El próximo 16 de octubre podría concluir el largo calvario de Asia Bibi, una mujer católica condenada a muerte por blasfemia en Pakistán, que se ha convertido en todo un símbolo internacional de la lucha por la libertad religiosa. La nueva vista de apelación llega tras cinco aplazamientos previos. Pese a esta situación, tanto su familia como sus abogados se muestran esperanzados, confiando en que se logre avanzar en el proceso judicial y se produzca la ansiada liberación.
De arrancar este jueves la decisiva audiencia, la sentencia se podría conocer a los tres o cuatro días y en caso de ser absolutoria, la mujer debería abandonar inmediatamente el país para evitar que su vida corra peligro.
Asia Bibi fue denunciada por blasfemia el 19 de junio 2009 por el mulá musulmán Qari Muhammad Salam, ante la policía de la ciudad de Nankana Sahib. Después de un juicio ante el Tribunal de Primera Instancia de Nankana Sahib, esta madre de cinco hijos y humilde campesina pakistaní fue condenada a muerte el 8 de noviembre de 2010.
El recurso fue presentado ante el Tribunal Superior de Lahore el 11 de noviembre de 2010, pero, por razones de oportunidad, de contexto, de presiones religiosas y políticas, sólo cuatro años después fue tomado en consideración y puesto en el calendario de la Corte. El constante reenvío aún no permitió la celebración de la decisiva vista.
No es ningún secreto que el tribunal que debe ver la apelación está atemorizado. No es la primera vez que un magistrado que falla a favor de un acusado de blasfemia es asesinado después impunemente, y todos recuerdan los casos del ministro cristiano Shahbaz Bhatti y del Gobernador del Punjab Salmán Taseer, que pagaron con su vida la defensa de Asia Bibi.
Los hechos ocurrieron en junio de 2009 cuando Asia Bibi, que estaba trabajando en un campo, fue mandada a buscar agua. El resto de mujeres, seguidoras del islam, se opusieron a que ella fuera porque, al no ser musulmana, contaminaría el recipiente y lo haría impuro. Por ello, le exigieron que abandonara el cristianismo y que se hiciera musulmana, a lo que ella se opuso.
En su justificación, la fiel cristiana dijo a sus compañeras que «Jesús murió en la cruz por los pecados de la humanidad» y preguntó a las mujeres musulmanas qué había hecho Mahoma por ellas. En cuanto oyeron estas palabras acudieron al imán local, esposo de una de ellas, que a su vez presentó una denuncia ante la Policía por el delito de blasfemia. Y es que el artículo 295 del Código Penal de Pakistán pena con la muerte blasfemar contra el profeta del islam.
El juez, Naveed Iqbal, la condenó a muerte tras haber sido previamente detenida. El magistrado descartó totalmente que hubiese sido falsamente acusada o que existieran «circunstancias atenuantes». Ahora la sentencia a morir en la horca tiene que ser ratificada por el Tribunal Superior de Lahore.
En 1984 el general Zia ul-Haq, líder de Pakistán, introdujo en el Código Penal castigos de cadena perpetua y muerte para aquellos que insultaran al islam. Entre las ofensas se incluye profanar el Corán y hacer difamaciones contra el profeta Mahoma.
Las cláusulas que introdujo, 295 B y C, que imponen las penas máximas, son las que se han dado a conocer como «ley contra la blasfemia». Pero hay un amplio conjunto de normas referentes a ofensas religiosas que regulan el delito en el país.
Estas leyes en teoría trataban de proteger las costumbres de la sociedad musulmana, ya que Pakistán se define en su constitución como un país islámico. Pero en la práctica han servido como un marco legal de fondo con el que justificar revanchas políticas y personales entre musulmanes, así como abusos contra las minorías no musulmanas del país, algo que vienen denunciando desde hace tiempo los activistas de derechos humanos.