Por H. Sergio Mora
ROMA, lunes 22 octubre 2012 (ZENIT.org).- Mientras el portavoz vaticano anuncia que los detalles de la delegación sinodal que enviará Benedicto XVI a Siria no están acabados, el patriarca de Antioquía y de todo Oriente, Gregorios III Laham, en conferencia realizada este sábado en el aula Pio IX del palacio San Calixto, indicó que la reconciliación es fundamental para Siria, y consideró que la delegación que viajará a su país llevará la sensibilidad de toda la Iglesia
Benedicto XVI decidió la semana pasada enviar a Siria una delegación de alto nivel para tratar de abrir una posibilidad de salida a la inmane crisis que aflije a este país.
Al inicio de la conferencia organizada por la fundación católica Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN), el patriarca se presentó: «Soy el patriarca griego católico melquita, con sede en Damasco, y en todo el mundo un arzobispo, por así decir ‘un pequeño papa en comunión con Roma’. Soy presidente de la jerarquía católica en Siria, ciudadano de dicho país. Tengo los pasaportes sirio, palestino, libanés y vaticano. Amo al mundo árabe y a estos países».
Citando a un escritor, el patriarca añadió: «Nosotros somos árabes si bien no musulmanes, orientales pero no ortodoxos, católicos aunque no latinos. Una Iglesia sin fronteras en el corazón del mundo árabe, una Iglesia de los árabes en un mundo con mayoría musulmana».
Al abrir la conferencia se persignó, «y lo hago –dijo- también cuando me invitan los musulmanes. A ellos le agrada porque me invitan en cuanto católico». Y precisó: «Porque tenemos una identidad y no porque estamos unos contra otros».
Sobre la delegación que viajará a Siria compuesta por integrantes del actual sínodo de obispos que se realiza en Roma sobre nueva evangelización indicó: «Es hermoso ver que esta visita es en nombre de la diplomacia vaticana y en nombre de la Iglesia de todo el mundo, como lo demuestra la elección de los cardenales y obispos, provenientes de diversos países del mundo».
Recordó justamente la participación de los cardenales Laurent Mosengwo Pasinya, arzobispo de Kinshasa; Jean-Louis Tauran, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso; Timothy Dolan, arzobispo de Nueva York; Fabio Suescun Mutis, ordinario militar en Colombia; Joseph Nguyen Nang, obispo de Phat Diem.
Una composición muy interesante –opinó- porque lleva la sensibilidad de toda la Iglesia. Y concluyó: «Espero que sea una voz en el desierto de la desinformación, mentiras e hipocresía».
El patriarca subrayó que en su país la idea de la reconciliación «no es una parodia, al punto que el Gobierno ha instituido un ministerio para lograr la misma. Un punto de apertura que demuestra que existe una mente abierta en esta Siria tan maltratada por todos».
Y añadió que «la reconciliación es una palabra que va más allá de la crisis política. Siria tiene una crisis relacionada con Palestina y del mundo árabe». Y que la «reconciliación es una palabra que vale también ante la división existente entre Occidente y Oriente».
Siria es un país en donde la guerra no tiene una cara –dijo su beatitud citando el comentario de un periodista- y por ello tiene una enorme carga de mentira e hipocresía».
Recordó que la libertad religiosa en su país «no es un regalo de régimen» y que alguien dijo «que el extremismo islámico lleva la historia a mil años hacia atrás».
«Tenemos más libertad que los musulmanes. Aquí los cristianos pueden decir las cosas sin tanta cautela» y sobre la libertad religiosa añadió: «Tenemos libertad religiosa, juventud, procesiones, todo lo que ustedes tienen y a veces aún más. Se puede caminar de una iglesia a otra por la calle sin problemas».
¿Qué nos traerán quienes quieren venir después?, se preguntó el patriarca, y relanzó su pregunta: ¿En Kuwait, Arabia Saudita existe libertad?. Y comentó que en algunos países no pueden permitir que un religioso camine por la calle con hábitos, no porque son malos, sino porque obtener un estatus de libertad religosa implica tiempo. Y que ese estatus en Siria ya existe.
Sor Mariam de la Croix, coordinadora del movimiento Mushalá, que en árabe significa «reconciliación», lamentó que en el sufrimiento de esta guerra, «los medios no hayan subrayado que el pueblo no la quiere».
«Sufrimos fortísimas presiones de todas las partes, nos pintan como los malos. Hace un año, en un gran encuentro en la costa de Siria, con miles de representantes de la sociedad civili, se hizo un pacto: no vender armas unos contra los otros. Y es la población quien no quiere entrar en la tentación de una guerra civil» dijo.
El padre Ibrahim originario de Damasco, presente en Roma por motivos de estudio, comentó una experiencia como franciscano sobre la convivencia existente a dos pasos del patriarcado melquita: «Había musulmanes y judíos que enviaban a sus hijos a estudiar en las escuelas católicas y allí la gente vivía con tanta paz».
Añadió que la gente, al ver un hábito de religioso, musulmán o cristiano se pone de pié. Y es muy fácil entablar con un taxista un diálogo interreligioso de buen nivel.
Añadió algunas impresiones de su llegada a Israel después de esperar nueve meses un visado y donde vio a tantos soldados por las calles. Al ir a la Universidad Hebraica de Jerusalén vistiendo el hábito de franciscano, «encontré tantos sacerdotes que estudiaban allí, y después del miedo aparente entramos en contacto cara a cara con judíos y ortodoxos. Y muchos viéndome me saludaban también sin conocerme».
En el pasado indicó que en Siria «no se veía esa arrogancia de los fundamentalistas». Y que ahora con este terremoto «veo un despertar, pues la gente recuerda ese don de la paz en la que habíamos vivido».
Treinta años atrás, los cristianos eramos el 32% y hoy somo el 8%. La reconciliación es dura, no es fácil, si bien es el camino, indicó el sacerdote.
El día después de la conferencia, el domingo 21, se realizó una misa por los cristianos sirios y por todo el Medio Oriente. Fue en la basílica de Santa María en Cosmedín, una de las más antiguas de Roma (en donde se encuentra –en el ingreso- la «boca de la verdad»).