Por José Antonio Varela Vidal
ROMA, lunes 30 abril 2012 (ZENIT.org).- A medida que pasa el tiempo, se descubren más riquezas dejadas por el ahora beato Juan Pablo II, sea a la Iglesia como al mundo entero. Grandes mensajes e intervenciones a favor de los pueblos, así como intermediaciones reservadas, muestran la grandeza del corazón de un papa que pensaba y rezaba por todos. También se ha sabido que ese corazón había sido forjado desde muy joven por la imitación de Jesús Misericordioso, gran devoción de su Cracovia natal, y que él mismo impulsó desde su pontificado, dejando así una riqueza para la fe en estos tiempos difíciles.
A un año de la beatificación del papa polaco, visitamos la iglesia del Espíritu Santo en Sassia, a la que muchos reconocen ya como el «santuario de la Divina Misericordia» –y también de Juan Pablo II–, dada la cantidad de peregrinos que la visitan. Allí se detienen ante una reliquia que contiene su sangre y un óleo a gran tamaño del nuevo beato, bendecido años atrás por su exsecretario y hoy cardenal de Cracovia, el arzobispo Stanisław Dziwisz.
Otros llegan hasta allí para contemplar el sillón que usó el beato en su visita y el cual utiliza y se encomienda cada día el rector de la iglesia, monseñor Josef Bart, con quien ZENIT pudo conversar en medio de una agitada jornada (cualquiera). Él, como polaco, empeña todos sus esfuerzos en hacer que se conozca el don de la Divina Misericordia y a sus dos grandes apóstoles: santa Faustina Kowalska y el beato Juan Pablo II.
Esta iglesia está muy ligada a Juan Pablo II, ¿verdad?
–Mons. Josef Bart: Sí, la iglesia del Espíritu Santo en Sassia, que está a pocos pasos de la basílica de San Pedro, es una iglesia que el beato Juan Pablo II, por decisión personal, dedicó al culto de la Divina Misericordia. Él trajo hasta la sede de Pedro, desde su Cracovia natal –la capital de la Divina Misericordia–, este gran mensaje enviado a santa Faustina Kowalska; y quiso que aquí, desde el corazón mismo del cristianismo, se elevara el grito a la misericordia de Dios.
Y ahora se ha convertido también en un santuario para Juan Pablo II…
–Mons. Josef Bart: Por supuesto, ya que esta iglesia fue dedicada por Juan Pablo II a la Divina Misericordia, de la que hizo un gran clamor durante su pontificado. Después de su muerte, en esta iglesia hay una capilla lateral dedicada a él con sus reliquias, que es una gota de sangre depositada en un relicario antiguo. Su presencia y su reliquia están para ayudar a aquellos que vienen a esta iglesia a recibir este gran patrimonio que Juan Pablo II nos dejó, junto a santa Faustina.
En este último año, después de la beatificación, ¿la gente visita mucho esta capilla?
–Mons. Josef Bart: Dado que Juan Pablo II murió en la víspera de la fiesta de la Divina Misericordia, sin duda mucha gente después de su muerte ha redescubierto este gran mensaje. Desde su muerte ha aumentado considerablemente la afluencia de peregrinos en esta iglesia, sea para venerar la imagen de la Divina Misericordia, como para honrar el gran apóstol de la Divina Misericordia que fue Juan Pablo II, y a santa Faustina.
¿Qué rol cumplió esta iglesia un año atrás durante la beatificación?
–Mons. Josef Bart: Debemos recordar que el papa Benedicto XVI eligió el domingo de la Divina Misericordia para elevar a los altares a Juan Pablo II, precisamente por esta estrecha relación entre el pontificado de Juan Pablo II y el mensaje de la Divina Misericordia. El papa ha dicho que se puede resumir todo el anuncio del pontificado de Juan Pablo II como el anuncio de la Divina Misericordia. Por eso en aquel día, en la iglesia hemos distribuido cerca de 100.000 sagradas comuniones.
¿Ha oído a algunas personas hablar de gracias recibidas por intercesión del beato Juan Pablo II?
–Mons. Josef Bart: La gente todos los días, cuando viene a este santuario y se acerca a las reliquias de Juan Pablo II, deposita cartas escritas con diversas intenciones y pide por la conversión, o también por el retorno de un hijo que desde hace mucho tiempo no ha regresado a la familia. También piden por los niños enfermos, ya que nuestra iglesia está cerca del hospital Niño Jesús, y los padres de familia vienen a rezar y a pedir gracias.
¿Ha leído cartas donde los fieles agradecen por alguna gracia recibida?
–Mons. Josef Bart: Alguno ha encontrado la gracia del trabajo, sobre todo ahora que estamos en una gran crisis económica y muchas personas han perdido sus puestos de trabajo. Sabemos que Juan Pablo II fue obrero y apreciaba el trabajo, y ha luchado durante su pontificado para que cada hombre tenga derecho al trabajo.
En este último año, ¿qué reconoce la gente del nuevo beato, en la medida que lo conoce?
–Mons. Josef Bart: Juan Pablo II era un hombre de gran coraje. No nos olvidemos que inició su pontificado diciendo: «¡No tengan miedo!». Hoy en día, donde nos enfrentamos a muchos problemas en el mundo, sea de orden material como espiritual, las personas que sienten la tentación de caer en la desesperación, la tristeza, la angustia y la soledad, encuentran en el pontificado de Juan Pablo II –en su figura, en la rica enseñanza que nos ha dejado–, la gran valentía para fijar la mirada en Cristo y confiar en su misericordia infinita, de la cual proviene toda gracia.
¿Juan Pablo II visitó esta iglesia?
–Mons. Josef Bart: Sí, el 23 de abril de 1993 vino a esta iglesia para donarnos este gran icono de Jesús Misericordioso, y en esta iglesia por primera vez dio la solemne bendición con esta imagen. Todavía no era oficial el domingo de la Divina Misericordia.