BARCELONA, domingo 7 octubre 2012 (ZENIT.org).- Los obispos de la Conferencia Episcopal Tarraconense han hecho pública una nota ante las próximas elecciones al Parlamento de la comunidad autónoma de Cataluña. Ofrecemos el texto de la nota.
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El Pueblo de Cataluña ha sido convocado a elegir a sus representantes en el Parlamento. Esta convocatoria de elecciones democráticas se hace en un momento particularmente delicado, sobre todo, por la situación de crisis económica grave que atraviesa nuestra sociedad, y también por la trascendencia de las opciones políticas para el futuro.
La Iglesia quiere continuar sirviendo a la sociedad catalana, como ha hecho a lo largo de los siglos, reconociendo los cambios profundos, sociales y culturales que se han producido en los últimos años y también los que se están produciendo en estos últimos meses. Lo hace teniendo presente aquellas palabras emblemáticas con las que se iniciaba la Constitución Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II, de cuyo inicio celebramos el 50º. aniversario: «Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón.» (G.S. nº1).
De acuerdo con este espíritu, los Obispos de la Conferencia Episcopal Tarraconense queremos recordar a todos los católicos y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, que viven y trabajan en Cataluña, la necesidad de respetar en todo momento los principios éticos fundamentales, que han sido expresados por el pensamiento social de la Iglesia: la dignidad de toda vida humana, desde la concepción a su muerte natural; el valor de la democracia, el diálogo y la voluntad de acuerdo, como formas de resolución de conflictos; el deber de todos, especialmente los gobernantes, de favorecer siempre el bien común como objetivo prioritario; la importancia de la justicia distributiva y de la justicia social para regular la economía de mercado; la atención solidaria a los más vulnerables; la defensa de los derechos de las personas y de los pueblos, y el respeto a las minorías, como base irrenunciable de cualquier construcción política; el rechazo de toda actitud dirigida a atizar la división social o la violencia; la promoción de la paz y la fraternidad entre los hombres y los pueblos.
En un régimen democrático, cada ciudadano debe poder manifestar las propias convicciones y hacer camino con los otros, pensando que «una sociedad que, en todos sus niveles, quiere positivamente estar al servicio del ser humano es la que se propone como meta prioritaria el bien común, en tanto que bien de todos los hombres y de todo el hombre» (Compendio Doctrina Social de la Iglesia nº 165).
También queremos subrayar que las elecciones democráticas exigen el derecho y el deber de ejercer el propio voto, con libertad y responsabilidad. Estos requisitos se cumplen sólo si los ciudadanos, además de disfrutar de las condiciones externas que aseguren la ausencia de coacción, también reciben una información verídica y completa de las diferentes opciones políticas, de manera que puedan hacerse un juicio responsable en el momento de decidir su voto. Como ya decíamos hace un año, «Hoy se han manifestado nuevos retos y aspiraciones, que afectan a la forma política concreta en la que el pueblo de Cataluña debe articularse y cómo se quiere relacionar con los demás pueblos hermanos de España, en el contexto europeo actual. Como pastores de la Iglesia, no nos corresponde a nosotros optar por una determinada propuesta a estos nuevos retos, pero defendemos la legitimidad moral de todas las opciones políticas que se basen en el respeto de la dignidad inalienable de las personas y de los pueblos y que busquen con paciencia la paz y la justicia. Y animamos el camino del diálogo y el entendimiento entre todas las partes interesadas para conseguir soluciones justas y estables, que fomenten la solidaridad y la fraternidad. El futuro de la sociedad catalana está íntimamente vinculado a su capacidad para integrar la diversidad que la configura» (Al servicio de nuestro pueblo, 2011, nº 5).
Finalmente, hay que tener presente el deber de los ciudadanos de participar activamente en las elecciones legítimas, como miembros responsables de la sociedad, y así mismo exhortamos a todos los cristianos que intensifiquen su oración para pedir que los futuros acontecimientos políticos favorezcan el bien común, la verdad, la justicia y la paz.
Barcelona, 5 de octubre de 2012