CIUDAD DE MÉXICO, lunes 23 abril 2012 (ZENIT.org).- La madre María Inés Teresa del Santísimo Sacramento fue beatificada este sábado en México por el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos de El Vaticano, cardenal Angelo Amato, en representación del papa Benedicto XVI.
En una ceremonia llevada a cabo en la Basílica de Guadalupe, la religiosa, fundadora de las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento y de los Misioneros de Cristo para la Iglesia Universal, fue declarada beata, paso previo para la canonización.
“Eminencia reverendísima cardenal Angelo Amato como obispo de la Diócesis de Cuernavaca y a nombre de la Familia Inesiana, le pido humildemente trasmita al santo padre Benedicto XVI, nuestra profunda gratitud por haber proclamado beata a la venerable sierva de Dios madre María Inés Teresa del Santísimo Sacramento”.
Fueron las palabras del obispo Alfonso Cortés, después de que el enviado del santo padre diera lectura al texto de la carta apostólica por la que su santidad anuncia la inscripción en el Libro de los Beatos de la religiosa mexicana.
En el momento de la proclamación, se descubrió un tapiz gigante de Manuela de Jesús Arias Espinosa, nombre de nacimiento de la religiosa.
Aplausos prolongados ante la imagen, mientras una reliquia de la nueva beata era llevada en procesión hasta colocarla en su lugar en el presbiterio por la madre general Julia Meijueiro y Francisco Javier Carrillo Guzmán, el niño al que María Inés Teresa del Santísimo Sacramento salvó de la muerte, y que permitió con su sanación comprobar el milagro hecho por la hoy beata. Fue el 27 junio de 2011, cuando el papa Benedicto XVI avaló el milagro atribuido a la monja.
Durante la homilía, el cardenal Amato dijo que ésta beatificación es otro don que el santo padre hace a la Iglesia y a todo el pueblo mexicano.
“El papa ama a su noble patria. A ella ha venido como peregrino para alentarles a ser firmes en la esperanza (...). Ustedes merecen superar todas las dificultades para vivir serenamente en la solidaridad y en la concordia. La visita del santo padre ha sido una inyección de ánimo para un futuro de paz, concordia y bienestar”, agregó el cardenal Amato ante miles de fieles que acudieron a la celebración.
En sus palabras, definió el carisma personal de María Inés Teresa del Santísimo Sacramento: “Era generosa en el trabajo, ferviente en la oración, humilde, sacrificada y siempre dispuesta a la ayuda”.
La ceremonia, que duró aproximadamente tres horas, fue concelebrada por el cardenal Norberto Rivera Carrera y el nuncio apostólico Christophe Pierre, así como por unos cuarenta obispos mexicanos de diversas diócesis del país.
Conocida afectuosamente como “Manuelita”, la monja profesó en el Monasterio del Ave María el 12 de diciembre de 1930, y a partir de entonces pasó varias etapas de vida religiosa hasta emitir su profesión perpetua el 14 de diciembre de 1933.
Su vida enclaustrada duraría hasta 1949. Cuatro años antes sor María Inés Teresa había recibido la noticia de que en Roma se había firmado la autorización para fundar las Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento, una nueva congregación católica con un ideal contemplativo y apostólico que oficialmente nacería el 23 de agosto de 1945 en la ciudad de Cuernavaca. El 22 de junio de 1951, la Santa Sede avaló la nueva orden religiosa de manera definitiva.
Posteriormente las religiosas extenderían su acción evangélica por diversos países de Asia y África, Estados Unidos y varias naciones de Latinoamérica y Europa.
La congregación de las Misioneras Clarisas se afianzó aún más el 5 de enero de 1953, cuando la Santa Sede autorizó la formación de las Vanguardias Clarisas, un movimiento laico que se desarrollaría en paralelo a la orden religiosa.
Las misioneras se caracterizan por ser una congregación eucarística, mariana y misionera, que lleva una vida contemplativa-activa, y que tienen como base la adhesión a la voluntad divina, fuente de alegría, y como centro, a Jesucristo.
Profesan los votos de castidad, pobreza y obediencia, y testimonian el amor fraterno “siempre en un espíritu de comprensión y servicio, vividos en amor y paz, siendo la caridad lo que la impulsa a vivir ya no para sí, sino para toda alma necesitada”.
No dejó textos a sus compañeras de congregación, pero sí una labor que permitió dejar creadas 36 casas de misioneras por 14 países del mundo, así como trabajos de misión por sacerdotes en Sierra Leona y México.
La nueva beata nació en Ixtlán del Río, Nayarit, el 7 de julio de 1904 y murió el 22 de julio de 1981 en Roma, Italia, pocos meses después de haber sido recibida por el entonces papa Juan Pablo II, el 9 de diciembre de 1980.
Fue la quinta de ocho hermanos nacidos en el seno de una familia cristiana. A los siete años recibió la primera comunión. Su vocación surgió en 1924, y cinco años después ingresó en el Monasterio del Ave María.
Eran los años de la persecución religiosa derivada de la Guerra Cristera (1926-1929) y el monasterio se había trasladado hasta Los Ángeles, Estados Unidos.
Fundadora de las congregaciones de las Misioneras Clarisas (1945) y de los Misioneros de Cristo por la Iglesia Universal (1979).
Creada a mediados del siglo pasado la congregación de las misioneras, que se rige por el lema Oportet illum regnare (Urge que Cristo reine) y con presencia en 14 países, fue el legado principal de esta nueva beata.