«Las condiciones que no se preocupan de la dignidad del hombre y que caracterizan el trabajo en tantas partes del mundo han tenido una trágica confirmación en Italia, donde siete personas, todas chinas, murieron en el incendio de una fábrica textil en la localidad florentina de Prato». Así inicia el artículo del diario vaticano El Osservatorio Romano al abordar la noticia de un incendio en una fábrica de empresarios chinos situada en ciudad de Prato, casi periferia de Florencia, en el centro de Italia.
La fábrica además de lugar de producción, servía también como vivienda para los trabajadores, en condiciones habitativas ilegales para la normativa europea. El incendio provocó que se vinieran abajo las construcciones con cartón-yeso que se habían hecho para realizar los dormitorios precarios. Además, de las primeras investigaciones se desprende que las rejas en las ventanas no permitieron la fuga de los trabajadores orientales que murieron en el incendio. La justicia italiana abrió una investigación por homicidio múltiple y culpable.
El obispo de Prato, monseñor Franco Agostinelli expresó su horror delante de una tragedia “que recuerda los tiempos de la revolución industrial” y recordó que las víctimas trabajaban en condiciones “muy precarias o peor aún deshumanas”. El prelado indicó que es necesario reaccionar y decir basta “a situaciones indignas del hombre y de las conquistas sociales de las últimas décadas”.
Pidió además que se investigue sobre “la ilegalidad que muchas veces combina los intereses inmorales de muchas personas y las actividades de empresarios chinos en Italia”. Y que termine “la explotación de la mano de obra de inmigrantes chinos, mismo cuando tenga una connotación de autoexplotación”:
Al concluir, el obispo hizo un llamado al mundo productivo, en particular a los sindicatos italianos, para que ayuden a los empresarios orientales a mejorar las empresas y el trabajo.