El papa Francisco cruzó en el jeep abierto la pequeña ciudad de Cassano all Jonio, en donde la gente lo recibió con gran calor. El Jeep estaba cubierto de pétalos de rosa arrojados durante su paso y le acompañaba el obispo Galantino. En la pequeña catedral el Santo Padre tuvo un encuentro con el clero local a puertas cerradas. Las palabras del Papa todavía no han sido publicadas, se sabe sí, que fueron hechas con el corazón en la mano.
Se sabe que en el discurso preparado y no pronunciado, quería como primera cosa compartir la alegría de ser sacerdote y recordarles que cuando los sacerdotes se detienen delante del tabernáculo en silencio, ‘entonces sentimos la mirada de Jesús sobre nosotros, una mirada que nos renueva y nos anima… y que si aveces la mirada de Jesús nos inquieta un poco esto hace bien’. Ya que en el silencio de la oración, Jesús hace ver si se trabaja como buenos obreros, o si quizás uno se ha vuelto un poco ‘empleado’, o si en vez de ser canales uno se vuelve pantalla que no ayuda al encuentro con el Señor.
El Pontífice también quería compartir la belleza de la fraternidad, en la cultura subjetivista de hoy, que exalta el yo hasta la idolatría, e invitar a una comunión con Cristo y cercana al obispo, en perspectiva apostólica, con estilo misionero y con simplicidad de vida.
Entre los temas que el Papa había escrito para compartir era trabajar con las familias y para las familias, de manera particular en este tiempo, que es un tiempo difícil, sea para la familia como institución, sea para las familias debido a la crisis.
Poco antes de la una de la tarde, después de encontrar a los sacerdotes diocesanos, el Papa salió de la catedral en el jeep abierto y saludando a la multitud presente, para ir a comer al seminario junto a los pobres hospedados por la Caritas diocesana y a los jóvenes huéspedes de la comunidad de rehabilitación Saman «Mauro Rostagno».
