Publicamos el de Lizomar Dos Santos, brasileño que vive su espiritualidad en los Focolares.
Lizomar viene del noreste de Brasil y está actualmente en Italia para algunos años de formación en el movimiento de los Focolares.
Soy el quinto de una familia de seis hijos. Mi padre es viudo y se casó con mi madre y trajo consigo a dos hijos de los que mi madre también se hizo cargo.
Cuando tenía un año, mi padre se fue de casa dejando a mi madre embarazada del sexto hijo y con los otros hijos pequeños. Nuestra situación se convirtió en crítica: no teníamos nada para comer y nos quedamos solo con lo esencial.
No teníamos dinero para la factura y nos cortaron la luz y después el gas.
Durante años hemos vivimos usando lámparas de aceite y cocinando con leña.
Mientras tanto mi padre se fue con otra mujer y tuvo otros hijos, pero mi madre nos enseñó siempre a reconocerle como padre.
Cuando le veíamos, ella nos decía: ese es vuestro padre, id y pedirle la bendición.
Hasta los dieciocho años fui vendedor ambulante. A menudo me escondía cuando veía a un amigo porque me avergonzaba.
También fui agricultor y albañil. Después me convocaron para trabajar como voluntario en el ministerio de Justicia, donde a base de mi esfuerzo, me dieron un buen puesto de trabajo.
Un día un amigo me invitó a un encuentro con un movimiento del que él formaba parte. Fui y allí descubrí a Jesús, que había sufrido y vivido el abandono en la Cruz. Podía dar significado a mi sufrimiento personal y al de mi familia.
Creí que todo podía tener un sentido y que mi dolor me hacía más sensible al sufrimiento de los otros: este descubrimiento me acercó a Dios.
Después conseguí licenciarme en Letras. Tenía todo: estudios, un puesto seguro y fijo pero -creciendo en la relación con Dios- he sentido muy fuerte su llamada a donarme a Él, a dejarlo todo para seguirlo.
Puedo testimoniar que la experiencia más fuerte de mi vida, que hoy es una certeza, es la experiencia que el dolor me ha conducido y conduce a un encuentro personal con Dios y a un amor nuevo hacia el prójimo.