El hombre de Estado francés Robert Schuman, cuya declaración del 9 de mayo de 1950 –la Declaración Schuman- es hoy celebrada en toda Europa, extraía su energía y su visión de su fe. Aquél discurso fue considerado como la primera propuesta para la construcción de una Europa integrada. Por ello Schuman es considerado uno de los padres fundadores de la Unión Europea.
El proceso diocesano para la beatificación de Robert Schuman se clausuró el 29 de mayo de 2004. La causa fue introducida en Roma. La vida de este hombre de Estado suscita una pregunta. El cardenal Tauran la plantea y la responde.
En su prólogo de la nueva edición en francés del libro de René Lejeune, Robert Schuman, un Père pour l’Europe, de Ediciones de l’Emmanuel, el cardenal Jean-Louis Tauran, presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, responde afirmativamente a la pregunta: «¿Se puede uno santificar en el ejercicio de las responsabilidades políticas?».
Para él, «Robert Schuman es el ejemplo mismo del católico cuya vocación fue anunciar los valores evangélicos viviéndolos, sin ostentación pero con una coherencia que interpelaba. La contemplación alimentaba su acción y sus iniciativas recibían de su fe una dimensión ‘católica’ que la daba una visión amplia a innovadora de las situaciones».
El cardenal, que fue «ministro de Asuntos Exteriores» de Juan Pablo II, añade: «Necesitamos convencernos de lo que un servicio a la comunidad implica: el desinterés y la perseverancia. En el campo político, necesitamos reencontrar el sentido del respeto del adversario y del valor del diálogo leal. Necesitamos recordar que el único motivo que justifica que un hombre pueda ejercer cualquier tipo de poder sobre otro hombre, es el servicio a este».
Desvela el «secreto» de Schuman: «Robert Schuman nos recuerda que las grandes causas públicas y colectivas sobrepasan nuestros destinos personales y requieren que nos dediquemos a ellas sin nunca exigir nada a cambio. Ahí se encuentra el secreto de la armonía y de la serenidad de una vida como la del padre de Europa: frente a las convulsiones de la historia, el supo cultivar su jardín interior, un poco como el de Scy-Chazelles [la casa de Robert Schuman, en Lorena], para retomar aliento y aceptar ir siempre más lejos en la solidaridad».
En el contexto de la postguerra Europea, la vida de Schuman ofrece también, según el cardenal Tauran, «inspiración y coraje para servir a una humanidad finalmente libre del temor y el odio» y «reanuda el camino de la fraternidad que no conoce fronteras».
Traducido de la edición francesa de ZENIT