En ocasión de la apertura del Año de la Vida Consagrada que inicia este domingo 30 de noviembre, primer domingo de adviento, se realizó este sábado por noche en Roma una vigilia de oración en la basílica de Santa María la Mayor.
El papa Francisco empeñado en su viaje apostólico a Turquía envió un videomensaje, cuyo texto proponemos aquí a nuestros lectores.
«Queridos hermanos y hermanas, aunque esté lejos físicamente, debido al servicio mio hacia la Iglesia universal, me siento íntimamente unido a todos los consagrados y consagradas al inicio de este Año, que he querido sea dedicado a la vida consagrada.
Saludo con afecto a todos los miembros de la Congregación para los Institutos de vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica, y a todos aquellos que están presentes en la basílica de ‘Santa María Maggiore’, bajo la tierna mirada de la bienaventurada Virgen ‘Salus Populi Romani’, para esta vigilia de oración.
Saludo también a todos los consagrados y consagradas que viven y trabajan por el mundo. En esta ocasión mis primeras palabras son de gratitud al Señor por el don precioso de la vida consagrada a la Iglesia y al mundo.
Este año de la Vida Consagrada sea una ocasión para que todos los miembros del pueblo de Dios agradezcan al Señor, del cual proviene cada bien, el don de la vida consagrada, valorizándola de manera conveniente. A los queridos hermanos y hermanas consagradas, va igualmente mi gratitud por lo que hacen en la Iglesia y en el mundo: sea este un ‘tiempo fuerte’ para celebrar con toda la Iglesia el don de la propia vocación y para reavivar vuestra misión profética”.
Repito hoy lo que he dicho otras veces: ‘¡Despierten al mundo! ¡Despierten al mundo’.
¿Cómo? Pongan a Cristo en el centro de vuestra existencia. Sea la norma fundamental de vuestra vida ‘seguir a Cristo como es enseñado por el evangelio’, la vida consagrada consiste esencialmente en la adhesión personal al Él. Busquen, queridos consagrados, constantemente a Cristo, busquen su rostro, ocupe Él el centro de vuestra vida de manera de ser transformados en ‘memoria viviente del modo de ser y de actuar de Jesús, como Verbo encarnado delante del Padre y delante a los hermanos’.
Como el apóstol Pablo, hay que dejarse conquistar por Él, asumir sus sentimientos y su forma de vida; dejarse tocar por su mano, conducir por su voz, sostener por su gracia.
No es fácil. Hay que dejarse tocar por su mano, conducir por su voz, sostener por su gracia. ¡Y con Cristo, partir siempre desde el evangelio! Hay que asumirlo como forma de vida y traducirlo en gestos cotidianos marcados por la simplicidad y la coherencia, superando así las tentaciones de transformarlo en una ideología.
El evangelio conservará ‘joven’ la vida vuestra y la misión, y la volverá actual y atrayente. Sea el evangelio el terreno sólido donde avanzar con coraje. Llamados a ser ‘exégesis viviente’ del evangelio, sea eso, queridos consagrados, el fundamento de referencia último de vuestra vida y misión.
¡Salid de vuestro nido hacia las periferias del hombre y de la mujer de hoy! Por esto, hay que dejarse encontrar por Cristo. El encuentro con Él empujará al encuentro con los otros y llevará al encuentro con los otros y llevará hacia los más necesitados, los más pobres.
Es necesario llegar a las periferias que esperan la luz del evangelio. Hay que habitar las fronteras. Esto pedirá vigilancia para descubrir las novedades del Espíritu; lucidez para reconocer la complejidad de las nuevas fronteras; discernimiento para identificar los límites y la manera adecuada de proceder; e inmersión en la realidad, ‘tocando la carne de Cristo que sufre en el pueblo’.
Queridos hermanos y hermanas: delante de vosotros se presentan muchos desafíos, pero estos existen para ser superados. ‘¡Seamos realistas pero si perder la alegría, la audacia y la dedicación llena de esperanza!’.
María, mujer en contemplación del misterio de Dios en el mundo y en la historia, mujer diligente al ayudar con prontitud a los otros, y por esto modelo de cada discípulo-misionero, nos acompañe en este Año de la Vida Consagrada, que ponemos bajo su mirada materna.
A todos los participantes en la vigila de oración en ‘Santa María Maggiore’ y a todos los consagrados y consagradas imparto de corazón la bendición, y les pido por favor que recen por mi. El Señor les bendiga y la Virgen les proteja».
(Texto traducido por ZENIT)