¿De dónde viene la palabra “verano”? En elcastellano.org de Ricardo Soca, dice que en época de los romanos había dos estaciones: una que era lo que hoy llamamos primavera, verano y otoño, mientras que la más corta era el hibernum tempus (invierno). La más larga se llamaba ver, veris, (de ahí verano), pero luego su comienzo se llamó primo vere ‘primer verano’ y al fin, prima vera, mientras que la época de más calor quedó como veranum tempus (verano).
Meteo Consult (del grupo Figaro) se ha aventurado hace algunos días a afirmar que nos podíamos quedar sin verano y en un 70% podríamos vernos en una oleada de frío y lluvia. En ese caso, el año de 1816 sería un precedente. Pero lo cierto es que se trata aún de un largo plazo, porque la fiabilidad en este tipo de pronósticos suele estimarse en el plazo tan corto de 48-72 horas hasta diez días máximo.
Sea como fuere, lo cierto es que según cálculos del Observatorio Astronómico Nacional de España (Instituto Geográfico Nacional – Ministerio de Fomento), “el verano de 2013 comenzará el viernes 21 de junio a la 07h 04m hora oficial peninsular de España, una hora menos en Canarias. También dice que “esta estación, que es la más larga del año desde hace algunos siglos, durará 93 días y 15 horas, y terminará el 22 de septiembre con el comienzo del otoño.”
Por ello, nos podemos preguntar también, como suelo hacerme a mí mismo, si todo esto no tendrá que ver también con este verano de nuestra vida, que podemos llamar juventud madura que correspondería a esta estación del año. ¿Cómo estamos cuidando el paso de la adolescencia a la madurez y la plenitud de vida en ésta última, que podría corresponder a la previa al otoño de nuestra existencia?
Algunos podrían decir que sí, que se mantienen con una dieta saludable rica en frutas y verduras, ejercicio regular, adecuado, que no fuman ni pican mucho entre horas, por ejemplo, pero bien, y ¿cómo mantienen en forma su espíritu? Y otros, o algunos de entre los primeros también, pueden confirmar que se mantienen despiertos y en forma mentalmente, leen con cierta frecuencia, procuran estar al día de todo lo que pasa, tienen una opinión lo más objetiva y contrastada posible, cultivan aquellos intereses que más les pueden hacer crecer por dentro también, etc.
Aunque todo lo anterior no esté nada mal, y personalmente piense que se trata de un ideal que muy pocos cumplen, aún faltaría otro elemento que haría vivir de forma más equilibrada este verano de nuestra vida al que hemos llegado. Se trata de una estación en la cual se trata de experimentar el gusto por la vida, la alegría, el calor humano, la admiración y el asombro por aquello que ha llegado a su pleno desarrollo. Porque, ¿qué es el verano sino el tiempo de la plenitud? Disfrutar del ocio y tiempo libre merecidos, después de un cansancio fisiológico y natural.
¿Qué estamos haciendo del verano de nuestra vida y de nuestra vida en el verano? ¿Cómo estamos transmitiendo, a nuestros treinta, cuarenta, cincuenta y tantos años, el gusto por una vida plena, saludable, pero sobre todo feliz, a las generaciones de los que hoy son nuestros hijos, educandos y catecúmenos?