«La humanidad se encuentra en un cambio de época que trae consigo muchas esperanzas y temores, y que nos lleva a preguntarnos por los fundamentos de nuestras vidas y opciones. Si este discernimiento es necesario para realidades como las nuevas formas de comunicarnos, los modelos sociales y económicos, más lo es cuando nos referimos a realidades esenciales como son la vida humana, la familia y el desarrollo de Chile». Así comienza la declaración publicada por los obispos chilenos en un mensaje donde recuerda que la vida y la familia «son nuestro tesoro y comprometen nuestra manera de existir, de amar, de servir».
En este mensaje, desde la Conferencia Episcopal de Chile quieren decir una palabra evangélica acerca de diversas declaraciones y de la discusión en marcha sobre el llamado “aborto terapéutico”, el “acuerdo de vida en pareja” y las “uniones homosexuales” llamadas por algunos “matrimonio igualitario”. Y lo hacen con «claridad y firmeza y con profundo respeto» y porque les «interesa el bien de la familia y de Chile». Asimismo comparten su temor por el hecho de que «la discusión sobre estas realidades –no sólo “temas”— se haga desde la ideología o desde un cierto populismo, sin contactarnos con las realidades existenciales que están en juego».
De esta forma, los prelados reafirman la convicción absoluta «de que el derecho a la vida humana es el primero de los derechos humanos que debe ser respetado y defendido siempre, desde la concepción hasta la muerte natural».
En un primer punto de la Declaración abordan el «evangelio de la vida», subrayando que el niño engendrado en el vientre de la madre es una vida humana y, por tanto, «acreedor del primero de los derechos humanos: que sea respetado y cuidado».
Por otro lado indican que «una mamá que, desgraciadamente aborta, muchas veces presionada por terceros, suele llevar un peso atroz por el resto de su vida, al haber puesto fin a la gestación de sus entrañas». Por eso, afirman que «lejos de condenarla, queremos ayudarla, apoyarla».
De esta forma, proponer que «en vez de discutir una ley para poner fin al ser humano concebido, podríamos discutir cómo el Estado se puede hacer cargo de acompañar, aconsejar, abrir espacios en la sociedad y hasta financiar tantas iniciativas en favor de la vida que hoy se mantienen gracias a la generosidad de muchos».
El segundo punto abordado por la Declaración es «el evangelio del matrimonio y de la familia». «La labor educativa, más el trabajo de padres y madres, y esa triple función de la mujer que es mamá, esposa y trabajadora, es una realidad que no escapa a la bendición de Dios, desde el primer día de la creación», afirman los obispos. Asimismo, observan que «la familia es el verdadero valor constituyente de la comunidad humana». Pero, también reconocen que por diversas razones hay familias monoparentales. «Más razón para acompañarlas», añaden.
Y explican que «no condenamos, pero promovemos la estabilidad matrimonial y echamos de menos leyes que faciliten y apoyen la vida de familia». Al mismo tiempo afirman que se necesitan «leyes laborales y educacionales al servicio de esta hermosa aventura de ser familia». Por otro lado, observan que «las uniones de hecho no se pueden equiparar jurídicamente con la unión estable e indisoluble de un hombre y una mujer para formar familia y enfrentar juntos la vida, institución que merece el apoyo y la protección del Estado, pues origina la célula básica de la sociedad».
Del mismo modo, hacen referencia a quienes buscan una unión entre personas del mismo sexo. Al respecto indican que les parece «superficial hablar de ‘matrimonio igualitario’, simplemente porque no lo es». Y lo explican: «no es una unión entre un varón y una mujer y no tiene la estabilidad propia del matrimonio que, en la enseñanza bíblica posee dos notas características e inseparables: su aspecto unitivo (varón y mujer) y su vocación a la procreación».
«Ser una persona con tendencia homosexual no es un castigo de Dios, como muchos equivocadamente piensan. Y muchos perdones tenemos que pedir como sociedad por haberlos discriminado injustamente», afirman los obispos chilenos en su Declaración.
A continuación, en un tercer punto muestran su «apoyo a las familias y sus derechos». Reflexionando sobre las familias “perfectas” que nos propone la propaganda falaz y consumista, los prelados ponen como modelo a la Sagrada Familia, «la familia solidaria con todos los dramas que debe enfrentar la vocación familiar». Desde esta mirada de fe, «expresamos que la familia, fundada en el matrimonio, es la célula básica de la sociedad, como también lo reconoce nuestro ordenamiento constitucional y legal», afirman.
Y así, la Conferencia Episcopal de Chile invita a orar por el Sínodo de los obispos convocado por Francisco para porque en este “patrimonio vivo de la humanidad” se fragua el futuro de la humanidad.