El presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, cardenal Marc Ouellet, ha escrito un mensaje con motivo de la Jornada Hispanoamericana que se celebrara el próximo 3 de marzo.
El purpurado, en el mensaje “América, puerta abierta a la misión”, publicado hoy parcialmente por Radio Vaticano, reivindica la “irrenunciable llamada al empeño misionero”, en particular durante el Año de la Fe.
Empeño que encuentra su empuje en el amor de Cristo y que “ha sido y sigue siendo el mejor indicador de la vitalidad de la fe de la Iglesia y de sus comunidades cristianas”.
“Más de la mitad de los católicos de todo el mundo vive en el continente americano”, ha indicado el cardenal, y esto debido a que “la fe suscitada y alimentada por millares de sacerdotes diocesanos, religiosos, religiosas y laicos provenientes de España fue llevada adelante hasta nuestros días, gracias al empeño misionero”.
El purpurado subraya la importancia de la “conversión pastoral” para la nueva evangelización que necesita América Latina, “ante la realidad de los cambios tan profundos que se están registrando en el interior de su sociedad”.
Tal cambio tiene lados positivos, “como el crecimiento económico que llevó a un crecimiento de la clase media y al desarrollo de nuevos areópagos en el sector de la política, de la universidad y de los medios de comunicación”.
No faltan los lados negativos, escribe, como “la marginación de algunos sectores, la pobreza y el sufrimiento que se encuentran en las periferias de las grandes ciudades, la soledad de los ancianos, el abandono de las mujeres, los inmigrantes que son sujetos a todo tipo de violencia, las víctimas del alcoholismo, de la tóxicodependencia y de la delincuencia”.
Además de otros factores, como “la cultura global del relativismo y del hedonismo, de la erosión de la religiosidad popular”, y cómo estos van contra “la institución familiar y la cultura de la vida, dejando a los jóvenes perdidos, muchas veces huérfanos de padres, maestros y educadores.
Por todo ello, el principal empeño misionero de la Iglesia en América Latina inicia con una conversión pastoral que se traduce en “ser discípulos de Cristo y hacerlo conocer al mundo”.
Para ello es neesario reformar muchas estructuras pastorales, porque “los cristianos no pueden guardarse para sí la extraordinaria experiencia de vida, sino que tienen que compartirla con todos los hombres”.
“La colaboración sacerdotal y apostólica entre las comunidades cristianas”, concluye el mensaje, debe ser una respuesta que asegure “la globalización en la solidaridad”, en la óptica de “favorecer la disponibilidad de las personas a servicio de la misión”.