MADRID, jueves 4 octubre 2012 (ZENIT.org).- La Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española (CEE) ha celebrado su CCXXV reunión durante los días 2 y 3 de octubre, en Madrid.
Los obispos han aprobado una Declaración sobre la actual situación social y económica, que afecta a tantas personas y familias. Con este texto, titulado Ante la crisis, solidaridad los obispos quieren expresar, una vez más, el sentir de la Iglesia en España ante la grave situación que atravesamos, y prestar su voz a la exhortación y la clarificación. Ya lo han venido haciendo, con particular intensidad desde 2008, con gestos de estímulo a la caridad, como los donativos extraordinarios a Cáritas, y con documentos como por ejemplo la Declaración ante la crisis moral y económica (Asamblea Plenaria, noviembre 2009), que apuntaba a las causas y a las víctimas de la crisis, y animaba a ir hasta el fondo de sus raíces espirituales y morales, exhortando al mismo tiempo a la solidaridad de todos y al compromiso de la Iglesia. En el vigente Plan Pastoral de la CEE, aprobado este mismo año, también se hace una llamada expresa a “continuar la reflexión y a agradecer y estimular la caridad efectiva, la que pasa de las palabras a los hechos”.
Ahora, en la Declaración Ante la crisis, solidaridad los obispos se refieren a la coyuntura actual: “tememos que la crisis o, al menos sus efectos no hayan tocado fondo todavía”; reconocen el gran esfuerzo que muchas personas están haciendo en medio de las dificultades; y piden a las autoridades que velen “por que los costes de la crisis no recaigan sobre los más débiles”. “Tampoco se oculta a nadie –señalan– que la tensión social crece y que determinadas propuestas políticas han venido a añadir elementos de preocupación en momentos ya de por sí difíciles. Ante esta situación, creemos que es nuestro deber dirigir en especial a los católicos, pero también a todos los que deseen escucharnos, unas palabras que quieren aportar luz y aliento en el esfuerzo que resulta hoy especialmente necesario para la consecución del bien común”. Y lo hacen dirigiéndose a todos ellos con una triple invitación: a la fe, a la caridad y a la esperanza.
“Ante todo, invitamos a la fe”, subrayan los obispos, porque “cuando se cierra el horizonte de la fe, al verdadero conocimiento y amor de Dios, el corazón del hombre se empequeñece (…) No será posible salir bien y duraderamente de la crisis sin hombres rectos, si no nos convertimos de corazón a Dios”.
“Invitamos también a la caridad” –prosiguen en el texto-, porque, citando la carta encíclica de Benedicto XVI Porta Fidei, “la fe sin la caridad no da fruto y la caridad sin la fe sería un sentimiento constantemente a merced de la duda”. Los obispos señalan que la caridad se expresa de muchos modos respecto del prójimo, porque abarca todas las dimensiones de la vida: la personal, la familiar, la social y la política, y ponen el acento en que uno de los aspectos más dolorosos y preocupantes de la actual situación es la forma en la que los jóvenes están sufriendo de un modo muy intenso los efectos de la crisis y se están viendo afectados por la falta de trabajo en porcentajes difíciles de soportar.
Al referirse a la caridad que afecta directamente a las relaciones políticas, inciden en que “el malestar social y político debería ser para todos un reclamo a la búsqueda sincera del bien común y al trabajo por construirlo entre todos. Este malestar no debería ser alimentado como excusa para la promoción de ningún interés político o económico particular, a costa del interés general, tratando de aprovechar en beneficio propio el descontento o el sufrimiento de muchos”. Se recuerda una de las formas de “caridad social para el fortalecimiento de la moral de la vida pública” a las que se hacía referencia en la Instrucción PastoralOrientaciones morales ante la situación actual de España, aprobada por la Asamblea Plenaria en noviembre de 2006. “Reconociendo, en principio, la legitimidad de las posturas nacionalistas verdaderamente cuidadosas del bien común, se hacía allí una llamada a la responsabilidad respecto del bien común de toda España que hoy es necesario recordar. Ninguno de los pueblos o regiones que forman parte del Estado español podría entenderse, tal y como es hoy, si no hubiera formado parte de la larga historia de unidad cultural y política de esa antigua nación que es España. Propuestas políticas encaminadas a la desintegración unilateral de esta unidad nos causan una gran inquietud. Por el contrario, exhortamos encarecidamente al diálogo entre todos los interlocutores políticos y sociales. Se debe preservar el bien de la unidad, al mismo tiempo que el de la rica diversidad de los pueblos de España”.
A la Declaración sobre la crisis, los obispos adjuntan, como anexo, los puntos del 70 al 76, ambos inclusive, de la mencionada Instrucción Pastoral, donde las exigencias morales que, a ese respecto, en la delicada situación de crisis que hoy nos afecta a todos, se presentan con particular urgencia.
Los obispos concluyen invitando a la esperanza: “la crisis puede ser también una ocasión para la tarea apasionante de mejorar nuestras costumbres y de ir adoptando un estilo de vida más responsable del bien de la familia, de los vecinos y de la comunidad política. La virtud teologal de la esperanza alimenta las esperanzas humanas de mejorar, de no ceder al desaliento”. “La comunidad quiere y debe ser un signo de esperanza” y los obispos, en concreto, terminan la Declaración haciendo una llamada a todos a dar “en nuestra vida signos de esperanza para los demás, por pequeños que sean” y pidiendo expresamente a quienes corresponda que den un signo de esperanza “a las familias que no pueden hacer frente al pago de sus viviendas y son desahuciadas. Es urgente encontrar soluciones que permitan a esas familias –igual que se ha hecho con otras instituciones sociales – hacer frente a sus deudas sin tener que verse en la calle. No es justo que, en una situación como la presente, resulte tan gravemente comprometido el ejercicio del derecho básico de una familia a disponer de una vivienda. Sería un signo de esperanza para las personas afectadas. Y sería también un signo de que las políticas de protección a la familia empiezan por fin a enderezarse. Sin la familia, sin la protección del matrimonio y de la natalidad, no habrá salida duradera de la crisis. Así lo pone de manifiesto el ejemplo admirable de solidaridad de tantas familias en las que abuelos, hijos y nietos se ayudan a salir adelante como solo es posible hacerlo en el seno de una familia estable y sana”.
Se puede leer la declación completa en: http://www.conferenciaepiscopal.es/index.php/documentos-permanente/3113-ante-la-crisis-solidaridad.html.