No tener miedo de dejar los odres viejos y renovar las costumbres y estructuras que ya no sirven. Es el consejor del santo padre Francisco a los participantes de la Plenaria de la Congregación para los Institutos de vida consagrada y las sociedad de vida apostólica que del 25 al 29 de noviembre se reúnen bajo el lema «Vino nuevo en odres nuevos».
Tal y como ha recordado el Papa en su discurso, después del Concilio Vaticano II, el viento del Espíritu Santo ha continuado soplando con fuerza, por un parte «empujando a los Institutos a realizar la renovación espiritual, carismática e institucional» y por otra «suscitando en el corazón de hombres y mujeres nuevas modalidades de respuesta a la invitación de Jesús a dejar todo para dedicar la propia vida a su secuela y al anuncio del Evangelio».
A propósito del tema de la plenaria, Francisco ha pedido no tener miedo de dejar los «odres viejos: de renovar esas costumbres y esas estructuras que, en la vida de la Iglesia y por tanto también en la vida consagrada, ya no reconocemos como respuesta a lo que Dios nos pide hoy para hacer avanzar su Reino en el mundo», es decir, «las estructuras que nos dan falsa protección y que condicionan el dinamismo de la caridad, las costumbres que nos alejan del rebaño» y «nos impiden escuchar el grito de cuántos esperan la Buena Noticia de Jesucristo».
En esta tarea que les reúne, el Papa ha señalado que les guían algunos criterios orientativos: «originalidad evangélica de las elecciones, la fidelidad carismática, el primado del servicio, la atención a los más pequeños y frágiles, el respeto de la dignidad de cada persona».
Francisco ha recordado que «nosotros, consagrados, estamos consagrados para servir al Señor y servir a los otros con la Palabra del Señor, ¿no?». Por ello invitó a decir «a los nuevos miembros que rezar no es perder el tiempo, adorar a Dios no es perder el tiempo, alabar a Dios no es perder el tiempo. Si nosotros consagrados no nos detenemos cada día delante de Dios en la gratuidad de la oración, el vino será vinagre».
Por eso, el Santo Padre ha animado a los presentes a continuar trabajando con generosidad e ingenio en la viña del Señor, «para favorecer el crecimiento y la maduración de grandes racimos, de los que poder sacar vino generoso que podrá revitalizar la vida de la Iglesia y alegrar el corazón de tantos hermanos y hermanas necesitados de vuestros cuidados atentos y maternos».
Así, el Pontífice ha señalado que la sustitución de los odres viejos por nuevos no sucede automáticamente, «sino que exige compromiso y habilidad, para ofrecer el espacio idóneo a acoger y hacer fructiferar los nuevos dones con los que es Espíritu continúa a embellecer la Iglesia su esposa».
«No olvidar dar gracias al Patrón de la viña que nos ha llamado a esta tarea estimulante», ha pedido el Santo Padre. Asimismo ha pedido a los presentes, llevar adelante el camino de renovación comenzado y en gran parte realizado en estos 50 años, aventando cada novedad a la luz de la Palabra de Dios y en escucha de las necesidades de la Iglesia y del mundo contemporáneo, utilizando los medios que la sabiduría de la Iglesia pone a disposición para avanzar en el camino de vuestra santidad personal y comunitaria.
Al concluir el discurso, el Papa ha recordado que esta plenaria se sitúa en la vigilia del inicio del Año de la Vida Consagrada. De este modo, ha invitado a pedir al Señor «para que nos ayude en este Año a poner ‘vino nuevo en odres viejos».