Ofrecemos el artículo, en nuestro espacio «Foro», de nuestro colaborador monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, desde San Cristóbal de las Casas, en el que aborda la labor de la Iglesia en favor de la promoción humana.
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SITUACIONES
En días pasados, nuestra diócesis promovió una peregrinación para orar por los sufrimientos del pueblo, denunciar los males que padece y alentarnos en la búsqueda de alternativas de una vida mejor. Entre muchas otras cosas, se dijo: “Nos duele que los que tienen una seria responsabilidad de proteger los derechos de los habitantes de estas tierras y vigilar por el bienestar de todos, sean muchas veces quienes violen esos mismos derechos, aliados a empresas sin ética ni respeto a la naturaleza y a la vida humana como: las mineras, los productores de transgénicos, cerveceras, licoreras, dueños de cantinas o distribuidores de droga y prostíbulos. Nos duelen tantos miles de abortos, porque son la muerte de inocentes e indefensos. Nos angustia la violencia contra las mujeres, las miles de muertes por el narcotráfico, la marginación de nuestros pueblos, la falta de respeto a los derechos humanos de los migrantes. Denunciamos las concesiones de explotación minera, pasando por encima del derecho fundamental de los pueblos a la consulta previa, libre e informada; siendo un claro atentado contra la vida, pues contamina a la madre tierra.
El alcohol no es sólo una enfermedad individual, sino que afecta a toda la sociedad, especialmente a las familias, porque trae violencia a las mujeres y a los niños, incapacitando permanentemente al alcohólico y destruyendo el tejido social. Denunciamos que cada año las autoridades otorgan más permisos para abrir cantinas, y sigue aumentando la producción y distribución de bebidas alcohólicas”.
ILUMINACION
¿Hacer públicos estos clamores es algo ajeno a nuestra misión evangelizadora? ¿La Iglesia se está metiendo en políticas que no le corresponden? Todo lo contrario. Dios dice: “He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto y he escuchado su grito en presencia de sus opresores; conozco sus sufrimientos, he bajado para librarle de la mano de los egipcios, para llevarlo a una tierra buena y espaciosa, una tierra donde brota leche y miel” (Ex 3, 7-8).
Nuestro Obispo Auxiliar, Enrique Díaz Díaz, nos recordó la lazos profundos que hay entre evangelización y promoción humana, de los que ya nos hablaba Pablo VI en Evangelii nuntiandi. En efecto, no podemos predicar un Evangelio que nos haga indiferentes a la realidad de las personas, pues lo central de la predicación de Jesús es el gran amor de Dios Padre y el amor entre nosotros. Nos decía Mons. Enrique: “Evangelizar es gritar a todo el mundo la alegría del amor de Dios, con una voz que haga comprender que no ha olvidado a su pueblo. No habrá verdadera evangelización si se convive con la injusticia, la mentira y la corrupción; si se destruye a personas, pueblos, sanas costumbres, bellas tradiciones y valores universales, pasando por encima de la dignidad de las personas. La verdadera evangelización nos llevará a sumergirnos en el amor del Padre, en el reconocimiento y la valoración de cada persona y en el respeto, cuidado y cariño de la madre tierra. Ya decían los padres sinodales: Nuestra experiencia nos dice que el Evangelio se puede predicar a quien tiene el estómago vacío, pero sólo si el estómago del predicador está también vacío como el de sus hermanos. Seremos portadores creíbles de la alegría del Evangelio si la proclamación va acompañada de su hermana gemela: el amor. El amor de Jesús coincide con el don de sí mismo”.
COMPROMISOS
Urgidos por la vida digna que Dios quiere para su pueblo, exigimos liberar a muchos presos injustamente encarcelados; conservar la autosuficiencia alimentaria; respetar nuestras semillas originarias, rechazar las transgénicas y los agroquímicos, altamente nocivos para la salud.
Hacemos nuestro lo que dijeron los hermanos: “Con dignidad y orgullo, hablaremos nuestra palabra uniéndola a la Palabra de Jesús para levantar, sanar y liberar. La Palabra de Dios nos ha puesto de pie y queremos vivir con dignidad. Sólo tenemos un camino: el de Jesús. Que el Señor Jesús, la verdadera Palabra, el único camino, que prometió estar siempre con nosotros, nos conceda ser fieles y vivir a plenitud su Evangelio”.