Queridos amigos y amigas:
…Él dijo que era el hijo de Dios, habló de una humanidad nueva, iluminada por la búsqueda de la verdad, la justicia y la belleza. Era bueno y misericordioso, ayudaba a todos, enseñaba el amor, la caridad y el perdón.
Hoy en día todavía hay quienes se burlan de él, que se niegan a escuchar su mensaje y a ver su imagen reproducida en un crucifijo. Pero su venida a la tierra, su pasión y resurrección, ha marcado y salvado la vida de todos, incluso de sus perseguidores.
Por eso el sufrimiento, la enfermedad, el dolor y la muerte misma adquirieron un sentido de salvación en la Pascua que los cristianos celebramos hoy.
Con la esperanza de una vida siempre renovada en el bien, cuenten con nuestras oraciones por ustedes –nuestros cientos de miles de lectores–, y por sus seres queridos.
Son los sinceros deseos de todos los que trabajamos en ZENIT.
7 de abril de 2012