MANAGUA, miércoles 25 abril 2012 (ZENIT.org).- «No tengan miedo… todos ustedes, jóvenes, que me escuchan… ¡No tengan miedo de decirle sí al Señor!… A mis 38 años de sacerdocio puedo decirles que soy feliz de haberle respondido que sí a Dios y de seguirlo haciendo cada día…». Con estas palabras finalizaba monseñor Leopoldo Brenes, arzobispo de Managua, una entusiasta homilía durante la celebración eucarística en la catedral de Managua, este III Domingo de Pascua, con la cual inició oficialmente la Semana de Oración por las Vocaciones en la Archidiócesis.
Del 22 al 29 de Abril se celebra una Jornada de Oración por las Vocaciones, en preparación para la Gran Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que cada año se realiza el IV Domingo de Pascua, en la fiesta del Buen Pastor. Monseñor Brenes se mostró muy entusiasmado por celebrar la Eucaristía junto a sacerdotes que ejercen su ministerio en la Formación Sacerdotal, seminaristas y el pueblo santo de Dios.
Concelebraron junto al arzobispo los sacerdotes: Rodolfo Paizano, rector del Seminario de La Purísima; César Castillo, del de Fátima; Omar Iván Santos, del Redemptoris Mater; Alejandro Martínez, del de La Asunción; Edgard Rodríguez, Pastoral Vocacional Archidiocesana; José Santos, formador de Fátima; Julio McNally, formador de Fátima; Calor Handal, vicario de catedral; y Rodolfo López, vicario de catedral. Además asistieron los ocho seminaristas que actualmente pertenecen al Seminario Menor de la Archidiócesis y 44 que cursan el Año Propedéutico en el Seminario Nacional Nuestra Señora de Fátima. En total, en la Provincia Eclesiástica de Nicaragua existen más de 300 seminaristas mayores pertenecientes a las diversas diócesis.
Durante la homilía, monseñor Brenes desarrolló el tema de la llamada, enmarcándolo en el mensaje del papa Benedicto para la Jornada Vocacional de este año titulado: «Las Vocaciones, don de la caridad de Dios». La predicación del arzobispo se centró en tres aspectos: El origen de toda vocación en Dios, el llamado de los apóstoles y la necesidad de oración para que tengamos buenas, santas y sanas vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa.
El arzobispo inició señalando que «es Dios quien llama, la iniciativa es suya, y ese es el gran misterio de la Vocación… No se trata, pues, de un deseo personal o de familia, ¡No! – enfatizó – la Vocación es una iniciativa que viene directamente de Dios… Por eso la oración colecta en la primera Misa de un sacerdote dice: ´Me has llamado sin méritos propios`… toda Vocación nace del amor infinito de Dïos, como señala el Papa Benedicto en su mensaje para este año…».
Se refirió al llamado de los apóstoles, donde se manifiesta claramente esta realidad misteriosa de la vocación; pues fue Jesús mismo quien fijó su mirada en cada uno de ellos y «los fue llamando por su nombre… Lo importante en todo esto es saber responder para derjarto todo por seguirle». Los apóstoles dejaron todas sus seguridades para entregarse por completo al Señor, superanto barreras como su propia vanidad. Pero para que esto fuera posible señaló: «ellos tuvieron una verdadera experiencia de encuentro y convivencia con Jesucristo; siempre me ha llamado la atención aquella frase de los Hechos de los Apóstoles que dice:`De eso somos testigos`… ¡Sí!, a eso mismo estamos llamados los sacerdotes, a dar testimonio de esa maravillosa experiencia del encuentro con Cristo, poder tocarlo, Él es una persona viva y real, cuya presencia está permanentemente en el mundo… de manera que, el que se siente llamado ha de ser verdadero testigo de Jesucristo».
Finalmente, el tercer eje sobre el cual se desarrolló la homilía fue la oración. El papa, en su mensaje, invita a todos los cristianos a orar para que florezcan cada vez más vocaciones en las comunidades y familias; debe proponerse a los jóvenes la opción vocacional, puede que muchos estén sintiendo el llamado sin saber de qué se trata. En este sentido, monseñor Leopoldo afirmaba: «todos podemos comprometernos esta semana para pedirle al Señor por las vocaciones, dediquemos un minuto cada día y ofrezcámoselo a Dios para que siga suscitando en los corazones de los jóvenes el deseo de seguirle y entregar su vida a su servicio».
«No olviden tampoco los sacerdotes y seminaristas que hemos de mantenernos afianzados en Cristo a través de su Palabra, donde Él nos habla; la oración, donde le hablamos nosotros a Él; y sobre todo al Eucaristía, donde podemos contemplar la inefable grandeza de la caridad de Dios… Necesitamos de buenos pastores que tengan una experiencia de Jesucristo resucitado… Precisamente esta es la tarea de los formadores del Seminario durante los ocho años de formación, propiciar en los jóvenes el encuentro con Cristo para que tenga una profunda experiencia de Él, y así puedan afirmar con los Apóstoles: `de eso somos testigos`».