CIUDAD DEL VATICANO, domingo 14 octubre 2012 (ZENIT.org).- Benedicto XVI, al comentar el evangelio de la liturgia de hoy, en el Ángelus, ha tratado el tema de la riqueza. Las circusntancias no son lo que impide vivir la vida evangélica sino lo que se hace en ellas. La historia de la Iglesia está llena de ejemplos de gente rica que ha utilizado sus propios bienes de una manera evangélica, recordó el papa.
«Jesús nos enseña que es muy difícil para un hombre rico entrar en el reino de Dios, pero no imposible», dijo Benedicto XVI. La riqueza, en principio, se interpone en el camino de Jesucristo, que –como escribe el apóstol Pablo–, «siendo rico, por vosotros se hizo pobre, a fin de enriquecerlos con su pobreza».
En realidad, lo importante de este relato es el encuentro con Jesús y la respuesta a su llamada. Al joven que tenía muchos bienes «por un lado le atrae, como a todo el mundo, la plenitud de la vida; y por el otro, acostumbrado a confiar en su propia riqueza, piensa que la vida eterna de alguna manera se puede ‘comprar’, quizás observando un mandamiento especial», dijo Benedicto XVI.
«Pero Jesús también entiende –añadió el papa- lo que es la debilidad de aquel hombre: es su apego a sus muchas posesiones».
El santo padre citó a san Clemente de Alejandría: «La parábola enseña que los ricos no deben descuidar su salvación, como si estuvieran condenados, ni deben echar por la borda la riqueza ni condenarla como insidiosa y hostil a la vida, sino tienen que aprender de qué modo obtener riqueza y ganarse la vida».
«La historia de la Iglesia está llena de ejemplos de gente rica que ha utilizado sus propios bienes de una manera evangélica, alcanzando incluso la santidad. Pensemos solo en san Francisco, en santa Isabel de Hungría o en san Carlos Borromeo», dijo Benedicto XVI.
Se puede leer el texto íntegro de la introducción al Ángelus en: http://www.zenit.org/article-43362?l=spanish.
Luego, saludó a los peregrinos de lengua española: «La liturgia de la Palabra de este domingo nos pide una adhesión incondicional a la persona de Jesucristo, de modo que, superando el mero cumplimiento externo y formal del precepto divino, seamos capaces de poner nuestro corazón en el Único que da la vida. Que la Santísima Virgen, Sede de la Sabiduría, nos ayude a acoger el don de la fe, para que, abandonados en el amor de Dios, respondamos con generosidad a su llamada», les dijo el papa.
Por N.S.M.