El evangelio es proclamado con sencillez y generosidad: es lo que ha subrayado esta mañana el papa durante la misa celebrada en la Casa Santa Marta. El papa también reiteró que, en la Iglesia, el testimonio de la pobreza nos salva de convertirnos en meros organizadores de las obras.
Y advirtió que cuando queremos hacer una «Iglesia rica», la Iglesia «envejece», «no tiene vida». A la misa –concelebrada, entre otros, por el arzobispo Gerhard Ludwig Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe–, asistieron presbíteros y empleados de dicho dicasterio.
Dar gratuitamente
«No procurarse ni oro ni plata, ni dinero en sus carteras». Así ha desarrollado Francisco su homilía, partiendo de la exhortación dirigida por Jesús a los apóstoles, enviados a proclamar el Reino de Dios. Un anuncio –ha dicho–, que el Señor «quiere que hagamos con simplicidad». Esa simplicidad «que da paso a la fuerza de la Palabra de Dios», porque si los apóstoles no habrían tenido «confianza en la Palabra de Dios», «tal vez hubieran hecho otra cosa». El papa por lo tanto ha identificado la «palabra clave» del encargo dado por Jesús: «Han recibido gratuitamente, dénlo gratuitamente». Todo es gracia, añadió, y «cuando lo que queremos es actuar en un modo en que la gracia» es «dejada un poco de lado, el evangelio no es eficaz»:
«La predicación del evangelio nace de la gratuidad, del asombro de la salvación que viene, y aquello que me dieron de forma gratuita, tengo que darlo de forma gratuita. Y desde el inicio aquello fue así. San Pedro no tenía una cuenta bancaria, y cuando tuvo que pagar impuestos, el Señor lo envió al mar para pescar y encontrar la moneda dentro del pescado, para pagar. Felipe, cuando se encontró con el ministro de Economía de la reina Candace, no pensaba, ‘Ah, bien, hagamos una organización para sostener el evangelio…’ ¡No! Él no hizo un «negocio» con él: sino que le predicó, bautizó y se fue».
Hacia una Iglesia pobre
El Reino de Dios, continuó, «es un regalo». Y señaló que, desde el inicio de la comunidad cristiana, esta actitud ha sido sometida a la tentación. Allí está, dijo, «la tentación de buscar la fuerza» en otro lugar que no fuera en la gratuidad, mientras que «nuestra fuerza es la gratuidad del evangelio». Por otra parte, ha destacado que «siempre, en la Iglesia, ha habido esta tentación.» Y esto crea «un poco de confusión», pues, «el anuncio parece ser proselitismo, y de esa manera no va». El Señor, añadió, «nos ha invitado a predicar, no a hacer proselitismo». Citando a Benedicto XVI, ha insistido que «la Iglesia crece no por proselitismo, sino por atracción». Y esta atracción, dijo, viene del testimonio de «aquellos que desde la gratuidad anuncian la gratuidad de la salvación»:
«Todo es gracia. Todo. ¿Y cuáles son las señales de cuando un apóstol vive esta gratuidad? Hay muchos, pero insisto solo en dos: en primer lugar, la pobreza. El anuncio del evangelio debe ir por el camino de la pobreza. El testimonio de esta pobreza: no tengo riquezas, mi riqueza es solamente el don que he recibido, Dios. Esta gratuidad: ¡esta es nuestra riqueza! Y esta pobreza nos salva de convertirnos en organizadores, empresarios… Se deben llevar a cabo las obras de la Iglesia, y algunas son un poco complicadas; pero con corazón de pobreza, no con corazón de inversionista o de un empresario, ¿no?»
«La Iglesia –añadió–, no es una ONG: es otra cosa, más importante, y nace de esta gratuidad. Recibida y anunciada». La pobreza, ha reiterado, «es uno de los signos de esta gratuidad». El otro signo, añadió el papa Francisco, «es la capacidad de alabanza: cuando un apóstol no vive esta gratuidad, pierde la capacidad de alabar al Señor». Alabar al Señor, de hecho, «es esencialmente gratuita, es una oración gratuita: no pedimos, solo alabamos».
«Estos dos son las señales de que un apóstol vive esta gratuidad: la pobreza y la capacidad de alabar al Señor. Y cuando encontramos apóstoles que quieren hacer una Iglesia rica y una Iglesia sin la gratuidad de la alabanza, la Iglesia envejece, la Iglesia se convierte en una ONG, la Iglesia no tiene vida. Pidamos hoy al Señor la gracia de reconocer esta gratuidad: «Gratuitamente han recibido, dénlo gratuitamente». Reconociendo esta gratuidad, este don de Dios. Y también nosotros, ir hacia adelante en la predicación del evangelio con esta gratuidad».
Traducido del italiano por José Antonio Varela V.