PREDICACIÓN DE EJERCICIOS ESPIRITUALES IGNACIANOS (4)
Continuemos explicando la predicación de los Ejercicios Espirituales ignacianos. Hasta ahora vimos lo que son y su finalidad, el modo de hacerlos y la duración, y cómo vivirlos (1). Repasamos también los temas que deben darse en la primera y la segunda semana (2, 3). Hoy veremos los temas de la tercera semana de Ejercicios Espirituales.
TEMAS DE LA TERCERA SEMANA
San Ignacio de Loyola abre esta tercera semana con las meditaciones sobre la Pasión y muerte de Cristo para reconciliarnos con su Padre y ofrecernos la salvación. ¿Objetivo? Contemplar a Cristo paciente y sufriente que va a la pasión y a la cruz por nuestros pecados, para que sintamos dolor, sentimiento de tristeza y confusión porque lastimamos y ofendimos a Cristo nuestro Señor; y al mismo tiempo, sintamos gratitud porque con su sangre nos redimió de la muerte eterna. Y de esta contemplación saquemos el propósito de dejar el pecado en nuestra vida, única causa de tanto sufrimiento y pena de Cristo, y de llevar una vida santa.
Se toman los textos de los evangelios de la Pasión y Muerte de Cristo, y también aquí se proponen contemplaciones: ver los personajes de la Pasión, oír lo que dicen y cómo reaccionan, meterse en la escena y dejarse interpelar por el mensaje que Cristo nos quiere dar en esa meditación-contemplación; que esta semana será el penar con Cristo apenado, sufrir con Cristo sufriente, llorar con Cristo lloroso, para que esto provoque en nuestra voluntad la decisión de dejar el pecado en nuestra vida, conocer más a Cristo, amarlo con más intimidad e imitar sus virtudes, sobre todo la entrega total a Dios y la capacidad de sufrimiento a ejemplo de Cristo.
Al predicador en esta semana se le recomienda lo siguiente: predicar con mucha unción, sentimiento y emoción, repasando los sufrimientos físicos, morales y espirituales de Cristo, desde la Última Cena hasta el Calvario; sufrimientos causados por todos nosotros, y al mismo tiempo, deberá presentar a ese Cristo obediente y fiel al plan del Padre celestial y lleno de amor a cada uno de los hombres. El predicador debería terminar cada contemplación con esa pregunta: “Si todo esto hizo y padeció Jesús por mí, ¿qué debo hacer y padecer por Él, asociándome al Señor en su obra de salvación?”. En los coloquios de la tercera semana, el ejercitante debe dejar plena libertad a la acción del Espíritu Santo y a sus mociones internas. Debe detenerse en los momentos en que sienta mayor consolación, porque ahí la acción de Dios es más intensa. Esa elección libre y madura que el ejercitante tuvo que hacer en la segunda semana, optando por Cristo y su bandera, ahora en esta tercera semana encuentra la fuerza de Cristo Redentor para reafirmar su decisión por Él, porque la sangre bendita del Salvador no ha sido vana y estéril en el alma del ejercitante.
La próxima vez veremos los temas de la cuarta y última semana de los Ejercicios Espirituales.
El anterior artículo de esta serie, y las referencias de los precedentes, están en:
http://www.zenit.org/es/articles/como-mejorar-nuestra-predicacion-sagrada–13.