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El Papa: la misión es pasión por Jesús y por su pueblo

Francisco explica en el mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones que entre la vida consagrada y la misión subsiste un fuerte vínculo 

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La misión no es proselitismo o mera estrategia, la misión es parte de la “gramática” de la fe, es algo imprescindible para aquellos que escuchan la voz del Espíritu que susurra ‘ven’ y ‘ve’. Son palabras del Santo Padre en el mensaje por la Jornada Mundial de las Misiones publicado hoy y que se celebra el 18 de octubre.         

El Papa recuerda en el texto que esta Jornada tiene lugar este año en el Año de la Vida Consagrada, y recibe de ello un estímulo para la oración y la reflexión. De hecho, si todo bautizado está llamado a dar testimonio del Señor Jesús proclamando la fe que ha recibido como un don, “esto es particularmente válido para la persona consagrada, porque entre la vida consagrada y la misión subsiste un fuerte vínculo”. La dimensión misionera, recuerda el Papa, es también intrínseca a toda forma de vida consagrada, y “no puede ser descuidada sin que deje un vacío que desfigure el carisma”. Y añade que “la misión es una pasión por Jesús pero, al mismo tiempo, es una pasión por su pueblo”.

En la Iglesia, “todos están llamados a anunciar el Evangelio a través del testimonio de la vida” y de forma especial “se pide a los consagrados que escuchen la voz del Espíritu, que los llama a ir a las grandes periferias de la misión, entre las personas a las que aún no ha llegado todavía el Evangelio”, explica Francisco.

A continuación el Papa ha recordado que para muchas congregaciones religiosas de vida activa, el anhelo misionero que surgió del Concilio Vaticano II se puso en marcha con una apertura extraordinaria a la misión ad gentes, a menudo acompañada por la acogida de hermanos y hermanas provenientes de tierras y culturas encontradas durante la evangelización, por lo que hoy en día se puede hablar de una interculturalidad generalizada en la vida consagrada. Precisamente por esta razón, “es urgente volver a proponer el ideal de la misión en su centro: Jesucristo, y en su exigencia: la donación total de sí mismo a la proclamación del Evangelio”.

Para estas personas –precisa el Papa– el anuncio de Cristo, en las diversas periferias del mundo, “se convierte en la manera de vivir el seguimiento de él y recompensa los muchos esfuerzos y privaciones”. Y advierte que “cualquier tendencia a desviarse de esta vocación, aunque sea acompañada por nobles motivos relacionados con la muchas necesidades pastorales, eclesiales o humanitarias, no está en consonancia con el llamamiento personal del Señor al servicio del Evangelio”.

A los jóvenes, el Papa les pide que no se dejen robar el sueño de una misión auténtica, de un seguimiento de Jesús que implique la donación total de sí mismos. Igualmente les invita a preguntarse cuál es la razón por la que han elegido la vida religiosa misionera y medir la disposición a aceptarla por lo que es: “un don de amor al servicio del anuncio del Evangelio, recordando que, antes de ser una necesidad para aquellos que no lo conocen, el anuncio del Evangelio es una necesidad para los que aman al Maestro”.

Por otro lado, el Papa presenta el reto al que se enfrenta la misión de “respetar la necesidad de todos los pueblos de partir de sus propias raíces y de salvaguardar los valores de las respectivas culturas.” Se trata de conocer y respetar –asegura Francisco– otras tradiciones y sistemas filosóficos, y reconocer a cada pueblo y cultura el derecho de hacerse ayudar por su propia tradición en la inteligencia del misterio de Dios y en la acogida del Evangelio de Jesús, que es luz para las culturas y fuerza transformadora de las mismas.

Además, invita a preguntarse por quiénes son los destinatarios privilegiados del anuncio evangélico. La respuesta es clara, asegura el Papa: los pobres, los pequeños, los enfermos, aquellos que a menudo son despreciados y olvidados, aquellos que no tienen como pagarte. Y esto debe estar claro especialmente para las personas que abrazan la vida consagrada misionera: con el voto de pobreza se escoge seguir a Cristo en esta preferencia suya, “identificándose con los pobres, viviendo como ellos en la precariedad de la vida cotidiana y en la renuncia de todo poder para convertirse en hermanos y hermanas de los últimos”.

También recuerda el Papa que las personas consagradas están llamadas a promover en el servicio de la misión, la presencia de los fieles laicos. Es necesario –afirma el Pontífice– que los misioneros consagrados se abran cada vez con mayor valentía a aquellos que están dispuestos a colaborar con ellos.

Las Instituciones y Obras misioneras de la Iglesia –recuerda el Papa– están totalmente al servicio de los que no conocen el Evangelio de Jesús. Para lograrlo los consagrados “necesitan una estructura de servicio, expresión de la preocupación del Obispo de Roma para asegurar la koinonía, de forma que la colaboración y la sinergia sean una parte integral del testimonio misionero”.

Para finalizar el mensaje, el Papa recuerda que el Evangelio es “fuente de alegría, de liberación y de salvación para todos los hombres”. La misión de los servidores de la Palabra – obispos, sacerdotes, religiosos y laicos – es la de poner a todos, sin excepción, en una relación personal con Cristo. Y afirma que todo bautizado está llamado a vivir lo mejor posible su compromiso, según su situación personal.                    

 

                

            

        

 

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