, y muy significado, lo ha tenido, el cardenal Laurent Monsengwo Pasinya.
Ver también: http://www.zenit.org/article-40884?l=spanish.
Por Niev
es San Martín