ROMA, domingo 15 abril 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos una entrevista con monseñor John Tong Hong, obispo de Hong Kong, que fue originalmente publicada en italiano en el último número de la revista italiana 30 GiorniEglises d'Asie. El obispo fue entrevistado por Gianni Valente.

Ascendido al cardenalato durante el consistorio del 18 de febrero de 2012 con 72 años, monseñor Jonh Tong Hong es el obispo de Hong Kong desde el 15 de abril del 2009, fecha de la jubilación de su predecesor, el cardenal Joseph Zen Ze-Kin.

Usted es obispo y cardenal, pero si miramos su biografía, vemos que sus padres no provienen de familias cristianas. Ninguno de sus abuelos fué bautizado

--Cardenal Tong: Así es, mi madre fué la primera que tuvo la oportunidad de entrar en contacto con la fe católica. Siendo niña, fué a una escuela de religiosas canosianas donde habia muchas italianas. Hasta encontró al nuncio en China, mientras visitaba su escuela las hermanas le habían escogido para entregarle un ramo de flores al representante del papa y estaba muy orgullosa. Había comenzado a estudiar el catecismo pero no recibió el bautismo en seguida por que no había habido nunca católicos en su familia. Pidió ser bautizada después de la II Guerra Mundial cuando yo tenía 6 años.

Los años de su infancia debieron ser terribles

--Cardenal Tong: Cuando los japoneses invadieron Hong Kong fuimos a Macao. Allí fuí confiado a mi abuela paterna que vivía en un pueblo de Guangdong. Al final de la guerra, pude reencontrarme con mis padres en Canton. Eran años de la guerra civil. Los comunistas y los nacionalistas se enfrentaban principalmente en el norte del país, mientras que los refugiados y los heridos afluían a las provincias del sur. Los misioneros americanos presentes en Canton acogían con bondad a todos aquellos que estaban necesitados sin preocuparse a que campo pertenecian. Mi madre y yo ayudábamos a los supervivientes y a los refugiados. 
El testimonio de mi párroco, el padre Bernard Meyer y de sus hermanos misioneros de Maryknoll me hizo pensar que algún día yo también podría ser sacerdote.

Usted estudió en Roma precisamente durante los años años del Concilio Vaticano II

--Cardenal Tong: El Concilio me ayudó mucho a ensanchar y hacer más profunda mi comprensión de las cosas y de la Iglesia. Fuí ordenado sacerdote unas semanas más tarde del final del Concilio. Nuestra promoción de diáconos en la Universidad Pontificia Urbaniana, fué escogida para recibir la ordenación presbiterial de manos del papa Pablo VI en la fiesta de la Epifanía de 1966.

Casi medio siglo después, en el último Consistorio, usted tuvo una intervención ante el Sacro Colegio para explicar la situación de la Iglesia católica en China. ¿Qué dijo a sus colegas cardenales?

--Cardenal Tong: Para describir la situación en China, utilicé tres palabras. La primera es wonderful, sorprendente. Es sorprendente comprobar que estas últimas décadas, la Iglesia china no dejó de crecer, al mismo tiempo que es objeto de muchas presiones y restricciones. Es un hecho objetivo apoyado por las cifras. Los católicos en China eran alrededor de tres millones en 1949; hoy son doce millones. En 1980 después de la reapertura querida por Deng Xiaoping, había 1.300 sacerdotes, ahora son alrededor de 3.500, hay también alrededor de 5.000 religiosos de los cuales dos tercios pertenecen a las comunidades "oficiales" registradas en el gobierno. Hay 1.400 seminaristas, unos mil estudian en los seminarios financiados por el gobierno. Los seminarios "oficiales" son diez en total, mientras que hay seis seminarios "clandestinos". Desde 1980, 3.000 nuevos sacerdotes han sido ordenados y 4.500 jóvenes religiosas pronunciaron sus votos. El 90% de los sacerdotes tiene entre 25 y 50 años.

¿Por tanto, todo bien?

--Cardenal Tong: La segunda palabra para describir la situación en la Iglesia de China fue "difícil". Y el desafío mas difícil al cuál se enfrenta la Iglesia en China es el control impuesto sobre la vida eclesial por el gobierno a través de la Asociación patriótica de los católicos chinos. Cité la carta de un obispo muy respetado en China continental que me escribía: "En todo el país socialista el gobierno intenta dividir a los cristianos apoyándose en algunos para crear una organización aparte de la Iglesia con el fin de controlar a esta última". La Asociación patriótica es un ejemplo de este modus operandi. En la carta que el papa dirigió a los católicos chinos en junio del 2007, está escrito que estos organismos no son compatibles con la doctrina católica. Esto todavía se vió en el momento de las ordenaciones sacerdotales ilegítimas impuestas a la Iglesia en el 2010 y 2011. 

Pero, ¿por qué la superpotencia china siente todavía la necesidad de controlar tan estrechamente la vida de la Iglesia?

--Cardenal Tong: Según los análisis hechos por Leo Goodstadt --conocido estudioso de Hong Kong y exconsejero del último gobernador británico de Hong Kong, Chris Patten--, se debe a diferentes razones. Los regímenes comunistas temen que la religión compita con su influencia en el espíritu, las ideas e incluso la acción de las personas. Se dan cuenta de que las religiones son un elemento fundamental en la vida de las personas que no van a desaparecer del horizonte de las sociedades humanas y que al contrario el número de sus fieles va aumentando. Tienen miedo de esta evolución. Después de un acontecimiento como el del 11 de septiembre su temor se acrecentó, porque se dieron cuenta de que las ideas religiosas podían también conducir a la guerra. En fin, los nuevos dirigentes que se preparan para asumir el gobierno de China en 2012, deben demostrar que son comunistas.

¿Cómo es posible que el gobierno de una nación tan potente como China tenga miedode las interferencias políticas del Vaticano?

--Cardenal Tong: Vivimos en sociedad y nuestra vida tiene necesariamente una dimensión política y depende de eso estrechamente. Pero desde luego la Iglesia no es una organización política. Realmente no es nuestro problema o nuestro fin cambiar el sistema político. Por otro lado en nuestra situación esto sería imposible.

Volvamos al discurso que dió ante el Consistorio. ¿Cuál era su tercer término?

--Cardenal Tong: La tercera palabra para describir las condiciones de la vida de la Iglesia en China es, "posible". Para comprender las razones de esta elección leí un pasaje de la carta del obispo que ya he mencionado. Este obispo decía que estaba sereno, apacible y confiado en el presente, en particular porque él consideraba los problemas actuales teniendo en el espíritu los tormentos vividos en los años de persecución entre 1951 y 1979. Él mismo en aquellas duras pruebas pasadas, pudo experimentar que todo estaba en las manos de Dios. Y Dios puede disponer las cosas de modo que incluso las dificultades puedan al final concurrir al bien de la Iglesia. Así podemos comprobar que no es el control del gobierno lo que puede apagar la fe. Al contrario, esto hasta puede tener como efecto el acrecentar la unidad y la vitalidad de la Iglesia. Sin duda la solución a nuestras dificultades puede no llegar mañana, pero sabemos que está cerca. 

Hay quien dice que al afrontar los problemas hay que elegir entre dos vías alternativas: o la vía del diálogo o de la defensa de los principios, ¿piensa que las dos cosas son incompatibles?

--Cardenal Tong: En cuanto a mí, prefiero el camino de la moderación, es preferible ser paciente y abierto al diálogo con todos, incluso con los comunistas. Estoy convencido que en ausencia de diálogo no es posible encontrar una soluci ón. Pero mientras dialogamos con todos, deberemos al mismo tiempo mantener firmes nuestros principios sin sacrificarlos. Esto significa que un nuevo obispo puede aceptar la consagración episcopal solo si existe el consenso del papa. A esto no podemos renunciar. Forma parte de nuestro credo, en el cuál confesamos a la Iglesia como una, santa católica y apostólica. Pero también en la defensa de la vida, los derechos inviolables de la persona humana la indisolubilidad del matrimonio, etc. No podemos renunciar a las verdades de la fe y de la moral tal como son descritas en el Catecismo de la Iglesia católica.

A veces se tiene la impresión de que algunos ambientes católicos de Hong Kong tengan la tarea de medir el grado de catolicidad de la Iglesia de China. ¿Es esta la misión de la Iglesia de Hong Kong?

--Cardenal Tong: La fe no viene de nosotros, viene siempre de Jesús y no somos ni los controladores ni los jueces de la fe de nuestros hermanos. Nosotros somos simplemente una diócesis hermana respecto a las diócesis del continente. Así si lo desean, podemos compartir con ellos nuestra experiencia y nuestra acción personal. Y si se encuentran en situaciones difíciles mientras nosotros gozamos de una mayor libertad, deseamos solamente proporcionarles nuestro apoyo. Orar para que todos guarden la fe cualquiera que sea la intensidad de las presiones que deben sufrir.

En algunos comentarios, una amplia área eclesial en China es siempre descrita como si estuviera al margen de la fidelidad a la Iglesia. Al mismo tiempo la gran devoción de los fieles chinos es reconocida. ¿Cómo se concilian las dos cosas?

--Cardenal Tong: No me parece apropiado hablar de China que es inmensa como de un todo. No me convencen afirmaciones como "la fe es fuerte en China", ni las que enfatizan lo contrario. Todo depende de las personas. Hay tantos testigos fieles de la fe que ofrecen su vida y también sus sufrimientos a Jesús y también estan aquellos que, llevados por las preocupaciones del mundo sacrifican sus principios. Estos son pocos. Por ejemplo, los sacerdotes que han aceptado recibir la ordenación episcopal sin el acuerdo del papa. Esto no está bien y no tenemos que dudar en decirlo.

Justo sobre los jóvenes obispos se concentra la atención de muchos. Según algunos, serían frágiles y habría algunos oportunistas entre ellos. ¿Qué hay que hacer? ¿Aislarlos? ¿Condenarlos? ¿Justificarlos siempre y de todos modos?

--Cardenal Tong: No, sobre todo nada de aislarlos. Primeramente es necesario orar por ellos. Lo mismo por aquellos que cometen errores manifiestos. Si alguno puede aproximarse y ser su amigo, deben exhortarles a reconocer lo que no es justo en sus decisiones. Lo mismo que deben animarles a escribir a las autoridades eclesiásticas para explicar cómo ha ocurrido todo esto y si es posible pedir perdón. Es una forma de la corrección fraterna.

¿Las divisiones entre estos dos grupos católicos los llamados "oficiales" y los "clandestinos" , tienen como único factor desencadenante las presiones y sumisiones impuestas por el gobierno?

--Cardenal Tong: Desgraciadamente no. Hay también muchas otras razones y factores. 

Incluso en China, vemos que internet que atacan a los católicos sobre cuestiones de moral o de doctrina, acusándolos de haber traicionado la fe de la Iglesia por cobardía o por oportunismo aceptando lo que pide el régimen. ¿Qué piensa usted?

--Cardenal Tong: Pienso que la corrección fraterna a la cuál hacía referencia antes, debe ejercerse con el diálogo y no a través de los ataques que se les hace por internet. 

Las dificultades vividas por la Iglesia en China afectan al vínculo con el Obispo de Roma. ¿Cree usted que al final puede haber el peligro de que este vínculo sea sentido con menos intensidad por los fieles y el clero?

--Cardenal Tong: En China sigo constatando una gran devoción por el papa. Aman al santo padre, esto es seguro. Están bajo presión en este punto. Se les impide tener relaciones normales con el sucesor de Pedro. Por esta razón el amor es todavía mas fuerte. Diría que es casi natural. 

¿Es verdad eminencia que estuvo presente en la ordenación episcopal de monseñor Aloysius Jin Luxian, que tuvo lugar hace 27 años?

--Cardenal Tong: Sí, estuve presente. Fué en 1985 yo era aún sacerdote de la diócesis de Hong Kong y desde 1980 dirigía el Centro de Estudios del Espíritu Santo. Jin Luxian me pidió estar presente. Deseaba que le apoyara. Me dijo que había estado en prisión, que deseaba conservar su fe y su pertenencia a la Santa Sede y que enviaba cartas a Roma para manifestar su sumisión a la Sede Apostólica y a la Primatura de Pedro. Me dijo actuar en conciencia y que le parecía que la única solución era aceptar esta consagración episcopal. A la vista de las circunstancias le parecía necesario sostener a la diócesis de Shanghai y salvar a la Iglesia local y el seminario. Hace 7 años, la Santa Sede ha aceptado su petición y le ha reconocido como el obispo legítimo de la diócesis de Shanghai, pero estas son cosas del pasado, es importante mirar hacia el futuro. 

Mirando hacia el futuro, ¿qué ha aprendido de esas experiencias pasadas?

--Cardenal Tong: He aprendido que time can prove, el tiempo puede dar cuenta de las cosas. A veces, sólo a largo plazo puedes reconocer si una cosa es justa o equivocada, si una elección ha sido dictada por buenas o malas razones. En la inmediatez transitoria del momento no puedes juzgar claramente las cosas. A la larga emerge la verdadera intención de las personas. Las situaciones son a veces complicadas en China. Estamos bajo presión y a veces faltan interlocutores para discutir las decisiones en profundidad. Pero si haces tu elección teniendo en el corazón el amor de Jesús y de la Iglesia, la buena intención se verá verificada con el tiempo.

¿Qué significa esto respecto a las controversias que afectan actualmente la Iglesia de China?

--Cardenal Tong: No hay que centrarse en un solo punto, controlar cada una de las decisiones tomadas por cada uno de los miembros de la Iglesia de China, esperando que sea perfecta en toda situación y en todo momento. ¡Somos seres humanos, somos seres humanos!. Todos cometemos errores y caemos muchas veces en el camino. Pero luego se puede pedir perdón. Si en cambio cada error es aislado y se convierte en motivo de condena sin apelación, ¿qiuén se puede salvar? Es a la larga donde se ve si un sacerdote tiene una buena intención en su corazón. Se ve si ha actuado por amor a Dios, de la Iglesia y del pueblo, incluso si ha cometido errores. Esto es importante: descubrir que las personas perseveran en la fidelidad porque son tocadas por el amor de Jesús incluso en situaciones difíles. Al final, todo el mundo lo verá. Y ciertamente Dios lo ve, Él, que escruta el corazón de cada uno de nosotros. 

Traducido del francés por Raquel Anillo