Las personas que se reconocen pobres delante de Jesús son salvadas. Sin embargo, quien cree que no necesita la salvación no la recibe, no porque no se la ofrezca sino porque no la acoge. Así lo ha recordado el santo padre Francisco a los participantes del Capítulo General de la Orden de los Hermanos Menores. El Papa ha estructurado su discurso en dos elementos esenciales sobre los que han reflexionado y orado estos días: la minoría y la fraternidad.
“La minoría llama a ser y sentirse pequeño delante de Dios, encomendándose totalmente en su infinita misericordia”, ha precisado el Pontífice. Además, ha reconocido que “la perspectiva de la misericordia es incomprensible para los que no se reconocen ‘menores’, es decir pequeños, necesitados y pecadores delante de Dios”. A propósito, ha asegurado que cuanto más conscientes somos de esto, más cerca estamos de la salvación, cuanto más convencidos estamos de ser pecadores, más dispuestos estamos a ser salvados.
Minoría –ha proseguido– significa también salir de sí, de los propios esquemas y visiones personales. Significa “ir más allá de las estructuras –que también son útiles si se usan con sabiduría– más allá de las costumbres y las seguridades, para testimoniar cercanía concreta a los pobres, a los necesitados, a los marginados, en una auténtica actitud de compartir y de servicio.
Por otro lado, el Santo Padre ha recordado que la dimensión de la fraternidad pertenece de forma esencial al testimonio evangélico. Así, ha hecho referencia a los cristianos de la Iglesia de los orígenes que vivían hasta tal punto la comunión fraterna que constituían un signo elocuente y atractivo de unidad y de caridad. Por esta razón, el Pontífice ha señalado a los presentes que su familia religiosa “está llamada a expresar esta fraternidad concreta, mediante una recuperación de confianza recíproca en las relaciones interpersonales, para que el mundo vea y crea, reconociendo que el amor de Cristo sana las heridas y hace una sola cosa”.
En esta perspectiva, el Papa ha querido subrayar la importancia de recuperar la conciencia de ser portadores de misericordia, de reconciliación y de paz. “Realizareis esta vocación y misión si sois cada vez más una congregación ‘en salida’”, ha precisado.
También ha recordado la importancia de vivir “una existencia cristiana y religiosa sin perderse en peleas y chismorreos, cultivando un diálogo sereno con todos, con dulzura, mansedumbre y humildad, con medios pobres, anunciando la paz y viviendo sobriamente, contentos por lo que se ha ofrecido”.
Y esto, ha explicado el Santo Padre, requiere un compromiso decisivo en la transparencia, en el uso ético y solidario de los bienes, en un estilo de sobriedad y de desapego. Por eso, ha advertido que si están apegados a los bienes y a las riquezas del mundo, y ponen allí su seguridad, será precisamente el Señor quien les despoje de todo este espíritu de mundanidad para preservar el precioso patrimonio de minoría y pobreza al que les ha llamado “por medio de san Francisco”.
A propósito del Espíritu Santo, el Papa ha recordado que es el animador de la vida religiosa. “Cuando las personas consagradas viven dejándose iluminar y guiar por el Espíritu Santo, descubren en esta visión sobrenatural el secreto de su fraternidad, la inspiración de su servicio a los hermanos, la fuerza de su presencia profética en la Iglesia y en el mundo”, ha explicado. Y el Espíritu les ayudará también, ha asegurado Francisco, a afrontar los desafíos, tales como “la caída numérica, el envejecimiento y la disminución de las nuevas vocaciones”.
Finalmente, el Pontífice ha recordado a la Congregación que ha heredado una autoridad en el Pueblo de Dios y por eso les ha pedido que la conserven, que no la pierdan.