ROMA, viernes 23 marzo 2012 (ZENIT.org).- Mientras el país vive el impacto del drama de los niños muertos en el accidente de tráfico en Suiza, Bélgica celebra la III Marcha por la Vida para recordar a los innumerables niños que nunca han visto la luz. La pregunta es si se darán las mismas muestras de dolor entre la población belga por los veinte mil niños que son abortados cada año.
Bélgica está todavía bajo el impacto del drama de la muerte de 22 niños y seis adultos, víctimas del accidente de tráfico cuando el pasado 13 de marzo su autobús se estampó contra el muro de un túnel en Sierre, Suiza. Cuando el próximo domingo, 25 de marzo, se celebre en el país la III Marcha por la Vida, ¿se darán las mismas expresiones de dolor por los innumerables niños que no han visto nunca la luz porque han sido abortados?.
Con esta pregunta, la asociación “Jóvenes por la Vida” invita a la población belga –jóvenes y adultos, padres y abuelos- a participar numerosamente en el tercera edición de la Marcha por la Vida que se tendrá a las 14 horas en Bruselas.
Participar es importante, subraya un volante difundido también vía internet, en preparación al evento, y explica también por qué. Cada año, cerca de veinte mil niño son víctimas del aborto en Bélgica, es decir más de 50 al día.
Además, añade el texto, 22 años después de la despenalización del aborto en el país, el número de las llamadas “interrupciones voluntarias del embarazo” aumenta cada año.
El manifiesto subraya que un número creciente de mujeres tiene que afrontar el tabú que pesa sobre el luto postaborto.
Para los organizadores, ni una sola mujer debería ser víctima de la industria del aborto, porque cada mujer tiene derecho a una información correcta sobre las consecuencias físicas y psicoafectivas del aborto.
Las autoridades y las instituciones deberían en cambio –concluye el texto- invertir más en la ayuda a las mujeres embarazadas y promover la adopción como solución alternativa al aborto. Matar no es nunca una solución, subraya el volante.
Justo con motivo de la despenalización del aborto, en abril de 1990, el difunto rey Balduino I (1930-1993), cuyo matrimonio con doña Fabiola de Mora y Aragón no tuvo descendencia, renunció a la corona, abdicando durante 36 horas por razones de conciencia.