Santa María de S. Ignacio (Claudine) Thévenet – 3 de febrero

«Ella, viendo a Dios en todas las cosas, se sobrepuso ejecución de dos hermanos por la Revolución Francesa, de la que fue testigo. Y cumpliendo la postrera petición que le hicieron, imitándoles en su generosidad, perdonó al delator, culpable de su muerte

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El perdón, ese acto sublime de amor con el que Dios signa nuestra vida, virtud imprescindible para todos, fue el detonante de la consagración de esta fundadora. Había nacido en Lyon, Francia, el 30 de marzo de 1774, en un momento histórico difícil marcado por la Revolución Francesa. Dos de sus siete hermanos, que no compartían los principios sustentados por este movimiento, luchando por preservar a Lyon de esta hegemonía, fueron delatados por alguien y los detuvieron. Claudine iba a visitarlos cotidianamente a la prisión, y en enero de 1794 fueron ejecutados en presencia suya. Las últimas palabras que le dirigieron, en emocionado ruego, fueron explícita confesión de la fe que sus padres habían inculcado a todos sus hijos: «¡Ánimo Gladdy! Perdona, como nosotros perdonamos».

Imposible borrar esta petición cursada in extremis por sus queridos hermanos, en un instante tan dramático como aquél, y éste sería un preciado legado que orientó los pasos de la santa. Conocía el nombre del culpable de su muerte, pero se llevó ese secreto a la tumba. Perdonó, aunque el impacto del suceso le provocó una enfermedad de tipo nervioso. Era la segunda de los hermanos por orden de nacimiento, y tuvo que madurar pronto. Después de este terrible hecho su familia había quedado diezmada, como tantas otras. Y sus ojos no eran insensibles a la calamidad que veía en derredor suyo. Entonces se sintió llamada a socorrer a tantas personas que se habían quedado destrozadas por la barbarie; quería consolarlas y compartir con ellas la paz que emana de la oración continua. Tenia la experiencia de haber defendido su fe junto a otras jóvenes aún en medio de la revolución. Y ese sentimiento de amor, anclado en Cristo, guiaría sus pasos. Los niños y los jóvenes recibirían de ella esta catequesis; les enseñaría a amar a Jesús y a la Virgen María.

En el umbral del discernimiento se encontró con el padre André Coindre, fundador de los «Hermanos del Sagrado Corazón», que fue quien la ayudó a vislumbrar la voluntad divina. Él le expresó su convicción de que debía formar una comunidad por haber sido elegida por Dios para ello. Sucedió que el sacerdote se encontró en el atrio de la iglesia de Saint Nizier con dos pequeñas ateridas de frío que no tenían a nadie en el mundo, y Claudine, a petición suya, se ocupó de asistirlas. Creó una «Providencia del Sagrado Corazón» en 1815 encaminada a darles no solo cobijo sino también formación espiritual, una obra que se fue incrementando con otras niñas. Fue también presidenta de la «Asociación del Sagrado Corazón» hasta octubre de 1818, fecha en la que dejó su hogar y se instaló en una casa contando con lo justo para vivir junto a una huérfana, otra compañera, y un telar de seda. Y con ellas nació la Congregación de las Hermanas de Jesús y María teniendo la finalidad de dar formación espiritual a las jóvenes, en particular las que no tenían medios para procurársela.

El padre Coindre nuevamente la alentó a formar esta comunidad. Obedeció, aún con cierto temor: «Me parecía haberme lanzado a una empresa loca sin ninguna garantía de éxito». La Congregación se inició con niñas pobres y abandonadas menores de 20 años. Después acogió también a las de clases acomodadas. Decía: «hace falta ser madres de estos niños, sí, verdaderas madres tanto del alma como del cuerpo». La única deferencia que permitía era con los desfavorecidos: «A los únicos que permito son a los más pobres, a los más miserables, a quienes tienen los más grandes defectos, a ellos, sí, ámenlos mucho».

Al profesar en 1823 tomó el nombre de María de san Ignacio porque la transición entre la Asociación y la comunidad que puso en marcha se produjo el 31 de julio, efeméride del santo. En 1826 falleció el padre Coindre, y dos años más tarde murieron las primeras religiosas. Era un nuevo golpe para Claudine que, además, tuvo que luchar duramente para mantener incólume su fundación, ya que querían fusionarla con otra que acababa de ver la luz. Mujer valerosa, sensible, abnegada y atenta a las necesidades de cualquiera, era también emprendedora. A ella se debe la construcción de la capilla de la casa generalicia. El leitmotiv de su vida fue: «Hacer todas las cosas con el único deseo de agradar a Dios», «llevar una vida digna del Señor agradándole en todo». Falleció a los 63 años, tras una vida signada por el celo apostólico, la delicadeza y el olvido de sí, diciendo: «¡Qué bueno es Dios!». Había logrado «encontrar a Dios en todas las cosas y todas las cosas en Dios», como deseó. Fue beatificada por Juan Pablo II el 4 de octubre de 1981. Él mismo la canonizó el 21 de marzo de 1993.

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Isabel Orellana Vilches

Isabel Orellana Vilches Misionera idente. Doctora en Filosofía por la Universidad Autónoma de Barcelona con la tesis Realismo y progreso científico en la epistemología popperiana. Ha cursado estudios de teología en la Universidad Pontificia de Salamanca. Con amplia actividad docente desde 1986, ha publicado libros como: Realismo y progreso científico en la epistemología popperiana, Universitat Autònoma de Barcelona, 1993; El evangelio habla a los jóvenes, Atenas, Madrid, 1997; Qué es... LA TOLERANCIA, Paulinas, Madrid, 1999; Pedagogía del dolor. Ensayo antropológico, Palabra, Madrid, 1999; En colaboración con Enrique Rivera de Ventosa (†) OFM. Cap. San Francisco de Asís y Fernando Rielo: Convergencias. Respuestas desde la fe a los interrogantes del hombre de hoy, Universidad Pontificia, Salamanca, 2001; La "mirada" del cine. Recursos didácticos del séptimo arte. Librería Cervantes, Salamanca, 2001; Paradojas de la convivencia, San Pablo, Madrid, 2002; En la Universidad Técnica Particular de Loja, Ecuador, ha publicado: La confianza. El arte de amar, 2002; Educar para la responsabilidad, 2003; Apuntes de ética en Karl R. Popper, 2003; De soledades y comunicación, 2005; Yo educo; tú respondes, 2008; Humanismo y fe en un crisol de culturas, 2008; Repensar lo cotidiano, 2008; Convivir: un constante desafío, 2009; La lógica del amor, 2010; El dolor del amor. Apuntes sobre la enfermedad y el dolor en relación con la virtud heroica, el martirio y la vida santa. Seminario Diocesano de Málaga, 2006 y Universidad Técnica Particular de Loja, Ecuador (2007). Cuenta con numerosas colaboraciones en obras colectivas, así como relatos, cuentos, fábula y novela juvenil, además de artículos de temática científica, pedagógica y espiritual, que viene publicando en distintas revistas nacionales e internacionales. En 2012 culminó el santoral Llamados a ser santos y poco más tarde Epopeyas de amor prologado por mons. Fernando Sebastián. Es la biógrafa oficial del fundador de su familia espiritual, autora de Fernando Rielo Pardal. Fundador de los Misioneros Identes, Desclée de Brouwer, Bilbao, 2009. Culmina la biografía completa. Tiene a su cargo el santoral de ZENIT desde noviembre de 2012.

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