San Valentín se festeja en todo el mundo. En la ciudad italiana de Terni, tierra de este santo, durante la fiesta patronal se congregan miles de enamorados que se juran fidelidad sobre la tumba del santo, además de las personas que celebran las bodas de plata y de oro. Más allá de las promesas y la ocasión para intercambiarse regalos hay algo muy profundo.
ZENIT se lo pidió al número dos del Pontificio Consejo de la Familia, monseñor Jean Laffitte, y del Pontificio Instituto Juan Pablo II
¿Cuál es el sentido más profundo del noviazgo?
--Mons. Laffitte: El noviazgo tiene un sentido muy profundo, inicia cuando dos jóvenes que sienten amor el uno por el otro, que se han declarado y que experimentan el deseo de vivir juntos por toda la vida, quieren casarse.
Inicia así para ellos un cierto tiempo de preparación y la Iglesia lo prevé antes del matrimonio. Entretanto es un tiempo que tiene un particular sentido, porque es el tiempo de la promesa y no el de vivir juntos.
¿Hay diferencia entre ser novios y convivir, como sucede muchas veces en Occidente?
--Mons. Laffitte: Hay una buena diferencia, la promesa no es aún el compromiso definitivo, por lo tanto no crea un derecho absoluto para la vida común futura. Significa caminar juntos para que el compromiso se realice en las mejores condiciones posibles. Indica un tiempo de preparación, de crecimiento, profundización y maduración. El sentimiento tiene que transformarse en una decisión libre de empeñarse por toda la vida, porque el noviazgo no es donarse si mismo, sino que prepara para el don de si mismo.
¿Hoy cuál es el problema?
--Mons. Laffitte: La falta de conciencia que existe entre la promesa y el gozar de los bienes propios del matrimonio, o sea la convivencia. Cuando dos jóvenes se quieren y conviven, ya están teniendo un bien que solamente el matrimonio podría ofrecer. El don de si mismo por el otro significa que el futuro de uno le pertenece al otro, y el otro entra en mi libertad y en mi futuro. En cambio cuando se convive, cuando aparece una dificultad uno puede decir: 'hemos pasado un lindo tiempo junto, quedémonos como amigos'.
¿Y cuáles son las consecuencias de una convivencia pre matrimonial?
--Mons. Laffitte: Es doble. Primero porque uno no se prepara debidamente al don de si mismo y se ha apropiado de la disponibilidad del otro de manera indebida. Y el segundo problema es una situación –y las madres de familia me entenderán bien-- que es más desfavorable para las jóvenes que para los muchachos. Porque no dan la misma cosa, mientas que en el matrimonio ambos tienen que dar. No hay igualdad de expectativas.
¿El invierno demográfico es favorecido por esta convivencia prematrimonial?
--Mons. Laffitte: Seguramente, porque esto atrasa mucho el nacimiento del primer hijo y además porque se toma la costumbre de vivir la sexualidad afuera de la apertura a la vida, por lo tanto con métodos anticonceptivos, para no decir nada peor. Y usar la propia sexualidad en la modalidad contraceptiva hace que las personas no se preparen al don de acoger la vida.
Es curioso además ver que las parejas que convivieron por un cierto número de años, cuando se casan tienen una tendencia a la separación y al divorcio en los dos primeros años. Es raro...
Las relaciones pre matrimoniales con efectos colaterales pesados...
--Mons. Laffitte: Mientas se presenta a la convivencia como una manera inocente para que se conozcan bien, en verdad no lo es. Y cuando se casan descubren que no tienen más la libertad que existía antes. En cambio
tuvieron la totalidad del gozo o de la retribución afectiva de la persona del sexo opuesto. Los estudios demuestran que hay más hipofertilidad en esos casos, quizás un fenómeno psicológico, o relaciondado con la edad o porque cuesta más.
¿Cómo vivir bien la fiesta de San Valentín?
--Mons. Laffitte: Más allá del lado festivo, uno se debe preguntar, ¿que me espero de la relación amorosa que tengo? ¿cuál es el verdadero deseo de mi corazón? Y los adultos y acompañadores que siguen a los jóvenes que se van a casar les tienen que ayudar a entender cuál es la expectativa más profunda.
¿Hay una dimensión del amor y de la fidelidad que está en la naturaleza humana?
--Mons. Laffitte: Juan Pablo II decía que el mayor de los deseos es el de amar y ser amado, y él se refería a la dimensión fundamental de la vida. No existe por ejemplo, ningún adolescente del mundo que cuando se enamora por la primera vez, digamos a los 16, 17 años, no tenga el deseo que lo que está viviendo dure toda la vida. El deseo de un amor para siempre es enteramente natural en el hombre.
Cuando se ayuda a los jóvenes a interrogarse qué quieren realmente, entonces se dan cuenta que el 'flert' en una noche en la discoteca o en la universidad pudo ser divertido pero no sació le deseo que existe en su corazón.