La decisión del joven Bergoglio

‘Palabra y Vida’ del arzobispo de Barcelona

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El papa Francisco ha contado la historia de su vocación al sacerdocio. Tenía en ese momento 17 años. El día 21 de septiembre, temprano, se disponía a celebrar con sus compañeros el Día del Estudiante y pensaba ir a un gran parque para pasar todo el día con música y baile. Jorge Mario Bergoglio tenía ganas de pasarlo bien, de divertirse.

Cuando se dirigía hacia allí, pasó por delante de su parroquia, la iglesia de San José del barrio de Flores, y sintió como una fuerza interior que lo empujaba a entrar un momento. Se puso a rezar, solo, en la penumbra de la iglesia. Justamente en ese momento, un sacerdote entraba en el confesionario. Se confesó, y algo pasó por su alma en ese momento.

Los breves instantes que quería pasar en el templo se convirtieron en dos horas. La confesión con aquel sacerdote relativamente joven abrió nuevos horizontes en su vida. «Me pasó algo extraño -explicó en un libro-entrevista a dos periodistas. Fue como una sorpresa, la sorpresa de un encuentro. Tuve la sensación de que alguien me esperaba. Desde ese momento sentí que yo buscaba a Dios, pero que es él quien te busca primero.»

Fue a encontrar otras veces a aquel sacerdote y supo que padecía un cáncer en proceso ya muy avanzado de la enfermedad. Aquel hombre de Dios murió unos meses más tarde. Este hecho le confirmó su intuición inicial: el Señor lo llamaba al servicio sacerdotal en la Iglesia.

A los 21 años, decidió dirigir sus pasos en primer lugar hacia el Seminario, y más tarde hacia la Compañía de Jesús, por la especial orientación de ésta a la labor misionera. Quería ir a las misiones de Japón, pero no fue autorizado a ir a causa de los problemas de salud que padecía.

«La vocación religiosa -ha explicado también- es una llamada de Dios a un corazón que ya le está esperando de forma consciente o inconsciente. A mí siempre me ha impresionado una lectura del breviario que dice que Jesús miró a Mateo con una actitud que, traducida, vendría a decir ‘misericordiando y eligiendo’. Esta fue precisamente la manera con que yo sentí que Dios me miraba en aquella confesión. Y esta es la manera con que él me ha pedido siempre que mire a los demás: con mucha misericordia y como si los estuviera eligiendo para él, sin excluir a nadie, porque todos somos elegidos por el amor de Dios. Por eso escogí como obispo el lema «Misericordiando et eligendo», que es uno de los puntos fundamentales de mi experiencia religiosa: el servicio para la misericordia.»

Esta vocación del papa Francisco puede inspirar la invitación que, con motivo del Día del Seminario, me atrevo a hacer a nuestros jóvenes cristianos: que, al menos una vez en la vida, se hagan la pregunta que se hizo el joven Bergoglio a los 17 años: ¿puedo dedicar mi vida a Jesucristo en el sacerdocio ministerial? ¿Estoy dispuesto a acoger la gracia de Dios que es la vocación?

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Luís Martínez Sistach

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