P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil).
Idea principal: El misterio de la Trinidad viene a desafiar todas las religiones y filosofías humanas. Mientras esas religiones, sobre todo las más depuradas, como el hinduismo y las creencias orientales, conciben a Dios como un todo impersonal, rozando a veces en el panteísmo, el Cristianismo nos presenta a un Dios personal, capaz de conocer y amor a sus creaturas. Ninguna religión llegó a concebir que la divinidad amase realmente a los hombres.
Resumen del mensaje: Hoy la Iglesia celebra el misterio más elevado de la doctrina revelada, su misterio central. El enunciado del misterio es muy simple, como lo aprendimos en el Catecismo: La Santísima Trinidad es el mismo Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; tres Personas distintas y un solo Dios verdadero. Misterio insondable que nos lleva a tres actitudes: adorar, agradecer y amar. Sólo lo comprenderemos en el cielo.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar nos preguntamos si este misterio, que sólo entenderemos en el cielo, nos servirá a nosotros aquí y ahora. Podríamos responder: realmente el misterio de la Santísima Trinidad no nos sirve para nada, porque Dios no sirve a nadie y a nada. Dios está para ser servido por nosotros y no para que nosotros nos sirvamos de Él. Tenemos que cuidarnos del criterio utilitarista tan propio de nuestra época, que juzga todo según sirva o no al capricho del hombre. Hay bienes que son deseables y amables por sí mismos, sin necesidad de estar buscándoles utilidades a nuestra medida. Los antiguos llamaban a estos bienes “honestos” porque se deseaban por sí mismos, sin buscar la utilidad o el deleite, que los convertiría en medios. ¡Te adoro, Dios Trinidad!
En segundo lugar, realmente deberíamos agradecer a Dios porque al ser un misterio inaccesible a nuestra mente, nos ha hecho el gran favor de humillarnos, de abajar nuestra inteligencia y nuestra cabeza, y colocarnos en nuestro verdadero lugar y de rodillas. Dios no es un objeto del cual podamos disponer a nuestro arbitrio, sino que es nuestro Señor y Creador, al que tenemos que adorar y ante el cual debemos doblegar nuestras rodillas. Contra la soberbia del hombre moderno, que cree poder conocer y dominar todas las cosas, aún las mas sagradas, como el alma y la vida humana, se alza el misterio insondable de la Una e indivisa Trinidad que la Iglesia proclama hoy, como hace dos mil años. ¡Te agradezco, Dios Trinidad!
Finalmente, la revelación de este misterio es otra muestra más del infinito amor de Dios hacia los hombres. Él no se contenta con amarnos, sino que goza en nuestro amor por Él, y como nadie puede amar lo que no conoce, para excitar más nuestro amor por Él quiso mostrarnos los secretos de su vida íntima. Porque eso es en definitiva lo que Dios nos revela en este misterio, nada más y nada menos que su intimidad. De este modo, sabemos que Dios no es un solitario encerrado en su inalcanzable grandeza, sino que en Él hay un dinamismo vital de conocimiento y amor. Dios Padre, desde toda la eternidad, engendra al conocerse una Persona, su Imagen plena, el Hijo de Dios. Y el amor entre la primera y segunda Persona, entre el Padre y el Hijo, es tan profundo, por ser divino, que de él brota una tercer Persona, el Espíritu Santo. ¡Te amo, Dios Trinidad!
Para reflexionar: Piensa en esta frase de san Pablo: “Ni ojo vio, ni oído oyó, ni entró en pensamiento humano, lo que Dios tiene preparado para los que le aman” (1 Co 2, 9).
Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: arivero@legionaries.org