“Renuevo a Benedicto XVI, en el momento conclusivo de su mandato, el saludo lleno de reconocimiento y afecto de los italianos. He sentido y siento de poder hacerlo en nombre del pueblo y de la nación, a la cual este pontífice no italiano ha sinceramente amado y acompañado con constante simpatía y benevolencia”.
Lo escribió el presidente de Italia, Giorgio Napolitano, en un artículo publicado en el diario L’Osservatore Romano y en la web de la Presidencia de Italia.
“Incluso quienes están más lejos de la Iglesia y de la práctica religiosa –escribe el jefe del Estado, proveniente del Partido Comunista Italiano- han apreciado la elevada búsqueda y aportes del pensamiento de Benedicto XVI, junto a su sencillez y discreción”.
“Los años de su pontificado fueron entre los mas serenos por lo que se refiere a las relaciones entre Iglesia y Estado en nuestro país, en el signo del respeto recíproco y de la voluntad de colaboración. La dimensión social y pública –reconocida por ambos- del hecho religioso fue en estos años siempre vivida con el justo sentido del límite”, dijo.
“El sábado pasado –prosigue el presidente cuyo mandato termina en breve- mi despedida personal de Benedicto XVI estuvo marcada por una íntima conmoción. Porque desde mi primera visita como jefe de Estado en el Vaticano, y la que él devolvió en el Quirinal [palacio presidencial], se ha establecido entre nosotros un sentido de afinidad que nos empuja a ir más allá de lo oficial y de cada formalidad».
Y añadió: “No podía entretanto, prever el nivel de atención y confianza al que habrían llegado nuestras relaciones y los encuentros entre nosotros. Así pude entender el sufrimiento y el dolor en los momentos difíciles y amargos para la Iglesia, así como la serena determinación de afrontar las pruebas que se presentaron”.
“Y hemos tenido modo –escribió el presidente- de verificar una serie de preocupaciones comunes y de puntos de vista sobre los hechos que suceden en Europa y en el mundo”.
Y concluye agradeciéndole “su estima y la confianza que me ha demostrado, y por la sensible sintonía en la que él se puso ante mi fundamental empeño por la unidad nacional”.
“Benedicto XVI deja –con un gesto de extraordinario significado histórico y humano- el trono pontificio, pero no Roma. No se aleja de Italia. Y nosotros seguiremos sintiéndolo cerca y estaremos cerca de él, con el ánimo lleno de buenos deseos”.