Francisco ha dedicado la misa celebrada esta mañana en Santa Marta a su “patria”, en el día en que se celebra Nuestra Señora de Luján. Durante la homilía, el Papa ha recordado que el Espíritu Santo crea “movimiento” en la Iglesia, que aparentemente puede parecer “confusión” y sin embargo, si es acogido en oración y con espíritu de diálogo, genera siempre unidad entre los cristianos.
Así, ha recordado que es el Dios desconocido quien mueve las aguas de la Iglesia y todas las veces que los cristianos, desde los apóstoles, se han enfrentado con franqueza y en el diálogo, no fomentando traiciones y “acuerdos” internos, siempre han entendido qué es lo más adecuado para hacer, gracias a la inspiración del Espíritu Santo.
El Pontífice ha explicado esto con la situación de debate y enfrentamiento que le tocó vivir a la primera comunidad cristiana.
El pasaje del día narra la conclusión del primer Concilio de Jerusalén, que estableció, después de no pocas fricciones, las pocas y sencillas reglas que los nuevos convertidos al Evangelio debían cumplir. El problema, ha señalado el Papa, es que antes se había encendido una lucha entre los “cerrados” –grupo de cristianos “muy apegados a la ley” que querían «imponer las condiciones del judaísmo a los nuevos cristianos”– y Pablo de Tarso, el apóstol de los paganos, era decididamente contrario a esta constricción.
A este punto, el Santo Padre se ha preguntado cómo resuelve el problema. Y responde: “Se reúnen y cada uno da su parecer, da su opinión. Discuten pero como hermanos y no como enemigos. No hacen acuerdos fuera para ganar, no van a los poderes públicos para ganar, no matan para ganar. Buscan el camino de la oración y del diálogo. Estos que estaban precisamente en posiciones opuestas, dialogan y se ponen de acuerdo. Esto es obra del Espíritu Santo”.
Asimismo, el Pontífice ha asegurado que la decisión final se tomó en la concordia. Y es en esta base que se escribe al final del Concilio la carta para enviarla a los “hermanos” que “provienen de los paganos”, en la cual lo que se comunica es fruto de un compartir muy diferente de las maniobras y escaramuzas desplegadas por los que siembran «cizaña».
De este modo, el Santo Padre ha afirmado que “en una Iglesia donde nunca hay problemas de este tipo, nos hace pensar que el Espíritu no está muy presente. Y en una Iglesia donde siempre se discute y hay acuerdos y se traicionan los hermanos los unos a los otros, ¡allí no está el Espíritu!”. «El Espíritu –ha proseguido– es el que hace la novedad, que mueve la situación para ir adelantes, que crea nuevos espacios, que crea la sabiduría que Jesús ha prometido: ‘Él enseñará’. Esto mueve, pero está también lo que al final crea la unidad armoniosa entre todos”.
Para concluir la homilía, el Obispo de Roma ha realizado una última observación sobre la frase elegida para concluir la carta. Palabras que revelan el alma de la concordia cristiana, no un sencillo acto de buena voluntad sino un fruto del Espíritu Santo.
De este modo, ha finalizado Francisco su homilía: “Esto es lo que nos enseña hoy esta Carta, lo que nos enseña el primer Concilio ecuménico. ‘Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros’: esta es la fórmula, cuando el Espíritu nos pone a todos de acuerdo”. Y así ha invitado a pedir al Señor Jesús que “se haga presente entre nosotros, que nos envíe siempre el Espíritu Santo, a nosotros, a cada uno. Que lo envíe a la Iglesia y que la Iglesia sepa siempre ser fiel al movimiento que hace el Espíritu Santo”.
Texto de Radio Vaticano traducido y adaptado por ZENIT