PREDICACIÓN DE EJERCICIOS ESPIRITUALES IGNACIANOS (3)
Continuemos explicando la predicación de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Hasta ahora vimos lo que son y su finalidad, el modo de hacerlos y la duración, y cómo vivirlos (1). Repasamos también los temas que deben darse en la primera semana (2). Hoy veremos los temas de la segunda semana de Ejercicios Espirituales.
TEMAS DE LA SEGUNDA SEMANA
San Ignacio de Loyola abre esta segunda semana la meditación sobre el llamado de Cristo Rey a la gran empresa de la redención. Llama por amor y libremente a quien quiere, donde quiere, como quiere, invitando a seguirle y no esconde sus condiciones: renunciar a sí mismo, tomar la cruz y seguirle. ¿Promesa? Su propia Persona divina, su amistad y su amor, y después la vida eterna.
Después se siguen las meditaciones sobre la Encarnación, Nacimiento, la Vida Oculta y la Vida Pública de Jesús con el objetivo de conocerlo más, para más amarlo y seguirlo, en la libertad y el amor. Todo esto hizo esto Jesús por nosotros para reconquistarnos, y nosotros, ¿qué estamos dispuestos a hacer por Cristo?
Se toman los textos de los evangelios y se procura hacer, no tanto una meditación mental como en la primera semana, cuanto una contemplación: ver los personajes, oír lo que dicen y cómo reaccionan, meterse en la escena y dejarse interpelar por el mensaje que Cristo nos quiere dar en esa meditación-contemplación. Salimos de la meditación con decisiones de la voluntad, y no sólo con sentimientos y emociones del corazón.
Al predicador en esta semana se le recomienda lo siguiente:
Presentar los puntos con un texto bíblico y en forma de meditación-contemplación, y no en forma de charla.Con una sola idea o verdad, en varios aspectos coherentes, lógicos y estructurados, a partir del texto bíblico.Por tanto, evitar puntos que parezcan tres mundos distintos e inconexos. “No el mucho hablar, no las muchas ideas…satisfacen la mente y el alma”.
Puntos apoyados en algún Santo Padre que dé jugo espiritual al misterio contemplado.
De forma original, sí, pero sin querer agotar todos los aspectos de esa verdad o aspecto que se medita.Presentar la belleza y la objetividad del mensaje de Dios en ese texto, y no tanto la parte moralista (qué debemos hacer). La parte moral es justamente lo que Dios tiene que pedirle al ejercitante en el momento de soledad en la oración.
Puntos expresados con brevedad, austeridad y sin tantos recursos oratorios (imágenes, anécdotas, cuentos), para no perturbar el clima de oración y diálogo con Dios del ejercitante. Pero que se note en su expresión y exposición la intimidad y fervor con los misterios contemplados y expuestos al ejercitante. No tanto erudición cuanto vibración, entusiasmo y resonancia espiritual al presentar la Persona divina de Cristo, pero un Cristo que se hizo hombre lleno de amor y cariño. El predicador sagrado debería entusiasmar con la Persona de Cristo.La expresión tiene que ser cálida, sentida, convencida, positiva y entusiasta. Tiene que comunicar con el auditorio, y no tanto leer.
Continuaremos…
El anterior artículo de esta serie, y las referencias de los precedentes, están en: http://www.zenit.org/es/articles/como-mejorar-nuestra-predicacion-sagrada–12.