Ofrecemos a nuestros lectores la tercera y última parte de la serie sobre la Iglesia en América Latina, con información de algunos países sud y centro americanos, así como de El Caribe.
Conscientes del interés que viene suscitando el subcontinente del papa Francisco, ZENIT viene difundiendo el valioso estudio del Observatorio Pastoral del Celam (OPC), que nos acerca a la realidad pastoral, social y devocional de los pueblos latinoamericanos.
En esta oportunidad, conoceremos un poco más a la Iglesia de El Salvador, un país ubicado en la zona noroeste de Centroamérica, con una extensión de 21.041 km2 que acoge a cerca de 5.744.113 habitantes, de los cuales el 74% serían católicos.
Semillas de la evangelización
El papa Gregorio XVI erigió la diócesis del Divino Salvador en septiembre de 1842, como diócesis sufragánea de la arquidiócesis de Guatemala y su primer obispo fue monseñor Jorge de Viteri y Ungo.
El papa Pío X, el 11 de febrero de 1913, elevó a la diócesis de San Salvador al rango de arquidiócesis y constituyó la Provincia Eclesiástica del Divino Salvador con las diócesis sufragáneas de Santa y San Miguel.
Relación Iglesia-Estado
El OPC explica que aún cuando constitucionalmente en el Salvador se contempla la libertad de culto, la Iglesia Católica posee un reconocimiento especial sobre las demás. El artículo 25 de la Constitución de El Salvador afirma: “Se garantiza el libre ejercicio de todas las religiones, sin más límite que el trazado por la moral y el orden público”.
Y en el artículo 26 queda claro que: “Se reconoce la personalidad jurídica de la Iglesia Católica. Las demás Iglesias podrán obtener, conforme a la ley, el reconocimiento de su personalidad.”
Comunidad de servicio
La Iglesia católica en El Salvador está conformada por: la arquidiócesis de San Salvador y las diócesis de Santa Ana, San Miguel, San Vicente, Santiago de María, Sonsonate, Zacatecoluca y Chalatenango; y por el Ordinariato Militar.
Un arzobispo, ocho obispos y tres obispos eméritos conforman la Conferencia Episcopal de El Salvador, que está organizada pastoralmente en tres áreas: Evangelización, Estructuras y Promoción Humana. Según se lee en el OPC, cada área incluye varios departamentos que atienden y animan la labor pastoral de la Iglesia, en sus diferentes frentes de atención a las necesidades del pueblo salvadoreño.
Para la atención del Pueblo de Dios, las cifras de 2005 reportaron 501 presbíteros diocesanos y 235 presbíteros religiosos. En la vida consagrada se cuentan 1.625 religiosas profesas y 71 religiosos. Se añade a esto que en todas las jurisdicciones eclesiásticas funcionan diversos movimientos apostólicos y comunidades que desarrollan labores de evangelización de acuerdo con sus carismas.
Presencia en la sociedad
La Iglesia salvadoreña goza de aprecio y estima por parte de la sociedad. Ante esto, el OPC destaca que «por el papel que ha jugado en duros momentos de la vida política del país (y) sus orientaciones en el periodo posterior a las negociaciones para la paz y en los procesos electorales, (la Iglesia) ha contribuido a restablecer un ambiente de diálogo y de búsqueda de soluciones a los problemas sociales».
En la época de la guerra civil, narra el Informe, sufrió la muerte de varios agentes de pastoral, sacerdotes y del arzobispo de San Salvador, monseñor Óscar Romero.
Se lee también que el papel de la Pastoral Social–Caritas y sus distintos programas «han prestado un servicio invaluable en circunstancias difíciles, (por lo que es) altamente apreciado por las comunidades».
Los departamentos eclesiales encargados de dinamizar los proyectos y programas de promoción humana se inscriben principalmente dentro de la pastoral indígena, familiar, juvenil, de atención a migrantes en el exterior y social que incluye Justicia y Paz, Movilidad Humana, la misma Cáritas y los trabajadores sanitarios.
Caminos de santidad
En la Santa Sede avanza el proceso de canonización del arzobispo de San Salvador entre los años 1977 y 1980, el hoy siervo de Dios Óscar Arnulfo Romero y Galdámez.
El 24 de marzo de 1980, Romero –de 62 años, fue asesinado cuando oficiaba una misa en la capilla del hospital de La Divina Providencia en San Salvador. Allí residía por prudencia, debido a las amenazas de muerte por su prédica en defensa de los derechos humanos, y en contra de las hostilidades hacia la Iglesia por parte del gobierno de turno.
Meses atrás y ya en el pontificado del papa Francisco, el promotor de la causa, arzobispo Vicente Paglia, anunció que el proceso iniciado en 1994 se había activado nuevamente.
Amor a María
Si bien la mayor parte de los templos en El Salvador están dedicados a la Virgen María, hay dos en especial que es importante mencionar como verdaderos santuarios marianos.
Uno es el de «Nuestra Señora de la Paz», situado en la ciudad de San Miguel, en el oriente de la República, en donde se venera la imagen que se coronó canónicamente el 21 de noviembre de 1921, y que fuera nombrada también Patrona Nacional de la República de San Miguel por el papa Pablo VI en 1966.
Otro santuario muy visitado es el de Nuestra Señora de Guadalupe, que está ubicado en La Ceiba, municipio de Antiguo Cuscatlán en el área metropolitana de San Salvador. Fue allí en La Ceiba de Guadalupe, como se le conoce hoy, que se erigió un templo a la Virgen al cual acuden peregrinaciones de todo el país.
Muy venerada en El Salvador, como en toda Centroamérica, se ha convertido en una verdadera tradición desde hace muchísimos años el celebrar el Día de los indios, como se le llama a esta fiesta que tiene lugar el 11 y 12 de diciembre, la víspera y el día en que se conmemora el aniversario de la aparición de Nuestra Señora de Guadalupe a san Juan Diego.
Se lee en las informaciones on line, que son miles de personas las que en esos dos días llegan a rendirle tributo a María Reina de América. Llegan en carro, en bus, a pie y hasta en carretas adornadas típicamente. Son días festivos de feria, comidas típicas, mariachis y cohetes en honor a la Madre de Dios.