P. Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor y director espiritual en el seminario diocesano Maria Mater Ecclesiae de são Paulo (Brasil).
Idea principal: Cristo es el Pan vivo con sabor de vida eterna.
Resumen del mensaje: El hombre, durante su peregrinar en la tierra, es un ser radical y espiritualmente hambriento (primera lectura). Y Dios en la Eucaristía vino a satisfacer esa hambre interior humana (evangelio). Al comer la Eucaristía, no sólo alimentamos nuestra alma, sino que formamos un solo cuerpo con Cristo (segunda lectura).
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, muchos kilómetros tenemos que recorrer en esta tierra hasta llegar a la eternidad. Tenemos que llevar suficientes provisiones en nuestra alforja, si no, desfallecemos irremediablemente en el camino. Si hay algo que no debe faltar es el Pan de la Eucaristía, sin el cual no tendríamos fuerza para avanzar y cantar, y moriríamos de hambre. Durante nuestra travesía somos seducidos por tantos restaurantes que vemos a izquierda e a derecha, tentándonos y ofreciéndonos un menú suculento que satisface nuestro vientre y nuestros sentidos.
En segundo lugar, Dios sabiendo de nuestra hambre radical, nos prepara un banquete para nuestra alma con el Cuerpo y la Sangre de su Hijo. Este Pan es remedio de inmortalidad, como dice san Ignacio de Antioquía, es decir, es el Pan que nos garantiza la resurrección, incluso de nuestro cuerpo. Pero también este Pan en este día del Corpus Christi es pan no sólo para ser comido en el banquete de la misa, sino también para ser contemplado y adorado. Por eso, paseamos por las calles de los pueblos y ciudades, asentado en la custodia, ese Pan consagrado que es Cristo. Lo vemos, contemplamos, adoramos y cantamos con gozo. Es la presencia de Cristo ofrecida para aliento en nuestras tristezas, y para que también nosotros nos convirtamos en pan fresco para nuestros hermanos; pan que se parte, se reparte y se comparte; y así nuestros hermanos tengan vida y nadie muera de hambre.
Finalmente, en la secuencia, compuesta por santo Tomás de Aquino, cantamos hoy: Este Pan “lo comen buenos y malos, con provecho diferente; para unos es vida; para otros, muerte”. Para comer este Pan con dignidad y respeto, nuestra alma tiene que estar limpia, nuestro corazón adecentado. No podemos tirar este Pan de los ángeles a los perros de nuestras pasiones. Es para los hijos que se acercan al banquete con el traje de gala de la gracia y amistad con Dios. Para san Agustín de Hipona, la Eucaristía tiene como finalidad última la unión de los cristianos con Cristo y entre sí. Es lo que san Pablo en la segunda lectura de hoy nos dice: “formamos un solo cuerpo, porque todos comemos del mismo pan”. La Eucaristía es el medio privilegiado para edificar la Iglesia. Por eso podemos decir con san Agustín que la Eucaristía es “sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad”.
Para reflexionar: ¿Tengo hambre del Pan de vida eterna, o tengo el estómago ya hecho a los manjares mundanos? ¿Noto que la Eucaristía me transforma en Jesús, y me hace pensar, sentir y amar como Cristo? ¿Comulgo en estado de amistad con el Señor? ¿Me doy tiempo para contemplar y adorar a Cristo Eucaristía en la Iglesia una vez por semana?
Cualquier sugerencia o duda pueden comunicarse con el padre Antonio a este email: arivero@legionaries.org