La pared que separó dos mundos

El 9 de noviembre se cumplen 25 años de la caída del Muro de Berlí­n

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El 9 de Noviembre de 1989 caía todo un símbolo en Berlín. Lo que la opinión pública occidental había llamado «el muro de la vergüenza» desaparecía al fin, después de 28 años dividiendo una ciudad que, desde la construcción del Telón de Acero en 1961, se había convertido en el símbolo más tangible de la división entre dos maneras de entender el mundo.

La ciudad de Berlín, Alemania, y Europa celebran estos días el 25 aniversario de la caída del Muro. Con motivo de este acontecimiento la metrópoli alemana llevará a cabo diferentes actividades este domingo para recordar a los más de cuatro centenares de personas que perecieron intentando huir a la República Federal. 

Desde Bornholmer Strasse hasta la Puerta de Brandemburgo y Checkpoint Charlie, unos 8 mil globos serán el epicentro visual de los eventos conmemorativos. Sin embargo, el tema que inspira la celebración, «Mut zur Freiheit» («El coraje de buscar la libertad») recordará a aquellos que hicieron que la revolución pacífica de 1989 fuera posible. Con este propósito, la institución Robert-Havemann Gesellschaft dispondrá 100 pantallas informativas a lo largo de la instalación de luz que relatarán las historias de los que fueron separados por el Muro de Berlín y los que murieron tratando de cruzarlo.

También se ofrecerán numerosas visitas guiadas, empezando por Mauerpark, Checkpoint Charlie y la East Side Gallery. Los recorridos ilustrarán historias de división, huida y una ciudad cicatrizando sus heridas. También los voluntarios de la iniciativa de apoyo turístico Service in the City compartirán sus propios recuerdos sobre la época del Muro.

Finalmente, el festival del 9 de noviembre frente a la Puerta de Brandemburgo ofrecerá conciertos, así como entrevistas con testigos contemporáneos. A las 19 horas, punto destacado del aniversario, sonará la «Oda a la Alegría» de Ludwig van Beethoven. Luego se soltarán los globos, que se elevarán en el cielo nocturno de Berlín.

La historia del Muro 

Tras el fin de la II Guerra Mundial (1939-1945), las potencias vencedoras deciden dividirse Alemania en áreas de influencia: Estados Unidos, Reino Unido y Francia gestionarían la parte Oeste de Alemania, mientras que la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) se encargaría de la parte Este. Por su lado, Berlín, que había sido la capital del III Reich, queda dividida de la misma manera.

Hay que tener en cuenta que, potencias con intereses tan contrapuestos como los aliados occidentales (EEUU, Reino Unido y Francia) y la Unión Soviética (URSS), se habían puesto de acuerdo para vencer a un enemigo común, pero seguían manteniendo sus diferencias insalvables. Mientras en Occidente las democracias decimonónicas daban paso a los nuevos estados sociales y de derecho, la Unión Soviética mantenía una “dictadura del proletariado”.

El final de la guerra terminó con el espejismo de colaboración y definió los dos bloques que se enfrentarían desde 1949: las democracias occidentales y los regímenes comunistas del Este. La construcción del muro del Berlín supuso la exteriorización de este enfrentamiento y fue la reacción inmediata a la continua emigración que se producía desde el Berlín Este al Berlín Oeste. Las autoridades soviéticas decidieron aislar a los ciudadanos berlineses, pero también a los del resto de Alemania, construyendo una frontera física entre la República Federal de Alemania (RFA) y la República Democrática de Alemania (RDA), y a los de otros países de Europa. De la noche a la mañana, dieciséis años después del fin de la guerra, se desplegaba sobre Europa lo que se conoció como el “telón de acero”: la división del continente entre países asociados a los Estados Unidos y los países cercanos a la órbita de la URSS. En este momento surgirían organizaciones como la OTAN y el Pacto de Varsovia. Además, la división de Europa trajo la denominada “guerra fría”, un conflicto mundial tácito que se desarrollaba entre los Estados Unidos y la URSS a través de guerras regionales en países sobre todo asiáticos. También fue la época de la proliferación de armas nucleares.

La división de Europa tuvo como consecuencia la evolución de las sociedades que estaban a un lado o al otro del muro de forma diferente. Aquellas que mantenían democracias activas desarollaron una economía capitalista. Por contra, los que se encontraban en la parte soviética o bajo regímenes comunistas, con economías centralizadas, sufrieron años de retraso y pobreza. En 1957, algunos países de la Europa occidental crearon la Comunidad Económica Europea, el embrión de la actual Unión Europea.

La vida en el Berlín comunista fue hasta la caída del Muro una permanente aproximación a la esquizofrenia colectiva. Se vivía en la penuria constante, comprando lo que fuera aunque no se necesitase cuando se encontraba, porque en la escasez cualquier cosa podía ser canjeada oportunamente. Y al mismo tiempo, se sabía que desde el punto de vista de suministros de todo tipo se vivía en la capital de la República Democrática Alemana infinitamente mejor que en el resto del país.

Pero en cuanto llegaba gente del otro Berlín o de la República Federal de Alemania, se veía también que al otro lado del Muro existía una opulencia insultante. Las divisas alemanas occidentales se cambiaban 4 a 1 en el mercado negro. Este mercado secundario con una moneda fuerte les evidenciaba a los berlineses orientales las deficiencias económicas del sistema de una forma rayana en lo ofensivo.

En 1989, con la presión de las democracias occidentales, las ansias de libertades políticas y sociales de los pueblos bajo sistemas comunistas, y una economía decadente, el final de la URSS como potencia mundial se vislumbraba cercano. En cualquier caso, los alemanes decidieron tomar las riendas de su destino y, la noche del 9 de noviembre, se concentraron en la Puerta de Brandenburgo, y otros lugares de Berlín, para derribar el muro y hacer desaparecer una cicatriz artificial creada por los políticos en el corazón de un pueblo.

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Iván de Vargas

Profesional de la comunicación con más de 15 años de experiencia en la información religiosa. A lo largo de su dilatada trayectoria, ha desempeñado diferentes responsabilidades: delegado diocesano de Medios de Comunicación Social de Córdoba y director de la Revista Primer Día; director de comunicación de la Universidad Católica San Antonio de Murcia (UCAM); redactor jefe del Semanario Alba, y responsable de comunicación de María Visión España, donde ha dirigido y presentado diferentes programas de TV. Asimismo, ha sido colaborador de diferentes medios de comunicación nacionales e internacionales (Cadena Cope, Popular TV, Intereconomía TV, Radio Intereconomía, La Nación, Trámite Parlamentario y Municipal, Radio Inter, Radio María, Semanario Alfa y Omega, Avvenire, etc.). En este tiempo, ha estado especialmente vinculado a la cobertura informativa de las actividades del Papa y la Santa Sede. Actualmente es redactor de la agencia ZENIT. También es miembro fundador de Crónica Blanca y socio de la Unión Católica de Informadores y Periodistas de España (UCIP-E).

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