Más que cardenal, junto al nombre de Joseph Zen Ze-Kiun, obispo emérito de Hong Kong, tendría que aparecer el título de “combatiente”. No ha existido una batalla que el purpurado salesiano no haya librado en su país, siempre en el signo de la libertad religiosa, de la igualdad social y de los derechos humanos. Llegando incluso, como hace dos años, con 79 años, a realizar una larga huelga de hambre contra el aumento de los controles gubernamentales sobre las escuelas católicas. Benedicto XVI, tras haberle creado cardenal en 2006, le quiso como su Consejero personal sobre la cuestión china. Todavía hoy, el purpurado no se rinde, y con espíritu ingenioso y “sin diplomacia” (como recitaba el título de su libro-entrevista de 2008) confía en un profundo cambio de su patria. A continuación la entrevista de ZENIT al cardenal Zen, en Roma para la inauguración del Año Académico de la Pontificia Universidad Lateranense.
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Eminencia, hace años que usted lucha por la libertad religiosa y la promoción de los derechos humanos en su país. A día de hoy, ¿han dado fruto sus batallas?
Cardenal Zen: En realidad no me considero tan grandioso. Simplemente creo que cuando alguien tiene una posición relevante, como es mi caso, está llamado a cumplir con su deber. Sobretodo en un contexto como el de China, donde se viven todavía momentos trágicos, a causa de la dictadura del Partido que se prolonga desde hace años. Aunque se haya alcanzado una apertura desde el punto de vista económico, no ha habido ningún cambio en la política y la religión. Existe un control absoluto, un desprecio de la Iglesia, una humillación de nuestros obispos. ¡Algunos de ellos llevan en la cárcel desde hace diez años! Nosotros que en Hong Kong tenemos todavía libertad de expresión, debemos hacer que nuestras voces sean escuchadas y decir lo que pensamos. Porqué China carece de armonía. Alguno se conformaría con una armonía aparente, para evitar una confrontación. ¡Pero esto está mal! Porqué la prepotencia es alentada por el silencio. Es un deber, sin embargo, seguir hablando y protestando, especialmente por la libertad religiosa.
Además de la “asfixia” de la fe católica, ¿cuáles son las otras problemáticas que vive Hong Kong y, en general, su patria?
Cardenal Zen: Injusticias, discriminaciones, políticas de egoísmo colectivo contra ciertas categorías de personas, como por ejemplo los recién llegados del continente o algunas minorías presentes. Por desgracia ésta se ha convertido en una cultura, una cultura sin embargo deletérea, que no es originaria de Hong Kong, porqué Hong Kong cuenta con una tradición milenaria de acogida y generosidad, de enseñanzas de la Doctrina Social de la Iglesia.
En este panorama, los que pierden de manera particular son los 12 millones de católicos del país, todavía sometidos bajo el control férreo del Partido, pero deseosos de vivir con mayor apertura su fe…
Cardenal Zen: Siempre está el siguiente dilema. Si nos rendimos al gobierno, entonces hay una especie de libertad. Ahora el Gobierno también da dinero para la evangelización. Para mí, sin embargo, ésta no es verdadera libertad, es una esclavitud, porqué si vendemos la identidad de la Iglesia para evangelizar, no se sabe cual Evangelio anunciamos a la gente. En este sentido, el papa ha hablado siempre claro: anima a la gente a renunciar al éxito presente, a aceptar el fracaso presente, para ser fiel a la identidad de la Iglesia. En contraste con estos “oportunistas” que se venden al Gobierno.
¿A quién se refiere?
Cardenal Zen: Estos, por ejemplo, que se dejan ordenar fácilmente como obispos. No quiero generalizar, hay también quien lo hace porque está forzado, y es ordenado con gran dolor en el corazón…
Mencionaba al papa Francisco. ¿Qué efecto surten las palabras del nuevo pontífice en China?
Cardenal Zen: No sé si en China, en general, haya un contacto o, de alguna manera, una información referente al santo padre. Puedo decir que, en Hong Kong, estamos muy felices con este papa y nos regocijamos al escuchar ciertas palabras suyas. De todos modos, creo que se albergan esperanzas hacia él, aunque el papa Francisco hasta el momento no se ha pronunciado mucho sobre la situación en China. Y creo que esto es muy sabio.
Bergoglio está mostrando una gran apertura hacia el otro gran coloso ex-comunista: Rusia. El 25 de noviembre se reunirá con el presidente Putin; ha recibido en audiencia al metropolita ortodoxo ruso… En su opinión, ¿existe la esperanza de que se pueda abrir un camino para el pontífice en la República Popular china?
Cardenal Zen: En Rusia hay una situación diferente. El comunismo ha perdido todo poder, la Iglesia ortodoxa es una mezcla de religión y política, etc. En China es distinto. Nuestro papa Francisco le pone toda la esperanza y el compromiso, pero no se sabe ni siquiera cuál es la contraparte con la que hay que hablar. Ahora mismo, no se aprecia ningún signo alentador por parte del Gobierno chino. Por lo que se filtra, parece que quiera reformar su partido, pero el objetivo de todos modos es gobernar eternamente, porqué se piensa que soltando la presa, se termina como en Rusia y se pierde el poder. Si embargo, confío en el nuevo líder de la nación (Xi Jinping. N. del A.), dado los precedentes con su padre (Xi Zhongxun. N. del A.), que rea un hombre honesto y abierto, esperemos que se de cuenta de que tiene que cambiar la política.
Ahora mismo, por tanto, ¿sería imposible, por ejemplo, un viaje del papa a China?
Cardenal Zen: Un viaje de esta magnitud requiere que las condiciones están maduras. De lo contrario termina como en los otros casos: que el Gobierno chino manipula a la gente. ¡Esto se sabe! Muchos cardenales han venido, ¿pero que han resuelto? No han hecho nada, se han dejado fotografiar y abrazar por los obispos ilegítimos, y de vuelta en su país han elogiado a China, cuando ellos no han visto nada real…
Traducido del italiano por Iván de Vargas